Capítulo Único.

387 44 10
                                    

-Ve~ sobrino Martíin~ -una mano pequeña tocó varias veces la puerta, sujetando, mientras esperaba el asa de su maletín café, balanceándose de un lado a otro. El argentino abrió la puerta, recibiendo de frente a su tío pelicastaño, quien besó sus mejillas dos veces.- ¡Que piacere de verte! ¡Hasta has crecido bastante! -rió con dulzura, revolviéndole los claros cabellos, alegre y feliz.- Te viera Romano... aunque me haz llamado a mi, ¿No? ¿Qué pasó?

Sin siquiera pedir permiso, entró en la casa de su sobrino, observando el hermoso amueblado que tenía, recordando las épocas donde Francis había sido su tutor y le había hecho recorrer el mundo para que contemplara y admirara la belleza, como él. Se notaba a leguas que tenía una buena vida.

-Bueno, Feliciano... -cerrando la puerta, Martín frunció los labios y suspiró.- Te pedí ayuda porque hay un pequeño problema... con Manuel.

-¿Manuel? ¿Tu fratello? -se detuvo un momento, riéndose al darse cuenta de su error.- Scusa, se me olvida que Antonio también tuvo otros hijos. ¿Fue el protegido de Arthur en su época, verdad? -un asentimiento de cabeza de parte del otro le hizo girar el rostro.- ¿Y cuál es el problema? 

-Está enfermo... -respondió, frunciendo los labios.- Pero de una manera en la que... en la que solo  vos conocés, ¿Comprendes? Lo... lo he traído a mi casa, pero no sé como cuidarlo, no sé que hacer porque cuando me pasó a mi yo estaba afiebrado, no me acuerdo de nada, y siempre que le pasa a él va el hijo'puta de Arthur a cuidarlo, pero no lo hace bien y todos los años, todos los putos años cuando llueve le ocurre lo mismo.

-Oh... comprendo, comprendo. -el italiano le dedicó una sonrisa amplia, para calmarlo.- Haré que mejore, aunque va a costar... ¿No te molesta si me quedo unos días?

-No hay problema... -Martín fue a darle un abrazo de agradecimiento.-  la casa es grande, mientras puedas cuidar a Manuel y que no se enferme más... Es mi hermano, y aunque sea un gran papafrita me preocupo por él. Muchas gracias, Feliciano. Ven... te llevo a su cuarto. 

Un par de escaleras arriba, unos cuartos a la izquierda y, al lado del ventanal una puerta media abierta le daba mala espina al italiano, quien se contuvo en llamar a Alemania, recordando que no estaba allí. Suspiró, juntando todas sus fuerzas, diciéndose que estaba allí era para ayudar a su sobrino que se veía bastante preocupado por el estado de su hermano menor; era como cuando él enfermaba y Lovino se desvivía tratando de hacer que mejorara.

 -Fleto culiao... -un estornudo llenó la habitación al momento de que la puerta se abrió- No se te ocurra tocarme... conchesuma... ¡Achú! re... 

-Oh... Manuel, soy yo, Feliciano... -dejó el maletín en el suelo, encendiendo las luces y cubriéndose la boca al ver su cuerpo pálido descubierto, su rostro sonrojado por la fiebre y las ropas de cama mojadas al nivel de destilar agua.- ¿Qué te pasó? ¿Por qué está así? Martín, hay que cambiarle de ropa, necesito que me ayudes...

-Que el weón ese no... me... toque... ¿D-dónde está el A-Arthur? -cuando el argentino le tomó en brazos intentó retorcerse, pero sentía su cuerpo cubierto de lodo, sus músculos débiles e inamovibles.- S-sueltame...

-Manuel... -el rostro de preocupación de Feliciano era bastante notorio, y frunció los labios- Hay que darle un baño... Está muy sudado por la fiebre... Martín, ¿Puedes tú hacer la cama y dar vuelta el colchón? Creo que se va a negar si eres tú quien trata de darle un baño... Yo estoy acostumbrado, siempre ayudo a Lovi cuando está en casa, per favore...

-Ehm... De acuerdo, tío Feliciano... Si eso es lo que tu crees que hay que hacer...

-..--..--..-

[APH] Como cuando algo sale mal. {VeneChi}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora