—No puedo subir allí.
—Sí que puedes. No es a mí a quién persiguen, sino a ti. No tengo por qué cruzar esto —Odín arqueó las cejas.
El muro se extendía ante ellos, oscuro e inmenso. Calipso lo ojeó. No era terriblemente alto, pero sí era imposible para ella.
—¿Pero no hay otra salida?
Él sonrió.
—Claro que sí, pero tendrías que pasar a tus soldados para llegar a ella.
Ofuscada, Calipso volvió a mirar el muro. Iba a romperse el cuello, lo sabía.
—Tú súbeme. Tú entraste al castillo, así que puedes subir ahí —dijo, tironeando de la manga de su chaqueta. Odín hizo una mueca y se quitó sus deditos de encima con facilidad.
—¿Cómo así? Así que ahora soy la mula, eh —se quejó, mirándola de reojo—. ¿A cambio de qué haré este servicio especial?
Ella dejó caer la mandíbula.
—¿Cómo que: "A cambio de qué"? ¡Tenemos un trato!
—El trato no incluía cargarte cada vez que no puedes hacer algo, Calipso.
—No hay tiempo para eso —gruñó ella, plantándose delante suyo—. Súbeme. —Extendió los brazos hacía él como si fuese una niña pequeña. Ya había perdido la dignidad cuando él la entró alzada a la ciudad, así que eso no significaba más nada.
Odín se carcajeó sin humor y negó con la cabeza.
—No puedo con una pared lisa. Deberás subir por ti misma. Yo te empujaré desde abajo. Anda.
Oyendo con mayor volumen voces y cuchicheos pueblerinos, Calipso aceptó su orden. Se estaban acercando y el tiempo apremiaba. Era eso o ser escoltada de vuelta al palacio y quién sabía qué pasaría con Odín. Puso ambas manos en la pared y se quedó quieta, sin saber qué hacer.
De pronto, él estuvo pegado a su espalda. Su rostro quedó junto al suyo y ella dio un respingo. Sin embargo, Odín solo pretendía señalarle algo.
—Allí arriba hay un pequeño ladrillo corrido, ¿lo ves? —le dijo—. Te alzaré y tratarás de pararte allí, ¿de acuerdo? Solo tienes que poner un pie para impulsarte hacia arriba.
Con un movimiento tembloroso de la cabeza, Calipso asintió. Odín la alzó por la cintura, hasta llevarla por encima de su pecho; allí, sujetó sus muslos y continuó impulsándola. Pataleando en el aire, ella pensó en dos cosas: en los calzones de seda, casi transparentes que estaban quedando a la vista, ... y en si Odín los estaba viendo.
—¡Pon el pie! —exclamó Odín.
Puso el pie en la pared, buscando la saliente. La halló por casualidad y supo que no iba a poder sostenerse solo con eso.
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Destinos de Agharta 1, Calipso (DISPONIBLE EN LIBRERÍAS)
FantasyAnsiosa por tener una nueva vida, Calipso, la supuesta diosa del agua, huye de su templo con un sucio e hilarante ladrón de joyas, Odín. Pero pronto descubrirá que no puede huir de su nombre. Tampoco de Odín...