Capítulo1

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     Un año y tres centímetros de diferencia. Leila parecía a simple vista ser la mayor de tres hermanos, quizás, la forma en que se maquillaba y actuaba la hacia aparentar más de lo que tenía.

   Por las noches mi hermana siempre salía, escapaba por la ventana de mi habitación que daba justo a un árbol de la parte trasera de nuestra casa. Saltaba y trepaba como si fueran unos escasos centímetros. Nunca la atrapaban. Cuando mamá salía a dejarle los planchados a la señora Rob, Leila iba a su habitación y le sacaba unos pintalabios rojo potente. Todos los fines de semana eran iguales. Cuando mis padres se iban a la cama; Leila ya estaba esperando por salir.

   Mis planes eran distintos, me pasaba los fines de semana enteros encerrada en casa. Era algo que me encantaba. Solía leer y sentarme frente al piano a tocar unas fantásticas melodías que el amigo de papá me había enseñado.

***

   Había despertado temprano, era mi ultimo día en la secundaria. Me encontraba mirando el techo y contando las estrellas y las lunas fluorescentes que había pegado junto a papá cuando tenía como 6 años.

42, 43, 44, 45, 46... ¿Por qué habré colocado tantas? Maldición, en que estaba pensando, ya tenía casi 18.

47, 48... Guau ! esa estrella si que esta grande. 49...

-¡Saaaaam!-. Escucho gritar a mamá desde la cocina. -Llegarás tarde a clases. Levántate antes de que te deje otra vez el bus.

-Ya voy mamá-. Me levanté y comencé a buscar entre mi ropa algo para ponerme. Mi estante de ropa era bastante pequeño comparado con el de Leila. Para su cumpleaños siempre pedía ropa y más muebles para guardarla. Yo solo pedía dinero para poder ahorrar.

   Encontré un sweater color mostaza. Tenía unas flores con muchos pájaros bordados en las mangas. En la parte del cuello tenía unas cintas color negro que colgaban hasta casi la cintura. <Maldición> pensé otra vez. No puede ser que aun tenga ropa que parezca para niñas de primaria.

-¡SAMANTHA! Si no bajas dentro de dos minutos te iras con pijama a tu último día de clases, y mojada, por el balde de agua fría que te lanzaré-. Escuchaba las risas de mi padre y Leila.

Me dí un baño rápido y saqué el sweater más infantil que una niña de secundaria podría usar, me puse un jeans azul con unas botas color café. Me miré al espejo que estaba justo frente a mi cama, repasé mi vestimenta y no muy convencida tomé una chaqueta color café y me la puse.

Bajé las escaleras rápidamente hacia la cocina. Mi padre estaba leyendo el periódico con sus lentes, vestía una camisa y corbata color azul. Me miró y me sonrió. volvió a poner su atención en el periódico y le dio un sorbo a su café. A un lado se encontraban unas tostadas con huevo revuelto que mi madre había preparado. Leila estaba tomando su infaltable batido proteico.

-¿Que quieres cariño?- Me preguntó mamá que se encontraba secando la vajilla.

-Jugo de naranja- dije al mismo tiempo que tomaba unas tostadas que se encontraban sobre la mesa de la cocina.

-Siempre tomas jugo de naranja.- Exclamó Leila dándole un sorbo a su batido.

-Y tú siempre tomas batido. Solo pienso en que no te están haciendo efecto- Le dije mientras le daba un bocado a mis tostadas. Leila puso lo ojos en blanco y se fue caminando hacia la puerta.

-Adiós mamá. Adiós Papá- Dijo mientras habría la puerta.

-¿Y yo qué?- Exclamé.

-Tú no, jugo de naranja.- Me dijo mientras salia por la puerta. Hola

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