· El parque en primavera ·

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Estoy sentado en el banco. Siento como si no pudiera esperar más tiempo a que llegues, pero a la vez me quedaría aquí esperándote toda la vida. Los pájaros cantan, la gente pasea, las flores brillan, cómo se nota que ha llegado la primavera a este lugar...

Recuerdo cuando te conocí, era otoño, los árboles y el suelo estaban pintados de colores naranjas por las hojas. Yo ya te había visto un par de veces, pero nunca llegamos a hablar. Iba camino a casa por este mismo parque, salí bastante tarde de la universidad, así que tenía prisa por llegar a casa, hasta que vi algo que me hizo detenerme en seco. Ahí estabas, en el banco, lo más hermoso que había visto en toda mi vida, una chica rubia, sola, llorando en silencio como si hubiera perdido lo que más quería en este mundo, tu pelo jugaba con el suave viento del otoño y con los rayos dorados del sol, tus ojos brillaban con el azul más bonito que he visto hasta ahora, zafiros que dejaban caer incontables lágrimas de cristal, tus mejillas estaban sonrojadas, y cerrabas tus finos labios rosados para no romper en llantos.

No sé cuánto tiempo permanecí quieto, de pie, a apenas unos cuantos metros de ese banco, maravillado por la dulce y triste escena que mis ojos no podían parar de contemplar, y antes de que pudiera darme cuenta estaba caminando rápidamente hacia ti. Me miraste entre tus lágrimas, y las palabras empezaron a pelearse en mí por salir, y sin pensarlo, lo único que dije fue: "¿estás bien?". Empecé a gritarme a mí mismo, pues claro que no está bien, ¿cómo le preguntas eso?, y entonces sonreíste. Era una sonrisa triste, pero a la vez dulce y sincera, mi corazón sufría, pero a la vez batía cada vez más fuerte, así que te respondí con una sonrisa preocupada, pero te fuiste antes de que pudiéramos hablar.

Sigo sentado en el banco, la gente pasa, pero nadie se percata de mi presencia. Tú siempre pasas desapercibida, nunca llamas la atención, ya sé que te gusta, pero, ni siquiera ese día nadie se fijó en la preciosa chica que lloraba en el parque. ¿Cómo nadie puede darse cuenta de que estás aquí?, ¿acaso soy el único que te ve brillar como mil estrellas? Al día siguiente nos volvimos a encontrar, estabas radiante, no había ni rastro de las lágrimas que el día anterior decoraban tus ojos, y tus mejillas sólo estaban sonrojadas por el frío otoñal. Nuestras miradas se cruzaron, y me acerqué a ti tímidamente, no sabía si querrías hablar con el chico que te vio llorar, pero te acercaste hacia mí con una suave sonrisa dibujada. Comenzamos a hablar mientras caminábamos por el parque, resulta que vivías en la misma dirección. Bromeamos en algún momento sobre lo ocurrido el día anterior, pero no quería preguntarte directamente.

Nunca me has contado por qué llorabas ese día.

Desde aquel momento siempre volvemos juntos a casa. No tenemos muchas cosas en común, pero eso no nos impide pasarnos el camino riendo y hablando de cualquier cosa. Empezaba el invierno cuando comprendí que estaba enamorado de ti. Volvíamos a casa de clases, como siempre, las temperaturas bajaron mucho de un día para otro, y me dijiste que se te estaban congelando las manos, así que yo te las cogí entre las mías para calentarlas. No pensé en lo que estaba haciendo, y cuando empecé a intentar darles calor con mi aliento me fijé en tu cara. Estabas seria, impresionada, como si estuviera haciendo la cosa más extraña del mundo, y entonces te reíste. Esa risa por la que los pájaros dejaban de cantar, pensé que querría escucharla todos los días. Me quedé en blanco, mi corazón comenzó a palpitar con fuerza y la cabeza me daba vueltas, solté tus manos y seguí caminando, intentando disimular mi rubor. A ti no te gusta tu risa, te ves llena de defectos, porque no puedes verte a través de mis ojos.

Estaba enamorado, y eso me daba miedo. ¿Y si no sientes lo mismo?, ¿y si me rechazas?, ¿y si te pierdo? Pero entonces llegaba la tarde, mis paseos después de clases contigo eran lo mejor de todo el día, y cuando te tenía a mi lado olvidaba todas mis inseguridades. ¿Por qué voy a preocuparme por algo que no podía evitar? El simple hecho de estar contigo me hacía feliz. Quería abrazarte, coger tu mano, estar contigo, aparecías en mis sueños, siempre pensaba en ti. ¿Me estaba volviendo dependiente? Tú eras mi mayor deseo.

Pero todo cambió. Un día todo fue diferente. Era invierno, los árboles del parque casi habían perdido todas sus hojas. Estábamos hablando de la pareja de un libro que habíamos leído, y entonces comenzaste a hablar del chico que te gustaba.

Era amigo tuyo, os conocíais desde hace unos años, me decías. El frío del invierno cada vez me calaba más en los huesos. Te gustaba mucho, pero creías que él sólo te veía como una amiga. Y entonces, la última hoja cayó de los árboles del parque.

Ese día lloré hasta dormirme. Al día siguiente me fui sin ti. No quería verte, estaba enfadado, ¿por qué me pasaba esto a mí?, ¿por qué tenía que haberme enamorado?, ¿ese era el motivo por el que nunca encontré tu corazón, porque ya le pertenecía a otra persona. Y aceptarlo me quemaba por dentro, pero no podía hacer nada, no era culpa suya estar enamorada, quizás solo podía aspirar a ser tu amigo, y cada día te quería más.

Te veo caminar hacia aquí, tan radiante como siempre. Ya casi había olvidado que estaba en el parque, que estaba en el banco donde nos conocimos, que ibas a llegar de un momento a otro, y que era primavera. Te estás acercando. Aún no te he dicho lo que siento, quizás estoy esperando a que olvides a ese chico, a que sientas algo por mí, o simplemente a tener el valor de decirte la verdad. Hasta entonces, esto será sólo un deseo, una lágrima de cristal, un rubor en tus mejillas, una hoja que cayó del árbol, la carta de amor que nunca leerás.

Y comenzamos a caminar por el parque.

El parque en primavera · one-shot ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora