II. Lluvia

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It's hard to talk to see what's deep inside
It's hard to tell the truth when you've always lied
How do you love someone without getting hurt!?
How do you love someone without crawling in the dark!?

How Do You Love Someone; Ashley Tisdale.

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Empezó a llover cerca de las tres de la tarde, sobre las seis se convirtió en diluvio y Seto Kaiba contempló a las siete la empapada figura de Yugi Mutō chorreando sobre la carísima alfombra persa de su salón. Por lo general aquel hecho intrascendente le habría parecido nimio, sin embargo, por alguna extraña razón algo de aquella escena le irritó y le irritó de tal manera que cualquiera que conociera a Seto sabría lo suficiente de su lenguaje corporal como para adivinar que no era conveniente contradecir ninguna de sus palabras. No cuando se encontraba en ese estado.

—¿Estás seguro de que no te importa, Kaiba? No quiero ser una molestia.

Claro que Yugi parecía no conocer en lo absoluto el lenguaje corporal de Kaiba. Eso o lo estaba ignorando a caso hecho. La cuestión era que Yugi había decidido con su estúpida pregunta exasperar sus ya de por si crispados nervios. Aspiró muy lentamente en un intento de que su enojo no fuera translucido para el resto de personas del salón. Fracasó miserablemente en el intento.

—Mokuba —dijo lentamente el mayor de los hermanos Kaiba y algo en el tono de la voz de Seto provocó que el menor de los hermanos se levantara como un resorte del sofá—. Dile a Yugi que como siga haciéndome la misma estúpida pregunta una y otra vez le voy a mandar de una patada de vuelta a la lluvia —siseó entre dientes. El aludido se sonrojó y el menor de los Kaiba suspiró con alivio al comprobar que el enfado de su hermano no era aún lo suficientemente grande como para obligarle a echar al chico de la casa.

En un primer momento el mayor de los Kaiba se había preguntado por qué Yugi había decidido refugiarse en su casa después de que los hubiera evitado a él y a su grupo como si fueran la peste tras la desaparición de Atem (No fue algo que hubiera hecho adrede de todas formas. Simplemente había estado demasiado ocupado con su trabajo). Luego recordó que Mokuba si había seguido en contacto con ellos así que, si lo pensaba detenidamente, esa era la explicación más lógica al asunto.

Y el agua seguía cayendo sobre su pobre alfombra.

—Creo que va siendo hora de que dejemos de mirarte como idiotas y te ayudemos a secarte —sentenció Mokuba tras un rato de tenso silencio entre los tres.

Kaiba se mantuvo ajeno a la situación. Con los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada que decía más de lo que hubiera deseado contempló como su hermano se ocupaba de Yugi. A pesar de que Yugi había crecido bastante en ese tiempo resultaba curioso ver como Mokuba había acabado siendo más alto que el muchacho. Debería haberle resultado gracioso, quizá debería haber emitido algún comentario venenoso sobre aquello solo para picar al chico, sin embargo, no era mofa el sentimiento que se perfilaba en su pecho.

Era añoranza.

Dioses, como odiaba Kaiba ese sentimiento.

Y, sin embargo, no se comparaba con el otro sentimiento que le inundaba.

Impotencia.

Porque no sabía cómo actuar frente a Yugi. Porque no sabía cómo comportarse con él. No después de lo que había pasado, de lo que habían pasado. Aún, a veces, se preguntaba por qué narices Yugi aceptó aquello en un primer momento. Porque era obvio que Yugi tenía que haber cedido al deseo de Atem (prefería pensar que Atem no lo había hecho a espaldas del otro y él nunca se había atrevido a preguntarle a Yugi si estaba de acuerdo con todo ese maldito embrollo). Y es que él al principio no había creído la idea de dos entes paralelos viviendo dentro del muchacho (trastorno de identidad disociativo, había pensado) y cuando había sido capaz de entenderlo ya era demasiado tarde para pararlo. Se había involucrado demasiado emocionalmente.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora