Cap 20
Ryan
No hay suficiente alcohol en esta pequeña nevera para dejarme tanborracho como quiero estar. Había dos botellas pequeñas, y me toméambas. Pero sigo estando lo suficientemente sobrio como para recordartodo lo de hoy. Todo lo de esta semana. Cómo me permití pensar por unsegundo —más de un segundo— que Lex sentía lo mismo que yo.Un eructo retumba hasta mi garganta y el regusto casi me hacevomitar lo que hay en mi estómago por todo el piso. Alcanzando mi bolso,agarro la caja de mentas que estúpidamente compré ayer en el hotel,pensando que las cosas iban a intensificarse hasta el punto donde besaríaa mi mejor amiga. Al demonio. Ella nunca me verá como algo más queRyan.Lanzo la caja completa en mi boca y los mastico. Quema mi nariz ygarganta por un segundo, pero no es nada comparado con el dolor quesiento en mi pecho.Meto a la fuerza todas las botellas vacías en la nevera y luego cierrola puerta de golpe. Golpeo mi cabeza contra la pared, como si eso fueraa borrar toda la mierda estúpida pasando ahí.Tanto por decirle a Lex exactamente cómo me siento acerca deSean. Ella hizo lo que siempre hace. Correr directo a sus brazos y dejarmeesperando para recoger los pedazos cuando le rompa el corazón. Sé quedije que nunca me importaría, pero es una mentira idiota. Me mata cadavez que sale con otro chico.Necesito más alcohol. Esta mierda no está funcionando. Me arrastropor el suelo del cuarto de baño, mis ojos escociendo por retener toda lamierda jodida que sucede en mi cuerpo. ¿Por qué demonios le di ese anilloa Sean? ¿Por qué no puedo agarrar mis bolas y decirle a Lexie como mesiento? ¿Por qué siento que incluso si hago eso, nada cambiará?136Pasando la mano por la parte superior de la encimera junto allavabo, busco a tientas un vaso o algo así. Mi garganta está seca portodas las mentas. Estoy sudoroso y tan condenadamente deprimido quesiento como si pudiera beber el río Misisipi lleno de vodka y todavía no meemborracharía todo lo que necesito.Mis dedos agarran algo redondo, lo tiro del mostrador y cae en miregazo. Enjuague bucal. Parpadeo un par de veces para asegurarme deque no estoy alucinando. Por lo general, la mierda no llega a mí, pero aquípido más alcohol y bam, cae en mi regazo. Literalmente.Desenrosco la tapa y ni siquiera dudo en inclinar la botella. La mentapicante golpea mi lengua, y casi lo arrojo todo sobre los azulejos del baño.Pero lo sostengo en mi boca, dejándolo remojar mis dientes, el interior demis mejillas, y dejo que mis ojos lagrimeen, porque ya no puedo detenerlo.¿Qué demonios estoy haciendo?Podría tragar, pero eso no va a ayudar. Pagar por su viaje no ayudó.Aplastar arañas no lo hizo. Pasar una semana en la misma cama fueinsignificante. El vodka no hizo nada tampoco, excepto dejarme con esteenorme agujero en mi estómago, y ahora me siento culpable como elinfierno.Me apresuro al inodoro, golpeo la tapa para abrirla y suelto todo elenjuague bucal. El agua se vuelve azul, y la miro fijamente, deseando nohaber llegado a este punto, y muy contento de que Lex no esté aquí paraverlo.Después de echar al inodoro mi quincuagésimo error en este viaje,me arrastro de vuelta a mi lugar junto a la pequeña nevera y golpeo micabeza un poco más. Tal vez me transportará de vuelta a lunes, y puedaempezar esta semana otra vez.La cerradura de la puerta hace clic, cierro los ojos, y tan fuerte comomi voz es capaz de lograr, grito—: ¡No estoy de humor, chicos!Nate y Kaylee necesitan ir a pasar su última noche como pasaron elresto de sus noches aquí. Y dejarme en mi fiesta de autocompasión.Aun así, la puerta se abre. La brisa lava mi cara con aire congelado,y luego la puerta se cierra. No abro los ojos.—Realmente, no quiero...—Tú lo encontraste, ¿no es así?Mis ojos se abren de pronto y levanto la cabeza. Lex está cruzandolos brazos y dándome esa mirada de no me mientas. La nieve mancha sucabello castaño, y no está usando abrigo. Sólo un suéter grueso que se 137ajusta bien a su estómago. Incluso mirándome así de enojada, y con misojos semi-borrachos, es caliente como el infierno.—Uh, ¿qué fue eso? —Trato de darle una media sonrisa relajada,pero no creo lograrlo.—No te hagas el tonto, Ry. —Sus brazos caen—. Encontraste mi anillo,y dejaste que Sean tomara el crédito.Nada. Ninguna observación inteligente. Ninguna sonrisa arrogante.Nada. Me siento allí y no digo nada.—¿Por qué hiciste eso?—Uh... yo... él... es... solo... eh... —Es mejor no decir nada.Resopla, dejando caer los brazos y viene a sentarse a mi lado. Estámás cerca de lo normal, incluso para nuestro estado de "sólo amigos".Cadera a cadera, muslo a muslo, hombro con hombro. Puede pensar queno es un toque significativo, pero para mí, lo es.—¿Dónde estaba?Intento una sonrisa. —En mi bolsillo. ¿Puedes creer eso?Su risa flota hasta mi oído y algo chisporrotea a través de mi pecho.¡Maldita sea, Ryan! ¿Por qué le permites tener ese efecto en ti?—¿Cómo sucedió eso?Una vez más, intento una sonrisa. —Tengo una teoría.—¿Y bien...?—Bien, ¿trataste de meter mi abrigo en algún lugar después de queme empujaste por la ventana? Ya sabes, cuando los chaperones vinierona golpear.Inclina la cabeza, junta las cejas y saca su lindo labio. Luego golpeasu frente. —Oh, demonios, ¿crees que fue ahí cuando se cayó?Me encojo de hombros. —Es sólo una idea. A menos que estuvierasrevisando mis bolsillos cuando no miraba.—¡No!Ambos nos reímos por su arrebato, y coloca su cabeza en mihombro. Mantengo el codo sobre mis rodillas, juntando mis manossudorosas. No lo entiende. Cuando me toca, incluso de las formas máspequeñas, me dan ganas de olvidar toda la mierda de solo amigos e ir porella. Su calor junto a mí me hace perder el control de mi cuerpo. ¿Cómopuede no sentir lo mismo? ¿Cómo puede no sentir el calor que irradia demi rostro? ¿La contención que estoy mostrando?138—¿Por qué lo dejaste tomar el crédito? —Está tranquila. Susurrando.Todas las bromas a un lado.Y me encojo de hombros, porque soy un cobarde.—Ryan...Su cabeza deja mi hombro, y mueve mi cara para que la mire. Meda una gran sonrisa. La sonrisa de "por favor, dime", y niego con lacabeza, riendo entre dientes. Es por eso que somos amigos. Por qué laamo. Porque incluso cuando me siento como una mierda, me hace sentirque soy digno de su atención.—Bueno, dijiste que nunca te habías sentido así por nadie.—Yo...—Y dijo que realmente le gustabas. —La interrumpo porque noquiero oírla decirlo de nuevo—. Dijo que quería demostrártelo porque no lecreíste, o algo así. Y me di cuenta ya que pasaste la noche con él, queconfías en él lo suficiente, uh, con eso, así que... —Dejo el pensamiento ala deriva, porque decirlo en voz alta me hace darme cuenta de loestúpido que es todo. Cómo estoy omitiendo las partes más importantesdel por qué.—Me encontraba atrapada por la nieve.—¿Ah?—Es por eso que estuve con él anoche. La tormenta causó que unaenorme cantidad de nieve bloqueara la puerta, y su maldita ventana nose abría. Traté de llamarte un millón de veces, pero el teléfono estabaocupado. —Me golpea en el hombro—. Explícate.No puedo dejar de reír. Estallo en carcajadas y creo que la asusto unpoco. Es como una comedia estúpida donde nada sale como se suponeque debe ser, y cuando los personajes finalmente lo averiguan, miran atrásy ven lo tontos que fueron.—La culpa es tuya. Me hiciste coquetear con esa recepcionista, queluego sintió la necesidad de llamarme cada dos segundos para avisarmesobre la tormenta. —La codeo—. Así que desconecté la maldita cosa.—¡Ja! —Agarra mi codo, y flexiono el brazo—. Es como una comediaestúpida.Otra razón de por qué la amo, nos entendemos.Su cabeza vuelve a mi hombro cuando nos calmamos, y mientrastanto solo... somos. Somos nosotros otra vez. Lex y Ryan, mejores amigos ytoda esa basura.139Después de unos minutos de silencio, suspira, pasando los dedos pormi antebrazo para descansarlos en mi mano. Sin embargo no la dejo. Nopuedo. Sostener su mano —sostenerla en absoluto— solo me hará querermás. Así que me muevo, haciendo un verdadero idiota de mí mismo.Suspira de nuevo. —No lo amo.Mi cabeza gira y nos golpeamos las narices. ¡Ups! Nuestros ojoslagrimean mientras cada uno cubre su rostro.—Lo siento —le digo a través de mis dedos—. ¿Estás bien?Asiente, soltando otra carcajada sexy. —No hay daño hecho.