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    Mi abuela siempre me decía Señorito Robinson, ella decía que siempre fui serio y maduro para mi edad. Recuerdo que tan solo tenía 10 años. Nosotros vivíamos en una pequeña granja y me levantaba todos los días a las seis de la mañana para ayudar abuelo a ordeñar la única vaca que teníamos. En aquel tiempo era la persona más feliz del mundo, con ellos sentía paz y que me entendían a la perfección y los domingos teníamos que ir a misa aunque no me gustaba pero abuela siempre me decía "Para llegar al cielo tienes que entregarte por completo a Dios".


   Un día en la mañana me levante y lo único que escuchaba eran los gritos de abuela, no sabía que pasaba, estaba muy pequeño para entender lo que ocurría, le pregunte qué era lo que estaba pasando pero no me respondía, ella, no dejaba de llorar. Cuando salí de la casa me encontré con mi abuelo, estaba guindado en un árbol con unas cuerdas en su cuello, supe que había muerto... Pero nunca entendí como alguien como abuelo pudo haberse quitado la vida tan fácil, él siempre estaba alegre.



   Ellos siempre me decían que tenía un hermano, pero que él vivía con otras personas y que se parecía mucho a mí, era mi sueño conocerlo. Nunca supe de mis padres, una sola vez le pregunte a mi abuela que quienes eran y ella me respondió:


-Tu padre es Dios él te dio la vida, no hagas más preguntas señorito.


   Entonces no quise molestarla más. Desde la muerte de abuelo estábamos mal económicamente, se robaron la única vaca que teníamos y abuela se estaba enfermando. Cada vez que iba a dormir lloraba por la noche y los domingos iba a misa yo solo, porque abuela no podía levantarse de la cama. Yo le pedía mucho a Dios que nos ayudara y que no permitiera que mi abuela la única persona que me quedaba no se muriera.


(...)

-Hijo mío, tienes que ser fuerte y luchar con este mundo lleno de pecados-. Dijo ella.


-Abuelita no me dejes solo, como podría seguir si soy un niño, no puedo, llévame contigo-.


-Mi Señorito Robinson no llores por mí, algún día nos volveremos a ver y yo estaré esperándote llena de luz-.


   Recuerdo que esa noche estaba solo con ella, no sabía qué hacer, entonces le di un beso y le dije que la amaba con todo mi corazón y fui a la casa del Dr. Bello a pedirle ayuda.


-¿Que paso Rubincito que haces a estas horas de la noche? -dijo el Dr. Bello.

-Ayúdeme por favor mi abuela está muy mal -Con lágrimas en los ojos se lo dije.


Llegamos a la casa y yo entre primero a su cuarto pero ella estaba durmiendo. Le dije al Dr. que mejor la dejara dormir porque estaba descansando pero con la expresión que el hizo de inmediato supe que se había ido, que ya no estaba conmigo y lo único que pensaba era que estaba solo en esta vida.

Diario Del Señor RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora