Atrévete.

Primer juego, primera parte.

Oí a alguien a hablar sobre un partido y pude diferenciar su voz, su inconfundible y hermosa voz que me vuelve loca. Me excitó. Me puso los pelos de punta. Entré con seguridad de mí, bajándome un poco la camisa para enseñar más escote del que ya enseñaba, y eso que mis pechos son totalmente resaltables. 

- Buenos días, precioso. ¿A qué hora? -Apoyé las manos sobre su puprite después de la clase de Inglés, apretando mis pechos y marcando algo de escote. Mordí mi labio inferior de manera sensual, mirándole fijamente. Supe por su rostro, que no podía aguantar en mirar más hacia mis pechos. - ¿Y en dónde? 

- Eh... el sábado a las 12... -Tartamudeó un poco, desviando la mirada hacia mis pechos y después a mis ojos.

- No, cariño... Hablaba de nuestra cita. -Sujeté su barbilla, alzándola para que pudiera mirarme fijamente a los ojos, cuales estaban maquillados, para parecer algo más sensual de lo normal. 

Imaginé. Después suspiré. No había nadie en clase, estaban en la pequeña "sala" que daban a los baños y eso se oía por todo el pasillo que eran aulas. Me senté en la fila del medio, donde él ya se había sentado más de una vez, dónde más de una vez observé su hermoso cuello y deseé acercarme para oler su fragancia... 

Dejé la mochila sobre la mesa, sentándome en la silla. Miré fijamente los apuntes rebujados de Física y Química, acordándome de algunas que otras cosas... así refrescaba la memoria para Septiembre; también me quedó Física y Química. Y unas buenas... 

El alboroto llegó a la sala. Primero entró Carlos, el famoso amigo de Luis, el que siempre está riéndose y le gusta la fiesta. Es el más normal de esta aula. Le siguió Romeo, era pequeño pero para serlo, estaba bien formado. Sus ojos eran esmeralda y su cabello alborotado oscuro le hacía aún más guapo.

Desviado del tema, con la música, estaba Alex. Intenta siempre encajar con la clase y por ello se convirtió en el "payaso", puesto que es el que dice las tonterías que hacen gracia. Justo en ese instante, apareció Karim... a ese no lo soporto. Es muy pesado. Siempre se queja de todo, siempre. No hay instante que no pare y piense lo que dice. Es más, cuando te defiendes, siempre dice "¿Te has mirado en el espejo?" 

Siempre me interesó conocer a un chico, que parecía invisible pero se llevaba también con los demás. Excepto conmigo. Ninguno me hablaba y no sabía por qué. La mayoría se sentó detrás o delante, pero nadie a mi lado. No estaba desilusionada, total, para ser sincera, tampoco lo esperaba.

Pero, al sentir que alguien entraba por la puerta, levanté la cabeza de la mesa. Era él. Luis. Tenía unos ojos firmes, marrones como el color de la coca-cola al sol y sin gas. Alto, atlético... No puedo decir más de él, siento que es la perfección en persona. Camina hasta su mochila, y la coge.

Tímidamente, le sigo con la mirada. De vez en cuando, agacho la mirada y después la vuelvo a levantar. Me quedo quieta porque siento que pasa a mi lado, esperando a que se siente en el siguiente puprite del mío, pero simplemente pasa. Entonces ahí, dejo salir un suspiro para mí. 

Me esperaba algo que no iba a llegar. Pensé que quizás lo del escote sería mucho, así que me levanté la camisa levemente. Abrí la maleta y despistada de mundo saqué  mis libros y la libreta, el lápiz y el bolígrafo. Ahí, fue cuando empezó la clase. 

Estaba absorta, tantos números nunca se me habían dado en mi vida, y lo cierto es que estoy un poco apurada. Se va a acabar el Verano y tendré que presentarme a las recuperaciones en un par de semanas, por no decir que ciertamente en dos. Por ello, sólo me ocupo de estudiar y que al menos se me quede algo para Matemáticas en Septiembre. 

A mitad de la clase, oí molestos ruidos. Eran voces. Voces que provenían de detrás. Dejé de prestar atención a mis deberes para poner "la antena" de lo que decían.