Ume

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¿Cómo explicar la sensación de contemplar una estrella en una noche de frío intenso? ¿El sentimiento de observar una gema tan brillante como el propio sol? Y, a la vez, ¿Cuál será la reacción al ver que esa piedra preciosa posee el rostro más triste jamás visto?. Todo esto se puede resumir en una suave palabra: Ume.

Es una joven alta, de delicado rostro. Su melena, casi de color medianoche, acaricia suavemente su cara, dándole forma de corazón. Aunque la humedad le hace encresparse un poco el pelo, le sienta bien ese aire descuidado. A través de sus brillantes ojos, rasgados y grises oscuros, traspasa una mirada cálida y atrayente. La recta nariz se sitúa por encima de unos finos y sutiles labios, en los que se agolpa la sangre con una tonalidad muy marcada. Sus brazos son adecuados para su estatura, y se adaptan a suaves y ondulados movimientos. En sus palmas y sus manos,se reflejan las marcas del trabajo duro en el campo.

La joven tiene la naturaleza de ser discreta, dulce e inteligente. Su forma de andar es armoniosa y lenta, aunque denota inseguridad en su misma cuando gira la mirada hacia los lados.

Suele llevar un doble Kimono, blanco con flores de té en su fondo, y un Kimono interior. Un lazo, llamado Otí, sujeta ambos. Su diseño se puede definir en dos palabras: sencillo y refinado. Habitúa a llevar un pequeño bolso japonés y un abanico gansen con un sol en el centro y el resto blanco. Todo este conjunto lo usa para comerciar con las plantas que cultiva. Para el campo se pone un antiguo y desgastado yukata, heredado de su madre.

Vive en una pequeña y humilde casa hecha de madera. Esa casa se encuentra en un valle recóndito y desconocido, en Uji. El lugar es muy especial, ya que es muy fértil y crecen muchas flores durante todo el año. Al lado de la casita se encuentra un gran cultivo con plantas de tés. De ahí, gracias a las encestar les técnicas que le había enseñado su padre, saca una rara variedad: el té blanco.

De la planta solo utiliza las yemas y hojas más delicadas y tiernas. Cuando están listas, Ume las deja secarse al aire libre, con los rayos del sol calentándoles. Mete el té en una pequeña bolsa que la cierra con las hojas de árboles cercanos. Suele decorarlas con pétalos de flores del valle. Luego, las junta y las guarda en su pequeño Kaban. Por último va hacia el pueblo y comercia con los habitantes, que aprecian su té blanco y la combinación con otras plantas medicinales y aromáticas.

El Sentido de la InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora