El puente congelado.

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El Puente Congelado

Ella caminaba a traves del solitario puente a altas horas de la madrugada. Era invierno así que un leve agua nieve caía del cielo y se perdía entre las negras aguas del lago. Sin embargo, a ella el frío no le molestaba.

Caminaba descalza sobre el puente. Sus pies dejaban leves huellas en el duro y congelado cemento y los vuelos de su vestido se movían al compás del viento que susurraba a través de las hojas de los árboles que conformaban el bosque, rodeando el lago.

Su cabello blanco se pegaba a sus pómulos, gracias a la lluvia.

Aquel lugar no era muy concurrido, ni de noche ni de día, y solo los valientes se atrevían a visitarlo a esas horas.

Claro que ella prefería quedarse al margen siempre que veía a alguien acercarse, pues no le gustaba que la vieran. En realidad siempre permanecía escondida entre los árboles y la maleza del bosque, avergonzada de sí misma.

Pero hoy era un día especial, hoy era su cumpleaños y ella merecía dar un paseo.

Se sentó en el borde del puente, dejando colgar sus piernas del lado de afuera y comenzó a contemplar el paisaje que poco a poco comenzaba a teñirse de un manto blanco de nieve tan frío como ella misma.

Antes, no todo había sido tan solitario. Antes, ella misma había vivido cerca de ahí en una pequeña casita de campo rodeada de familiares y amigos. Se recordaba a ella misma comtemplando el punte solitario y preguntandose si algún día su madre le dejaría pisar ese extraño lugar.

Claramente, ella solo era una niña en ese entonces y como todo niño siempre lleno de curiosidad y con ganas de romper las reglas, ella se dirigió al puente cuando vio que su madre se encontraba lejos y no podría detenerla.

Que gran error.

Al principio, no había pasado nada. Solo fue hasta que se encontraba a punto de pisar el primer tramo del puente cuando divisó una sombra negra en la cima de este contrastando con el cielo gris de aquel día.

Era una sombra, pero sin embargo esta tenía forma de una persona. Una persona que la llamaba por su nombre con una voz que era igual a la de su abuelo.

Su abuelo, que había fallecido en ese mismo lugar.

La niña se sintió extrañada al escuchar su nombre pero no dudó en correr hacia la sombra, pensando que todo había sido una mentira y que en realidad su abuelito seguía vivo.

Pero cuando se dio cuenta de que todo había sido una trampa, fue muy tarde.

Ese día ella había cumplido seís años. Y desde ese mismo día, no se seguirían contando los años que han pasado desde que nació. Sino que desde ese día se contarían todos los años que han pasado desde su muerte.

La sombra tomó a la niña y con sus manos tan duras y frías como la muerte la arrojó a lago de un empujón.

Solo bastaron segundos para que el agua congelada penetrara sus pulmones y detuviera su corazón.

¿Cuántos años han pasado desde ese día? Ella ya perdió la cuenta. Pero han pasado muchos años, porque no tiene el cuerpo de una niña que tenía en ese entonces.

Y esta vez, ella sentada en el puente, vuelve a escuchar la voz de su abuelo llamandola desde las profundidades del lago. Y como siempre, y cada vez que ella sube ese puente a recordar ese trágico día, ella se desliza a través de la baranda cayéndo como un peso muerto hacia el lago, produciendo un gran estruendo en el inquebrantable silencio del bosque.

Ella persigue la profunda y oscura voz de su abuelo y siente como el agua adormece cada una de las extremidades de su cuerpo. Sin embargo, esto esta vez esto no puede matarla.

Ni la voz de su abuelo, ni la caída, ni el agua pueden matarla.

Ella ya está muerta.

Ella ya está muerta

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