—Um... —No hay manera sutil de sacar el tema de nuevo, así quesimplemente lo dejo caer—. No lo amas... quiero decir... ¿qué?Sonríe, girando el anillo en su dedo meñique. Mi anillo. Entro enpánico por un segundo, preguntándome qué hizo el idiota con el que supadre le dio, pero luego lo veo en su otra mano. —No lo amo. Pensé que lohacía, pero tenía una idea completamente equivocada de lo que es elamor.—¿Sí? —Eso es todo lo que se me ocurre decir.—Sí.Está silencioso de nuevo. No extraño, sino diferente. Ella tiene esaexpresión. La que dice que tiene algo que quiere decirme, pero no sabecómo.—Oye —me las arreglo para decir sin tocarla—, ¿todo está bien?Sacude la cabeza, manteniendo sus ojos fijos en ese anillo. —Tengoque hacerte una pregunta.—¿De acuerdo...?Más silencio, pero espero. No muy pacientemente. Mis rodillascomienzan a rebotar arriba y abajo, y rasco mi nuca un millón de vecesantes de que finalmente hable.—¿Por qué lo haces todo por mí?De todas las cosas que pensé que pasaban por su cerebro, noesperé eso.—¿Qué?—En serio, lo haces todo por mí. Con cada chico que me rompió elcorazón, estuviste allí. Cuando quise venir a este viaje, tú encontraste unamanera. Cuando mi mamá es muy difícil de controlar, me permitesquedarme en tu casa sin preguntarme nada al respecto. Porque ya sabes. 140Cuando tengo que pasear a Brewster, estás ahí porque ese perro mearrastrará por la acera hasta que no sea más que papilla andante.—Bueno...—Me abrazaste cuando las pesadillas me mantuvieron despierta. Meabrazaste cuando perdí mi anillo. Pasaste la mitad de tu viaje de últimoaño buscándolo. Me hiciste reír, me hiciste feliz, me hiciste olvidar lo malaque es mi vida de vuelta a casa.—Bueno, yo...—Pero no es mala. No cuando estoy contigo.Sus ojos parpadean hacia mí, y salto un poco cuando veo lo quehay ahí. La conozco, a esta chica. La conozco tan bien que puedo verexactamente lo que está pensando. Y esto... lo que veo... ha sido algoque he querido de ella durante mucho tiempo.Debo estar más borracho de lo que creía.—¿Por qué? —pregunta de nuevo—. ¿Por qué haces todo esto?—Porque eres mi mejor amiga. —No estoy mintiendo, así que sé queno voy a hacer toda esa mierda que le dirá que si lo hago.Se arrodilla frente a mí, moviendo mis manos para poder colocarseentre mis piernas. Está más cerca de lo normal, más cerca de lo quedebería estar si se encuentra saliendo con alguien más.—Ryan... —Siempre me ha gustado la forma en que mi nombresuena con su voz—. Sé honesto conmigo. No es solo porque soy tu mejoramiga. Es... más que eso, ¿verdad?Mi cicatriz comienza a contraerse, mis oídos se disparan en llamas, yestoy seguro de que mi rostro es de color púrpura. Quiero mentir. Quieroenterrarlo. Enterrar esta conversación porque estoy a punto de perderla ytodo lo que tengo con ella. Así que no digo nada. Me siento allí como unidiota. Un idiota no lo suficientemente borracho.Extiende la mano y acaricia mi ceño fruncido, deteniendo lacontracción. Luego sus manos se mueven al botón superior de mi camisa.—Está bien. No tienes que decirlo.—¿Qué? —Mi voz se quiebra, y deja escapar una risita nerviosa.—Es más que eso para mí, también.Sí, debo estar borracho. Esto no puede estar pasando. Lex seencontraba con Sean hace dos segundos. Besándolo, envuelta a sualrededor, deseándolo. ¿Cómo puede querer esto conmigo? Siempre hesido solo su amigo.141Sus dedos se resbalan un poco de mi botón, pero consigue abrirlo,luego se mueve al siguiente. Quiero preguntarle qué hace, pero no quierodetenerla. Se siente demasiado bien, y mi corazón late con fuerza en migarganta, mi cuerpo entero está hormigueando, y mis ojos no van a dejarlos suyos.Tiene su sonrisa con dos hoyuelos.Esto está pasando. Es demasiado real para no estar sucediendo.Todo a mí alrededor se vuelve borroso, pero todas las otras sensaciones seintensifican. Sus dedos bajan, su aliento a canela empapa mis fosasnasales... y maldita sea, la forma en que su suéter abraza sus pechos y loque le hace a mi cuerpo.Mis manos también tiemblan cuando agarro sus costados y la halomás cerca. No se inmuta ni salta. Su frente se apoya contra la mía, y siguesonriendo.Desabrocha el último botón.Hay una pausa. Eso, o el tiempo realmente se ha detenido. Ahoraentiendo por qué la gente dice eso. Porque todo lo que nos rodea secongela. Dejo de respirar. De hecho, no creo que haya tomado