"Me gusta acostarme con la gente, por eso me acuesto con vos", "Voy pelear para volver con mi ex, pero si él no existiera tampoco estaría con vos, solo estoy con vos por estar, porque no tengo nada que hacer" fueron algunas de las frases que algunos hombres significativos en su vida le dijeron a Fabricio. Estas declaraciones hicieron que pase por varias etapas, desde estar con hombres que no le gustaban del todo para no enamorarse hasta terminar directamente solo preocupado por su trabajo y sus objetivos.
Esa mañana Fabricio se despertó a las 7:30 como era su costumbre puso el canal de noticias a un volumen considerable para poder escuchar desde el baño mientras se duchaba. Esta acción le tomaba unos 15 minutos, desde chico se preocupaba por esperar el tiempo exacto que decía el empaque del acondicionador para que haga efecto. Luego se preparó un desayuno que incluía café con una lagrima de leche y dos tostadas con dulce. Se puso unos jeans clásicos, una remera blanca de manga larga con una estampa en el pecho, sus zapatillas de "marca desconocida" compradas en un supermercado con 15% de descuento. Tomo su campera de gabardina marrón, su mochila y se fue a su trabajo. La moda le interesaba pero no se sentía merecedor de ella. De hecho era un gran admirador del famoso diseñador Lorenzo Gandes, reconocido mundialmente por su estilo urbano como de alta costura, tanto por su indumentaria masculina como femenina. Siempre hacia el mismo recorrido al trabajo, por lo que no le importaba mirar a su alrededor. Llegar a la concina del restaurant era quizás uno de los mejores momentos de su día, sabía que le quedaban algunas horas para preocuparse solo por el sabor de la salsa o el tamaño en que se cortaban las papas, su vida personal no entraba durante ese tiempo. Si bien la relación con sus compañero era buena con todos, Mario era con el que mejor se llevaba, tenía algunos años menos que él, y su vida giraba en torno a fiestas y mujeres, cada mañana había una nueva historia que contar, y aun así, era un gran chico con sentimientos y pensamientos reales, con ganas de crecer y encontrarse, y veía en Fabricio un gran concejero, no faltaba la frase de cada mañana – Decime que anoche saliste y encontraste al hombre de tu vida – a lo que Fabricio siempre le respondía con ironía – Sí, nos casamos en marzo – . Esa mañana apenas salió del vestuario donde se había puesto su ropa de trabajo y se estaba aún atando la cofia Mario lo abordo
Tenés que decirme que si – dijo Mario con efusividad
¿Qué? – respondió Fabricio con algo de mal humor (odiaba que le hablen a los gritos cuando recién arrancaba el día)
Tengo dos entradas para la mejor fiesta del mundo este viernes, y tenemos que ir – respondió. Fabricio lo miro y empezó a caminar hacia las mesadas
O sea que compraste o alguien te dio entradas para "la mejor fiesta del mundo" y en ese momento pensaste "Que bueno, tengo que decirle Fabricio que me acompañe"-
Algo así- contesto Mario bajando su euforia
¿Nadie puede acompañarte, no querés ir solo y soy tu última opción? –
Pero siempre fuiste una opción última o no – sonrió Mario. Durante toda la jornada, a la mañana e incluso cuando volvieron a entrar a la noche, trato de convencer a Fabricio que para que vayan juntos a la fiesta. Esa noche cuando Fabricio volvía a su casa a las 2am paso por la vereda de un bar gay que había abierto hace unos meses y siempre se repetía la misma situación, había dos chicos, muy habitué del lugar o quizás empleados estaban parados en la puerta, y cada vez que Fabricio terminaba de pasar echaban a reír. Él se hacia el que no le importaba pero en algún punto le dolía. No sabía si sería por su pelo, aplastado por la cofia, su olor a comida por estar cocinando tanto tiempo, su ropa muy desentonada con la moda o su forma de caminar cansado de haber estado todo el día parado en una cocina. Llagar a su casa también tenía su rutina, se sacaba la ropa se aseaba, sacaba un tupper con sobras del restaurant y comía en silencio para que sus oídos descansen del ruido de los extractores de la cocina, luego se sentaba en el sillón, en varias ocasiones con una copa de vino, y encendía el televisor si alguna película o programa le gusta, se iba a costar y la seguía mirando en la habitación, sino solo lo apagaba al terminar la copa y se dormía.
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Fabricio: entre el miedo y el deseo
RandomFabricio está marcado por los hombres de su pasado, convirtiéndolo en un ser introvertido, rutinario, y sintiéndose menos que cualquiera. Sus días transcurren en su trabajo mal pago de cocina. Es amante de la moda pero no se siente merecedor de ella...