Él, llego a darle un poquito de vida a su vida. Sin embargo, no fue mucho el tiempo que llegó a estar a su lado.
Se cansó, no soportó más, se sentía impotente al no poder acabar con todo ese mar de melancolía con el que ella cargaba. Ya no pudo más y se marchó.
Se marchó, dejándola a ella un poco más vacía, un poco más rota...
Ella, se encerró nuevamente en su mundo. Encendió la música para apagar por un momento su vida.
Pero no había opción... Debía enterrar todo eso, y retomar el vuelo.
Debía continuar el viaje, destrabar el tiempo, correr los escombros. Aún había fuego en su alma, porque la vida era de ella y suyo también el deseo. Porque es cierto; no hay heridas que no cure el tiempo.
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