Se encontraba sucio, caminando solitario por una larga avenida. El cielo estaba en grises tonos, era un día más sin la presencia del sol, la lluvia regresaba mucho más fuerte que ayer y su piel ya estaba comenzando a reaccionar.
Avanzadas varias cuadras se percató que la calle se había transformado en un caudaloso río por el cual a veces intentaban transitar los ruidosos seres metálicos que habitaban la ciudad. El hambre y el frío le hacían sucumbir, deseaba pedir ayuda, pero su lenguaje solo podía ser entendido por los de su especie.
Las violentas aguas devolvieron su esperanza cuando en ellas divisó algo que parecía ser comida, sin dudarlo saltó sobre aquella caja, durante varios minutos luchó tratando de salvar lo que sería su primer bocado en días. Piedras, ramas y todo tipo de basura le azotaban, dañando no solo su cuerpo, sino el paquete que cubría su futuro almuerzo mientras navegaba a un destino incierto, viendo como todo se iba despedazando a su paso, en un acto desesperado, tomó cuanto pudo rescatar de alimento y saltó hasta un extremo de la calle que creyó seguro, solo para encontrarse con otros como él que estaban dispuestos a quitarle el sustento, no tenía fuerzas para luchar en esta ocasión, por lo que huyó tan veloz como pudo.
Era de noche cuando llegó a un viejo callejón, en él encontró a un ser mucho más grande tendido en el suelo, sabía que los de esa especie no eran de fiar, siempre se ha dicho que son rivales por naturaleza, pero se veía muy hambriento y con signos recientes de lucha contra los de su estirpe, no le podía abandonar así sin más, por lo que, se le acercó ofreciéndole su ayuda. Aunque ninguno de ambos hablaba el mismo idioma, pudieron entender su situación perfectamente, pasaron esa tormentosa noche juntos dentro de un bote de basura y desde ese momento jamás volvieron a vagar en solitario, habían encontrado la compañía ideal para los días venideros...