¿Oyes esto Ana? Son los latidos de mi corazón. Antes de todo esto, cuando creí que aún tenía una oportunidad, sonaban tranquilos y armónicos, sacudiéndose a veces, latiendo inquieto, dándome vueltas en el pecho. Pero ahora puedes acercarte a escucharlos y notarás que algo falla. Suena desacompasado porque está roto.
Si pudiera me lo sacaría. Aunque sé muy bien que nada de esto serviría porque el frío se me haría insoportable. Quizá se congele ahora que la tibieza de tu recuerdo comienza a extinguirse... quién sabe.
Mi hermana dice que nací sin suerte.
Mi padre dice que me deje en paz. Que todo mejorará con el tiempo. Que te voy a olvidar lentamente o de golpe, y que cuando lo haga ya no me dolerás más.
Creo que desconoce la profundidad de la herida.
Una mañana mi padre hace una llamada. Ríe, hace bromas. Baja la voz cuando paso a su lado. Después, como si de algo malo se tratara, frunce el ceño y cuelga. Me mira a los ojos.
-Prepárate -me dice.
-¿Para qué?
-Este fin de semana saldremos de paseo; tu tía dice que podemos ir a visitarla a Jalisco. Dice que tus primos quieren presentarte a alguien...
Yo procuro no mirarlo.
-Gracias, pero no.
Mi hermana pequeña se cuela en la habitación; se sienta en el sofá y enciende la tele. Mi padre le da la misma indicación; ella parece rebosante de felicidad. De inmediato vuelve a alejarse.
-No necesito esta basura -le digo a mi padre una vez que volvemos a quedarnos solos.
-No te pedí permiso -alega él, atravesando la barra en mi dirección. Luego baja la voz-. Hijo, sé cómo te sientes...
-¿De verdad? -pregunto con un dejo de ironía.
Él asiente, mirándome con cierta condescendencia.
-No me hables en ese tono. Y sí, sé por lo que estás pasando. También fui joven y me enamoré. Me partí el corazón muchas veces antes de encontrar a tu madre...
-Oye, pa. No quiero sonar grosero, pero no quiero ir. Esto se me hace insoportable.
-¿Esto?
-Mamá y tú. Me tratan como... como si estuviera roto.
-¿Y no lo estás? -pregunta él, frunciendo el ceño.
Lo estoy.
-No. Claro que no. Sé que todo saldrá bien. Descuida. Sólo necesito tiempo.
-Tiempo -repite él; mira para otro lado y luego suspira-. Sí, debí suponerlo...
-Así que puedes cancelar -le digo yo de inmediato, para no perder la oportunidad.
-¡Ah, no!, ¡claro que no!
Abro los ojos, alarmado.
-Pero tú dijiste que...
-Sé lo que te dije, gracias. Pero no voy a cancelarle a tu tía, ¡si yo fui quien se lo propuso! -como ve que pienso reclamarle, continúa-. Déjame terminar. Este fin de semana iremos todos nosotros a Jalisco. Serán sólo algunos días. Ya pedí permiso en mi trabajo y tu madre no tiene inconvenientes tampoco. Nos vamos a llevar a tu hermano. Pero no te voy a obligar a acompañarnos, ¿okay?, esa decisión es sólo tuya. Si lo que quieres es tiempo, te lo vamos a dar. Nos tienes preocupados a todos. No quieres salir, no quieres comer, ¡No quieres hacer nada! Así que por favor, piénsalo. ¿Está bien?
Yo me quedo callado unos momentos. Finalmente, asiento. Él me pone una mano sobre el hombro antes de retirarse, y me dice:
-Te quiero, hijo. No vuelvas esta tormenta un huracán. Créeme que por ahora duele, pero después vas a superarlo y te vas a dar cuenta de que puedes resistirlo todo.
-¿Incluso esto? -le pregunto, porque la verdad es que creo que es un tipo de dolor singular, nuevo para mí. Una especie de vacío que temo que siempre esté ahí.
Él me mira una vez más, muy serio. Luego, poco a poco, una sonrisa empieza a asomarle de los labios.
-Incluso esto -promete.
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LAS 36 PREGUNTAS
RomanceNo me malinterpreten: jamás he sido del tipo de chicos que siguen modas... Pero estaba desesperado. Después de que Renata me rompiera el corazón, sabía que estaba de más intentar arreglarlo a como diera lugar. Quizá por eso busqué la manera de recom...