un soloaliento desde que empezó a desabrochar mi camisa. Todavía trato decomprender esto. Mi mejor amiga, la chica que amo, está justo aquí frentea mí, dispuesta a ser tan vulnerable como quiero ser con ella.Se descongela, pasando una uña púrpura por el vello en miestómago. Las chispas que se disparan en mi cuerpo por su toque hacenque me ponga duro detrás de la cremallera, y mi respiración se vuelvesalvaje mientras inclino la cabeza y gimo. Sus uñas hacen un camino a miscostados, debajo de mi camisa. Me estremezco, y ella se ríe.Y me descongelo.O ataco, esa es la palabra más exacta para lo que hago.Agarrándola por su trasero, la levanto junto con mi cuerpo antes deestrellarme con ella en la cama. Sé que antes dije que era suave, y lo es,pero su trasero es roca dura. Desearía no soltarlo tan rápidamente.Antes de darme cuenta, está tratando de quitarme el resto de micamisa, y estoy tratando de quitarle la suya también. Ambos nos reímosmientras nuestros brazos se enredan entre sí. Me ocupo de la mía, y ella seencarga de la suya.Y nos congelamos de nuevo. La he visto en bikini. La he visto en unatoalla.Pero esto es diferente.Más.142Está usando un sujetador de color rojo, y no sé por qué esperaba unacosa de encaje con volantes, porque esa no es Lex. Es como esta cosasuave y lujosa. Y a pesar de que pensé que me hallaba congelado, misdedos se mueven por sus costados, mi pulgar muy cerca de descubrircómo se siente ese sujetador. Sus manos están subiendo y bajando por misbrazos. Los flexiono, y ella se ríe.Su risa es lo que me hace volver a atacar. Ya no estoy cerniéndomesobre ella. Estoy presionado contra su cuerpo. Piel contra piel, senos contrapecho. Bajo mi boca, besándole el cuello y la mandíbula. Su cuerpo sesonroja, haciendo el calor hormiguear hasta mis labios mientras me muevopor su clavícula, su escote, el estómago, la línea de pantalón. No puedocreer que esté permitiéndomelo. Que estos seamos Lex y yo, finalmentesiendo... más.—¿Ry? —Suspira mientras beso su ombligo.—¿Sí?—Me estás matando.Me río y me levanto para mirarla a los ojos. —¿Qué?—¿Me besarás antes de que me vuelva loca, por favor?Algo me detiene. Quiero besarla. Estoy presionando mi suerte contodo. Preguntándome si es un sueño y voy a despertar pronto. La esquinade mi labio se levanta, y acaricio su cabello castaño, metiéndolo detrás desu oreja. Su acondicionador es increíble. O es ella. Probablemente ella.Mi mano se posa a un lado de su cara, y llevo mi pulgar a su boca.Sus labios brillantes se separan, y un pequeño gemido se le escapa.—Quiero, Lex, pero... —Aquí vamos. Y creo que estoy listo paradecirlo finalmente. Lo mucho que significa para mí. Lo que quiero con ella.Trago y balbuceo lo que he estado guardando—. Una vez que te bese, novoy a querer parar. Nunca. Quiero esto. —Encuentro su mano y aprieto—.Tú. —Beso un dedo—. Yo. —Beso otro—. Nosotros. —Y uno más—. Todo.Sonríe. Dos hoyuelos. Su mano encuentra la parte de atrás de micabeza, y juega con mi pelo.—Bien.Mi pecho emite un juego extra de chispas mientras me inclino. Suagarre en mi cabello se aprieta, y hace que las cosas se muevan en todaspartes. Mis brazos se contraen, mi estómago cae, ya estoy duro, pero mepongo más duro y mi aliento sale en una gran ráfaga justo antes de quenuestros labios se encuentren.143Pero no se encuentran. Tan duro como me halaba hacia ella, derepente me empuja hacia atrás. No sonríe. Sus ojos buscan los míos, y sunariz se arruga como cuando se da cuenta de que sucede algo, y no legusta. Tanto que sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas.Estoy congelado de nuevo. ¿Qué está pasando?Se levanta, y por un minuto pienso que va a besarme, pero en lugarde eso... olfatea. Su voz se rompe un millón de veces cuando abre la bocapara preguntarme por algo en lo que realmente nunca esperé tener quementirle.—¿Has... has estado bebiendo?
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King Sized Beds and Happy Trails
RomansLexie Boggs necesita salir de su casa... alejarse de su alcohólica madre y mucho más de la etiqueta de "basura blanca" que ha estado pegada en su pecho. Ha guardado cada penique de sus múltiples trabajos para poder escapar tan pronto como se gradúe...