La noche equivocada [1]

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Llevo saliendo con mi novio poco más de dos años, suficientes para crear un fuerte lazo amoroso entre nosotros. Apenas unos días atrás le dije el primer "te amo" y pasó en nuestro segundo aniversario donde me invitó a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Su respuesta fue: 

- Alba, eso es lo más bonito que me han dicho alguna vez. Yo también te amo.

Pasamos una agradable velada pero lo que os voy a contar pasó pocas horas después y me convirtió en lo que hoy en día sigo siendo, una puta.

Tras terminar de cenar, Roberto, mi novio, me invitó a dar un paseo por la playa como solemos hacer cada fin de semana. Asentí con la cabeza y cogidos de la mano me llevó lo más cercano posible al mar. Los minutos pasaban y yo sentía un deseo ardiente de llegar a casa, quitarme el vestido rojo que marcaban mis voluptuosas curvas, los tacones a juego y tirar a Roberto en la cama para a agradecerle estos dos años juntos. Tal fue el deseo que la noticia que acababa de recibir mi novio me arruinó la noche por completo, o eso pensaba en ese momento.

- Alba, cielo, mi jefe me acaba de mandar un mensaje importante. Al final tengo que asistir a la reunión de esta noche. No sabes cuanto lo siento... Prometo devolverte estos momentos mañana mismo. 

- No te preocupes Rober. Al fin y al cabo de tu trabajo vivimos desde que fui despedida de la oficina. 

- Gracias por ser tan comprensiva. Mi jefe me recoge en 5 minutos. Te dejo 20 euros para un taxi y te veo en unas horas en casa. Cuidate cariño, te amo. 

- Cuidate tú también. Te amo...

Pocos minutos después le veo alejándose en el coche de su jefe, ese miserable hombre que tantas noches nos a arruinó con sus reuniones urgentes. ¡Cuánto lo odio! -pensé al instante-. 

Me quedaba un buen trozo de playa hasta la parada de taxi más cercana y no había más remedio que recorrerla a pie. Me quité los tacones que se volvieron insoportables y seguí andando. Roberto me dejó con esas ganas locas de llevarlo a la cama y no dejaba de pensar en ello. Lo más probable es que al llegar a casa me habría dado placer a mi misma, pero eso no fue necesario, pues algo mejor estaba a punto de suceder. 

A unos veinte metros de mi, observé como un chico se estaba bañando en el mar. En ese momento estaba saliendo del agua y a pesar de la oscuridad de la noche podía distinguir su silueta. Estaba solo, así que me atreví a acercarme y preguntarle porque se bañaba tan tarde cuando apenas se puede ver en el agua.

- Hola. Vi como te bañabas hace un rato. No es habitual ver eso a estas horas por aquí. ¿Eres de la zona? Por cierto, me llamo Alba. 

- Tampoco es habitual que una chica tan atractiva se acerque a preguntar eso jaja -me puse roja al instante-. Yo soy Cristian y practico artes marciales. Esto es uno de mis entrenamientos nocturnos. 

- ¿Y no te da miedo? 

- Hace un rato me daba, pero ahora que estás tú aquí no tanto jaja. 

- Eres muy gracioso jaja.

Le observé de la cabeza a los pies y ese hombre sospechoso no podía haberme mentido. Sus abdominales bien marcados y sus piernas fuertes fueron justo lo necesario para cogerle confianza y creerle. De echo despertó algo en mi. Captó mi atención y en parte se debe a la necesidad de tener a un hombre cerca, muy cerca de mi.

- ¿Quieres bañarte? 

- Emm... sí, porque no. Tampoco tengo algo mejor que hacer.

Me quité el vestido delante de sus ojos, viendo como me miraba muy atento. Entré al agua y él me siguió.

- ¿Y que hace una chica como tú solita por aquí a estas horas? 

- Es mi segundo aniversario con mi novio y su jefe le exigió acudir a una reunión urgente así que me dejó aquí sola y cuando te vi estaba de camino a mi casa.

