Cap 1 al 7

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Cap 1

Lexie

  Señor Sean Dixon.Dibujo una gran y gorda X a través de eso. Luego de ver a Sandy McPuta-sterdeslizar su lengua por la garganta de Sean, todas mis fantasías sefueron al fuego justo como la ira dentro de mí. Esa perra engreída, buenapara-nadasabía exactamente lo que hacía. Su corazón es más oscuroque mi pintura de uñas Negro Ónix.Se detuvo justo en frente de mí mientras yo esperaba sentada por miviaje, y tiró de la cara de Sean a la suya excesivamente arreglada, luegoprácticamente lo inhaló. Apuesto que escuchó los rumores sobre que Seanplaneaba invitarme al baile formal de invierno.Dios no permitiría que su archienemiga consiguiera lo que másdeseaba. No es justo. He esperado, observándolo desde la distancia porlos pasados dos años, analicé cada gesto que ha hecho y cada palabraque me ha dicho.Desafortunadamente ser la hija de la alcohólica del pueblo no gritaexactamente—: ¡Mírenme! ¿No soy sexy?Cierro mi cuaderno de un golpe justo cuando Ryan lo arranca de mismanos. —Oye, ¡devuélveme eso! —Me levanto de un salto del bandofuera de la escuela y reboto hacia arriba y hacia abajo. No sirve. El brazode mi mejor amigo está muy lejos de mi alcance. Aunque mido 1.70, Ryanse eleva sobre mí.Él debe saber que no tiene que meterse conmigo. Soy la chica queconoce más sobre él que cualquier otra persona. Así que tomo ventaja yvoy directo a su punto débil, haciéndole cosquillas en el lugar donde elbrazo se dobla, en el codo.7Los músculos se contraen y su camiseta se aprieta sobre su bíceps.Una fuerte risa sale de su boca, su mano cae a un lado. —¡Tramposa! —grita, y tomo mi cuaderno de sus manos.—Ganadora —lo corrijo y le doy una sonrisa jactanciosa.Niega con la cabeza, su cabello rubio oscuro corto perodesordenado se balancea con sus movimientos. Ojos oscuros bajan a losmíos, sus cejas arqueadas. —Si tú lo dices. —Su brazo busca, tratando detomar el cuaderno de nuevo, pero soy muy rápida. Me giro, pero es másveloz esta vez. Me toma en sus brazos, y el mundo gira a mí alrededor.No hay sentido en luchar con él. Me sujeto y disfruto el paseo.Cuando se detiene y me pone otra vez en el suelo, quedamos inestablessobre nuestros pies, sonríe con su gran sonrisa Ryan.Apunta a su carro. —¿Estás lista? Nate y Kaylee ya están en el auto.Aunque él tiene una baraja de cartas, así que puede mantenerla ocupadapor los próximos dos días. —Por la ventana veo la parte superior delsombrero de ala de Nate, su cabeza inclinada hacia abajo a Kaylee queestá acurrucada a su lado.Miro a mi muñeca como si usara un reloj. —He estado esperando sólocomo por veinte minutos. —Frunzo mi nariz y le doy mi mejor cara"enojada" aunque Ryan dice que me hace lucir estreñida.Frota su nuca. —Lo siento, me retrasé en Auto Shop. Estábamosquitando un motor de un Dogde Dart 1972.Miro a mis uñas negras —sin morder— y luego de vuelta a Ryan. —Y sisupiera qué es eso podría estar impresionada.Su boca cae abierta, y sus brazos se elevan. —¿No te he enseñadonada? Me da vergüenza que seas mi mejor amiga.Por supuesto que sé lo que es un Dogde Dart. Sé muchas más cosasde los carros de las que quiero saber. Pero Ry los ama, así que cuandohabla por horas y horas sobre clásicos versus modernos e inyección decombustible versus carburación, lo escucho.—Ahora sabes cómo me he sentido por los pasados diez años.Sus ojos se abren, arruga la frente, y doblo mis piernas, lista paracorrer. —¡Ah, sí! —dice y salta hacia a mí con sus dedos cosquillosos. Corroal coche, riendo tan fuerte que debo parar para afirmar mi estómago.Levanto la mirada, y en toda su gloria prostituta está Sandymetiéndose al coche de Sean. La visión de la cara de Sean marchita micorazón. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Soy una don nadie, y él esencantador y mega candente, pero creí en cuentos de hadas, y él era mi 8Príncipe Azul. Debí haber escuchado a mi mamá hace años cuando medijo que los cuentos de hadas eran juegos de niños.Ryan se detiene. —¿Qué pasa? —Los ojos ya oscuros se oscurecenmás mientras la preocupación se graba en las esquinas, tensión tirandofuerte.Por un segundo me olvido de la gran muestra de afecto de Sandy.Ryan me hace eso. Es el único que me puede hacer olvidar mi vida demierda. Me giro, asustada de llorar. Una mano gentil descansa en mihombro. —Lex... —Su voz se desliza dentro de mis oídos como una canciónfamiliar. Despacio me gira hasta que estoy mirando dentro de los suavesojos cafés del chico que siempre me atrapa cuando caigo.La preocupación sigue ahí, pero la tensión se fue, reemplazada porla necesidad de hacer que cualquier cosa que me esté molestando sevaya.Una lágrima se desliza por mi mejilla.—No llores —dice y pasa su largo dedo bajo mi ojo.Voy a hablar, pero las palabras no vienen. Una hoja de cristal seforma en mis ojos, y cuando me toma en sus brazos, el cristal se rompe.Lágrimas caen por mis mejillas, dejando grandes marcas húmedas en sucamiseta blanca.—De acuerdo, no estoy avergonzado de que seas mi mejor amiga —dice y la risa estalla de mi boca haciéndome bufar—. ¡Eso es caliente!Me seco las lágrimas. —¿Hay algo malo conmigo? ¿Soy defectuosa?Su frente se arruga en confusión, pero cuando Ryan mira sobre mihombro y ve a Sean inclinándose en la ventana del pasajero de su autobesando a Sandy, la piel se tensa.—¿Él de nuevo? Lex, es un idiota.—Lo dices por decirlo.—No, no lo hago. En el gimnasio tiró una pesa porque tenía unamancha de pasto en sus pantalones. Eso es un idiota.—Sean es perfecto. Y yo... yo sólo soy la chica con la alcohólica delpueblo por madre.—Necesitas parar.—¿Parar qué?—Castigarte por algo que no puedes controlar. Tu mamá no definequien eres. Tú lo haces. Y si me lo preguntas, eres bastante asombrosa. —Pone su mano bajo mi barbilla, levantándola hasta que miro a sus ojos—. 9Ahora que se joda Sean. Que se joda Sandy Nelson y que se joda tumamá. Tengamos un día de diversión de Ryan y Lexie. ¿Qué dices?Me encojo de hombros. —¿Por qué no?Ryan tira su brazo sobre mi hombro y me guía a su carro. A través dela ventana veo a Nate sin su sombrero de ala, con la mano en su interior,probablemente a punto de sacar una docena de pañuelos de seda.Kaylee se fija en todos su movimientos, grandes ojos verdes abiertos conanticipación, soletas rubias descansando en sus hombros. Sólo ha visto estetruco tropecientos millones de veces, y probablemente lo verá un millónmás. Como Nate siempre dice, ella es el conejito para su sombrero.Me subo en el asiento delantero y tan pronto como cierro la puerta,el brazo de Kaylee se envuelve al alrededor de mi cuello. —¡Amiga! —grita,aunque odio esa palabra. Soy una babosa y bestie es la sal. Soloescucharlo me hace encogerme y temblar. Pero es Kaylee, la chica quenunca me ha juzgado, así que lo dejo pasar.—¿Qué estás sacando de tu sombrero hoy? —Sintiéndome un pococulpable por haber interrumpido el truco de Nate, le pongo mi atención aél, Kaylee aún cuelga de mis hombros.—Lo siento, bebé. —Kaylee me suelta y se inclina a besar a Nate enla mejilla—. Continúa. —Agita la mano y luego se vuelve a enfocar.Las mejillas de Nate se enrojecen, sus dientes deslizándose por sulabio inferior y el truco es tan bueno como siempre. Su mano se enrosca enla cintura de Kaylee, y la acerca, pero no antes de que una risita seescape de su boca.Ryan pone su brazo sobre mi asiento y me mira. —¿Quieres quemañana te acompañe a pasear a Brewster?Claro que quiero. No puedo manejar a ese perro de treinta kilosamador de ardillas por mí misma. Además, sé lo que está haciendo. Estátratando de alejar mi mente de Sean. Es dulce, pero no funcionará.Me enojo de hombros. —Si quieres.