Amnesia / Té del Diablo

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"La mayor parte de nuestras visiones nocturnas no son quizá más que débiles y fantásticos reflejos de nuestras experiencias vigiles."

-  H.P. Lovecraft

Gracias a esta amnesia que me ha dejado vislumbrar alguna que otra emoción olvidada; puedo inferir que estuve, aparentemente, en frenesí, y que, en ese estado, les relaté algo: palabras o frases, de las cuales, ya no recuerdo nada. Aun así, lo único que sé con certeza, ya lo he dicho; pero al parecer ustedes se resignan en aceptarlo. Les repito, ¡No logro recordar nada más! Por favor... no insistan. Sigo aturdido, por ahora solo déjenme descansar...

Muy bien... Contaré detalladamente todo lo que recuerdo, por última vez; luego dejarán éste inútil interrogatorio. Será todo lo que les diré, porque es todo lo que recuerdo.

<< Lo primero: fue abrir mis ojos. Parpadeaba fatigosamente; emergía de un irreal estado ensoñador, con cierta espesura; mi cuerpo comenzaba a tomar forma, a pesar de eso, mi visión permanecía neblinosa. Ya al percibir el entorno, observé que me encontraba sentado, en lo que aparentaba ser un gran salón oscuro, de murallas rocosas y empapelado movedizo.  Al frente, dos hombres, sin rostros perceptibles, iluminados únicamente por la danza de un fogón, se acercaban sigilosamente. Un sonido, de propiedades guturales, se colaba en mis saturados oídos, pronunciando, a intervalos lentos, algún mensaje en lengua extraña, que no pude siquiera reconocer. Un tenue dolor de cabeza y un amargo dulzor en la boca comenzaban a manifestarse.

 << Formadas mis manos, palpé, con certeza, una superficie húmeda y rocosa. Confirmé esto mirando con impersonal extrañeza el natural pavimento en la que estaba. Al volver la mirada observé una radical mutación en los, hasta entonces, fantasmales rostros, que cada vez más próximos, florecieron de todo tipo de rasgos y detalles propios de un ser humano; esto me permitió, con cierto alivio, percibir el desconcierto que ellos traían. Bajando la mirada observé, lo que a simple vista sería, una gran roca mohosa de superficie plana; sobre ella: desconocidas figuras y materiales de todo tipo. Pero fue un objeto en particular el que capto mi más completa atención. Era un tazón de latón grisáceo, con un corroído oxido en su base, no de mucho grosor, prescindía de toda intención artística o simbólica, de hecho, hubiese perdido el interés, de no ser por el intrigante líquido que contenía. El inacabado brebaje, de color ocre, era casi transparente; una flor blanca, de pétalos (o tépalos) dobles con forma de campana, permanecía remojada en lo hondo del tazón. Aunque pueda describirla con familiaridad, su procedencia era completamente desconocida para mí, siendo la primera vez que veía una flor tan peculiar. Analizando éste cuadro, comprendí en una fugaz conclusión (gracias a la ubicación de la infusión y el sabor persistente en mi boca) que el misterioso líquido había sido dejado, y más preocupante aún, ingerido por mí. Absorto en estas ideas me despabiló el repentino cambio en aquella irreconocible voz gutural, que todavía se colaba en mis oídos. Al fin fue posible distinguir el mensaje. Una voz evidentemente humana, de carrasposa modulación hablaba en un dialecto comprensible; las palabras eran claras, estaban en mi idioma nativo, éstas decían:

 - ¡Continúa! ¡Continúa! ¡No te quedes callado! ¡Sigue contándonos! – Gritaba con desesperación -¡¿Cómo es ésa luz y cómo es que pueden controlarla?! ¡Y sobre los sonidos! ¡¿De dónde provienen esos inconcebibles ritmos que tanto te atraían?! ¡Especifícanos como era el lugar! ¡Vamos! ¡Háblanos!.. -

 << La agresividad y desesperación en el tono me hicieron volver completamente en sí. Entendí entonces: que el salón no era otra cosa más que un abrigo rocoso, ubicado (quizás) entre los perdidos e invernales montes Patagónicos, a mediana altura, en un punto olvidado de la geografía, iluminado únicamente por una fogata de gran intensidad; sus llamas, que a ratos flameaban culpa de la nocturna brisa, daban vida a nuestras sombras, proyectadas en el rocoso respaldo del refugio; un caldero vaporoso reposaba a un costado, así también, alimentos y algo de leña; la oscuridad desoladora se alimentaba de la amarillenta luna que nos atendía esta noche; un silencio puro; un frío muerto. Ya estaba claro: me encontraba pleno en mis sentidos. >>

El resto ya lo conocen: sus reiteradas preguntas; mis quejas; el relato mismo; y luego este punto. Cualquier atisbo sobre las pretéritas palabras o de las etéreas visiones, que en mi sonámbulo estado, pude concebir, se han perdido en lo más remoto de mí ser. ¿Si tan sólo pudiera recordar?

Ahora, si me lo permiten, es tiempo de realizar yo las preguntas. Ustedes necesitan respuestas, y para eso yo necesito recuerdos. Me explicarán, con los detalles que sean necesarios, todo lo ocurrido antes de mi despertar: lo que hacía, lo que decía y lo que aparentaba. Me explicarán que hacemos en este lugar tan remoto; me explicarán que es lo que contiene ese tazón; me explicarán por qué y para qué bebí de él; me explicarán qué pasó después de beberlo; y así poder reconstruir mi quebrajada memoria.

Esperen... estoy...un poco mareado. Siento escalofríos. Necesito aire. Algo... algo resuena en mi interior: un eco diabólico, un susurro en los recuerdos, una idea perturbadora, un angustioso desequilibrio de la realidad. Una sensación imperceptible ha comenzado a materializarse en mis pensamientos y emociones. ¡Ah! Su singularidad, logra una revolución demencial en mi cabeza. ¡Ah! ¿Qué resaca maldita es ésta? Siento en mis dedos fluir la sangre, el palpitar de mi cabeza. Estoy exhausto...

Sentimientos, recuerdos...

Sentimientos... Me siento desgarrado de otra vida, como si hubiesen profanado mi presente y  luego puesto acá, frente a ustedes, ¡¿qué macabra broma es ésta?! ¡¿En dónde realmente  me encuentro?! ¡¿Qué es ese maldito líquido?! ¡¿Son sólo ustedes testigos de mis demencias?! ¡¿De qué se ríen!? ¡¿DE QUÉ?!

Un dolor agudo clava furiosamente mi cabeza. ¿Es posible que se materialice el dolor? ¿Son espinas la que fluye en mis venas? Las formas se mezclan, se funden en el abominable sonido de sus descontroladas risotadas; sus ojos rojos y perdidos; sus repugnantes dentaduras. ¡Ah! ¡Cállense! Todo da vueltas; todo se mezcla. El fuego, ¡sí! ¡El fuego!.. Haciendo hipnotizantes giros; las risas agudas me envuelven, las veo, me hablan, me tocan, río con ellas... ¡Ah! ¡¿Pero qué demencia es ésta?!... Lo que minutos atrás fue una simple forma humana, ahora es una mezcla aberrante de facciones y sustancias, una amorfidad histérica, que da saltos y saltos y saltos. Se acerca, con su delirante y distorsionada carcajada; una masa excitada, color piel, creciendo continuamente al ritmo de una remota percusión, a tal punto, que queda solo su ubicua forma. Ese ritmo, ahora enfermizo, cambia de tiempo y expresiones, y con ello la tonalidad de éste ser; de un color piel a un color gris, de un color gris a un color ocre, de un color ocre a un color verde, de un color verde a un tono azul, un azul cada vez más profundo, un azul frío y lejano.

Recuerdos... ¡Sí! Recuerdos. Recuerdo estas emociones;  recuerdo mis sentidos, invadidos por un caos confuso y lejano; recuerdo este bullicio, que lentamente comienza a volver. Tomar conciencia, ¿cómo decirlo?, cuando la revelación pude confirmar o destrozar nuestras creencias. Así reconozco mis manos; reconozco el color; reconozco el lugar; reconozco las risas; reconozco las presencias; me reconozco, de pie, apegado a la muralla azulada, observando una lámpara; reconozco el techo, la alfombra, ¡el líquido!, la música, mis amigos, sus risas... sus interminables risas... Giro y les pregunto - ¿De qué se ríen? 

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2023 ⏰

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