Capítulo 2

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Nápoles, ahora lo recuerdo. Compré el alfiler en Nápoles, a una vieja con un solo ojo; fumaba en una pipa de arcilla. Fue hace mucho tiempo.
Missy deja los utensilios de limpieza sobre la mesa de la cocina, saca la bolsa con mi corazón de la chamarra, poco a poco se quita la chamarra, para mi la escena es un éxtasis que provoca un escalofrío por cada célula de mi ser.
Missy mete los brazos por las mangas de su viejo abrigo azul, que había sido de su madre...
... Y entonces guarda la bolsa para bocadillos con él corazón dentro, muy decidida, en el bolsillo... Se abrocha los botones: uno, dos, tres... Abre la puerta, al salir de casa vuelve a mirar a ambos lado, todo esto a la par que cierra, y se dirige calle abajo.
Secreto, secreto, silencioso como un ratón la sigo, a veces me arrastró, a veces bailo, y ella no me ve ni por un momento, sólo se abriga un poco mejor y atraviesa la ciudad a pie, bajando por la calle que conduce mas allá del cementerio.
El viento tira mi sombrero y, por un momento, lamento haber perdido mi alfiler. Pero estoy enamorado, y hoy es San Valentin. Debe hacerse sacrificios.
Missy recuerda ahora todas las veces que ha atravesado las altas puertas de hierro del cementerio: Cuando su padre murió, y cuando siendo niños entraron ahí por todos los santos, la escuela entera, divirtiéndose y asustándose unos a otros; y cuando un amante secreto murió en un accidente, una colisión de tres coches en la autopista, y ella esperó hasta que acabó el funeral, cuando el día ya había terminado, y entro al atardecer, justo antes del crepúsculo, y dejo un lirio blanco sobre la reciente tumba.
Oh, Missy, ¿debo cantar el cuerpo y la sangre de tu persona, los labios y los ojos? Un millón de corazones te daría, por San Valentin. Orgulloso, paseo mi cetro por el aire, y bailo, canto en silencio mi propia gloria mientras bajamos juntos por la calle del cementerio...

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