—Ya que la señora Nelson sólo te dio el trabajo por mi ridículamentebuena apariencia, creo que le debo el estar ahí.Si mis ojos pudiesen girar en ciento ochenta grados, lo harían. Leconcedo que por él tengo el trabajo, pero no tiene nada que ver con suapariencia. —Ni siquiera estará en casa.—Bueno, en ese caso... —Sus ojos oscuros miran hacia arriba, sufrente se arruga con su expresión de estoy-pensando—. Sí.10Fue un buen intento, pero mi cabeza sigue reproduciendo elnumerito de Sean y Sandy. Me giro en el asiento y descanso la cabeza enla ventana. No quiero hablar. Sólo quiero ir a casa y llorar hasta que se mesalgan los ojos por un chico que nunca fue mío. Ryan sabe. Puedo decirlopor la manera en que sigue mirándome.Aprieta mi rodilla y enciende la radio. Es su manera de decirme quetengo el viaje en auto para recomponerme.Vamos a Skippy Lee‟s, restaurante de hamburguesas/juegoselectrónicos, único lugar de reunión en un radio de 80 kilómetros. Kayleesalta del carro tirando a Nate tras ella.—Quiero un batido de chocolate —dice sobre su hombro—. ¿Tú quéquieres?—A ti. —Nate pincha su trasero luego la toma en brazos, su risa se vatras ellos mientras desaparecen en la multitud.Quiero lo que ellos tienen. Han estado juntos por ocho meses, ¡y ensecundaria eso es como cinco años! Estoy comenzando a creer que nohay conejo para mi sombrero. Quizás estoy destinada a ser el sombrerosolitario que olvidan en el tren.—Te he dado un paseo en coche hasta aquí —susurra Ryan en mioído.Aprieto su brazo, y hace una flexión bajo mi tacto. Chico tonto. —Y loaprecio.El otoño se está convirtiendo en invierno, y no tengo un abrigo. Nisiquiera tengo mangas largas. Escalofríos cubren mis brazos, y froto mismanos de arriba a abajo para calentar mi piel.Ni siquiera necesito pedirlo. Ryan se inclina en su auto y me pasa susudadera con capucha. La envuelve alrededor de mis hombros y meto misbrazos por las mangas. Tomo una profunda respiración y sonrío. —Vamos adivertirnos.—Te echo una carrera —dice justo antes de arrancar.—¡No es justo! —Corro tras él. Alcanza la puerta antes que yo, y saltoen su espalda—. Tramposo. —Su perfume, enebro y sándalo, asalta missentidos, y aseguro mis brazos alrededor de su cuello.—Nunca. —Me da su sonrisa Ryan y abre la puerta—. Digamos que esun empate.Entramos, y salgo de su espalda. —Sólo si me compras unahamburguesa de queso y tocino. —Arruga la nariz, pero hago pucheros. 11No es mi culpa que el chico sea vegetariano—. ¿Por mí? —Saco aún másmi labio.—Tú y ese maldito labio. —Presiona mi labio hacia arriba con su dedoantes de alejarse.Me uno a Kaylee en la mesa, y Ryan se une a Nate en la fila. Losgrandes ojos de Kaylee se estrechan en mí.—Lo hiciste comprarte una hamburguesa de queso y tocino denuevo, ¿verdad?Trato de esconder mi sonrisa, pero mis labios tiran fuerte, y ambasreímos a carcajadas. Unos momentos después la risa para, y Kaylee tirauna de sus trenzas rubias tras su hombro. —Él haría cualquier cosa por ti.Hago un gesto con la mano. —Es algo de mejores amigos.—Eres mi mejor amiga, y de ninguna manera te compraría unahamburguesa si tan solo el aroma me mandara a vomitar al baño.—No es como si le pidiera que se coma la maldita cosa.—Sólo decía. —Alarga la última silaba y me muestra sus dientesblancos dándome un guiño, luego agarra la bandeja de Nate.Ryan se sienta frente a mí, dejando la bandeja en la mesa. Salevapor de la hamburguesa de queso y tocino, y su nariz se arruga otra vez, yempuja el delicioso plato de grasa hacia mí. Levanto una ceja. —¿Fue tanduro?