Apenas terminé la frase, el hombre se lanzó y me besó suavemente en los labios. Quise apartarme pero algo fuerte dentro de mi quería que siguiera. Sin decir palabra alguna, me desabrochó el sujetador y me cogió del culo para acercarme a él. Me gustaba esa sensación y la idea de serle infiel a mi novio por primera vez me ponía a mil. Me cogió la mano y me la puso sobre su pecho fuerte y varonil. Mi instinto fue de bajar la mano por ese cuerpo que toda mujer desearía poseer. Me susurró que la siga bajando y sin cuestionarle nada, bajé mi mano hasta notar un gran bulto por su bañador. Lo rocé y le escuché gemir. Metí la mano suavemente y le agarré la polla con toda la palma. Era enorme y estaba muy dura en ese momento.

- Ven -me dijo con media voz al oído-.

Me llevó sobre la toalla tendida en la arena. Tenía miedo por si alguien nos vería, pero era muy tarde y no se podía ver a nadie por el paseo. Volvió a besarme y poco a poco sus besos fueron bajando por mi cuerpo, llegando a mis pechos, que no dudó ni un segundo en lamerlos y morderme suavemente los pezones. Estaba muy excitada con aquel desconocido y deseaba ir más lejos. 

Bajó más con los besos y a la vez me iba quitando el tanga de color rojo que me había puesto para mi novio. Llegó hasta la parte más íntima y con la punta de la lengua me lamió el coño de abajo hacía arriba de una pasada. Gemí de placer y aceleró sus movimientos de tal forma que tuvo que taparme la boca con su mano para no gritar. Me encontró el clítoris y lo estimuló como nadie lo había hecho hasta entonces. Yo estaba lubricando en exceso hasta parecer una fuente. Mi sorpresa fue cuando de un lengüetazo me lo volvió a lamer todo y al mirarle se tragó todo el líquido ante mis ojos. Apunto de explotar de placer le pedí que se tumbara y se dejara llevar. Le bajé el bañador y su gran miembro casi me golpea en la cara. Se lo cogí y ansiosa lo metí hasta la garganta pudiendo observar como sus ojos se ponían blancos de placer. Le recorrí toda la polla con la lengua. Trataba de meterla entera en mi boca pero su tamaño me hacía el trabajo bastante complicado. Se la chupé con muchas ganas durante unos minutos pero no podía permitir que eso terminara así. Sin decirle nada me puse encima de él y bien abierta de piernas dejé que su polla me llene hasta el fondo. Los dos comenzamos a gemir fuerte sin que nos importe si alguien estaba escuchado. Empecé a moverme la cadera con un sensual movimiento que permitía dejar entrar su polla con facilidad. Aceleré hasta quedarme agotada.

- Date la vuelta -me ordenó Cristian-.

Le hice caso y me di la vuelta poniéndome a cuatro patas delante de él. Me cogió el culo con firmeza y tras pegarme una palmada en los glúteos metió su polla enorme de nuevo dentro de mi. Grité como nunca lo hice con mi novio. Era lo mejor que he sentido jamás. Sentía como entraba hasta el fondo a golpes y como él intentaba llegar hasta mis pechos para apretarlos. Creo que llegué unas tres veces al orgasmo en los pocos minutos que lo hicimos y aún esperaba a que él llegara también. No tardó mucho más. La sacó rápido de dentro de mi y me pidió que abra la boca. No sabia si hacerlo pues nunca había probado el semen, pero no le di muchas vueltas más y le agarré la polla para masturbarle muy cerca de mi cara. Cuando menos me lo esperaba salió todo el semen disparado en mi boca llenándomela entera. Como acto reflejo me lo tragué todo y procuré dejársela bien limpia.

Se vistió, me dio un beso en la mejilla y volvió al agua sin decirme palabra. Tampoco me importaba pues supo muy bien como apagarme esa llama del deseo. Nunca volví a verle desde entonces pero siempre que lo hago con Roberto pienso en ese hombre rubio, alto y con la polla más grande que había tenido alguna vez dentro de mi.

La noche equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora