[Sadness and sorrow]
Era un día nublado del mes de abril. El cementerio estaba aparentemente vacío y el viento hacía sonar las ramas de los árboles al chocar entre ellas. Los sepulcros estaban llenos de coloridas flores que contrastaban con el gris del cielo. Algunas gotas de lluvia reposaban aun sobre las pesadas losas de mármol tras una tímida llovizna que ya había cesado.
Entre las innumerables filas de tumbas y lápidas apareció un niño de la mano de su madre. No llegaba a los 8 años. Llevaba un abrigo que lo hacía parecer mas grande de lo que en realidad era y un gorro rojo que apenas dejaba ver su cara, aunque se podían apreciar unos ojos verdes bajo el conjunto de invierno.
Llegaron hasta una lápida un tanto extraña, ya que no tenía una forma similar a las demás. Parecía simplemente una gran piedra alargada de un metro de altura más o menos, muy antigua y que además no tenía nombre, solo un año de nacimiento y otro de defunción: 1920-1988.
La madre se arrodilló, dejó las flores que llevaba en la mano derecha a los pies de la extraña lápida y rodeó con su brazo la cintura del niño acariciándole con nostalgia. El niño vio a su madre sollozando y la abrazó para consolarla.
Entonces, notó que alguien los miraba. El niño buscó con la mirada, a pesar de que no había nadie mas en el cementerio. Giró la cabeza a la izquierda y vio lo que parecía ser un hombre al final de esa misma hilera de tumbas. Tenía la cabeza agachada, parecía estar envuelto en sus pensamientos mirando la lápida que tenía delante. El hombre también giró la cabeza en ese momento, como notando que alguien lo miraba también, y vio al niño. Este, que seguía abrazando a su madre con un brazo, levantó el otro para saludar al hombre con un movimiento de la mano. El hombre le devolvió el saludo con el mismo gesto, giró sobre si mismo y desapareció entre los mausoleos.
El pequeño lo vio desaparecer y se volvió hacia su madre. Ella ya estaba de pie cogiendo de la mano a su hijo.
- Mira Dante, ¿ves esta piedra?. Debajo de ella descansa mi padre, tu abuelo. ¿Sabes como se llamaba?
- ¿Como?
- Dante, como tu cariño. Por eso te pusimos tu padre y yo ese nombre.
- ¿Y por qué su piedra no tiene nombre como las demás?
La mujer no respondió.
- Vamos cariño, llegamos tarde.
Dante y su madre echaron a andar. Las nubes parecían abrirse y dejaban entrever unos tímidos rayos de sol que caían sobre la entrada del cementerio, por la que salían ellos ahora. Dante se subió al coche, en el asiento de atrás, mirando aun entre las pocas gotas de lluvia que quedaban en la ventanilla del coche el cementerio donde descansaba su abuelo Dante.