—De hecho, sí lo fue.Con reflejos de gato, tomo un papa frita del plato de Nate y se lalanzo a la cabeza. Ni siquiera trata de tenerla y golpea el puente de sunariz.—Lindo. ¿Terminaste? —Inclina su cabeza en ese gesto de"continúa". Mi mano se cierne sobre la bandeja. Esto podría ponerse feo.Esperemos que no tan feo como la vez que derrame un batido en sucabeza. Se vengó abrazándome y moviendo su cabeza por mi cuello ycabello. Ah y no puedo omitir la cereza que robó del helado de Kayleepara ponerla en la cima de mi cabeza.No quito mis ojos de Ryan mientras tomo otra papa.—Siento interrumpir, pero quiero comerme esas. —Nate saca la papade mi mano y las mete en su boca antes de girar hacia Kaylee.Ryan sonríe con su usual media sonrisa, pero yo no me contengo.Dejo que mi sonrisa se extienda por mi rostro. Un día de diversión de Lexie yRyan siempre cura mi mal ánimo. 12La campana sobre la puerta suena cuando otro grupo de genteentra. Tomo una mordida de mi hamburguesa de queso y tocino, Ketchupgoteando por mi barbilla, cuando mi corazón se desploma al suelo.Sean y Sandy entran, con las manos tomadas. Qué importa si este esel único lugar para pasar el rato en el pueblo, ¿por qué aquí? ¿Por quéahora? Justo cuando me olvidaba de sus labios presionados a los de él.Quiero apartar la mirada, pero no puedo. Mis ojos están fijos en susmanos y luego en sus caras. Mi estómago da un salto cuando ella se ríecon esa ridícula risa que tiene de algo que él dice.Sólo ayer en biología él saco el cabello de mi oreja y susurró unabroma. Casi no he lavado la hebra de cabello. Sean Dixon me tocó. Fueentonces cuando me prometí hacerlo mío. Y ahora... bueno... estátomado.Mis ojos están pegados en ellos. Por la rendija del ojo puedo ver aRyan negando con la cabeza y frotar su nuca. Sandy se gira, su miradaatrapa la mía. Una sonrisa engreída hecha solo para mí brilla en su cara,mientras camina a nuestra mesa.Un bulto seco se forma en mi garganta, y me preparo para elimpacto que es Sandy Nelson. —¿Qué estás mirando, perra?El seco bulto en mi garganta se convierte en una roca, y no puedodecir ni una palabra.—Consíguete una vida —dice Ryan por mí.—Tengo una, gracias. Es tu amiga quien no tiene. —Pone su mano enla mesa y se inclina hacia mí—. No creas que no sé de tu pequeñoenamoramiento. Veo la manera en que miras a Sean como un pequeñocachorro patético. —Su voz se eleva y las conversaciones a nuestroalrededor comienzan a disminuir—. Sólo acéptalo, Lexie. Eres nadie ysiempre lo serás.Un susurro viene de mi izquierda, una risa de mi derecha y junto a míuna mano se levanta, dedos indicándome. Más susurros hacen eco através del aire hasta que me golpean desde cada ángulo, flotando a misoídos y se convierte en todo lo que oigo.Calor surge en mis venas, chocando en mis oídos y mejillas. Mirohacia abajo a mi anillo rosado, muy asustada de mirar a alguien a la cara.Llámame una glotona por el castigo o como sea el dicho, perolevanto la mirada mientras miro a Sandy alejarse y meterse bajo el brazode Sean. Estúpidas lágrimas pican en mis ojos. Él se da vuelta, irises azulesatrapan las mías. El frío punto en mi corazón se calienta cuando veo la 13disculpa en su rostro. La manera en que se encoge de hombros y meofrece una sincera sonrisa.Quizás no soy lo suficientemente buena para Sean ahora, peropuedo serlo. Y lo seré. Me amará. Un año más hasta que deje este puebloatrás. Un año más hasta que ya no sea definida por cosas que no puedocontrolar.Un año más. 

King Sized Beds and Happy TrailsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora