7:00 amMi despertador hacía su trabajo haciendo que mi sueño se interrumpiera sin piedad alguna. Lo detuve de inmediato ya que contribuía a un horrible dolor de cabeza que me estaba mareando.
Solo tú Ella, solo tú te vas a tomar con tus amigos una noche antes de trabajar.
Mientras el tambor dentro de mi cabeza seguía su canción me metí a la ducha y luego a vestirme. Rogaba que el día en la cafetería no fuera tan pesado. Me hice una coleta en el cabello y traté de ocultar las ojeras con maquillaje. Luego de finalizar con un toque de mi perfume preferido me dirigí a la habitación de Anna para ver como seguía y para mi sorpresa no estaba envuelta allí, entre sus sábanas.
-¿De verdad creías que mi cruda duraría mucho?- dijo Anna desde la cocina.
-Es que como ayer no podías ni sostenerte pues pense que tampoco podrías levantarte de la cama hoy- dije mientras me sentaba en el comedor con las manos frotando mi frente a ver si el dolor cesaba aunque fuera un poco.
-Al parecer la que no puede ni sostenerse esta mañana es otra
-¿Será porque no acostumbro a tomar como usted?
-Tóma esto y deja de quejarte- dice luego de reírse y dejando frente a mí un plato de mi cereal favorito y en la esquina unas aspirinas para el dolor.
-Por estas razones eres mi hermana preferida- le dije dejando un beso en su mejilla.
-Y porque soy la única que tienes- rió.
Después del desayuno me despedí de Anna y me fuí directo a la cafetería italiana Stella Bianca en la cual yo trabajaba. El señor Antoine, quien era el actual dueño del café desde que empecé a trabajar me tomó un gran afecto y yo a él. Tal vez sería por nuestra nacionalidad semejante, aún no lo sabía pero si tenía claro que hasta ahora se había comportado como un segundo padre para mí.
-Buongiorno Ella! preparada para un buen café?-me recibe Antoine con su peculiar acento y su enorme bigote desde la ventana.
-Por supuesto signore- respondí con una pequeña sonrisa.
-¿Pero qué le ocurre Cara mía? No se vé muy bien esta mañana- preguntó luego de saludarme.
-Estoy bien, es sólo una trasnochada
-Oh! Una larga noche para la signorina Ella! Pero no se preocupe, el aroma a nuestro exquisito café le quitará todas sus penas!- exclamó antes de regresar a la cocina.
Segnorina
Y yo que ya lo había olvidado. Recordé aquellos dos mensajes que había recibido la noche anterior. ¿Quién podría haber sido? ¿Será él? ¿Será Bruce de nuevo?
El pensarlo me traía escalofríos y malos recuerdos y para tratar de evitarlos comencé a trabajar lo más posible para despejarme.Por otro lado el Signore Antoine no perdía la razón en lo que decía del aroma. Era una mezcla de nueces rostizadas con canela que hacía que cualquier malestar se convirtiera en el deseo de un buen café italiano. El lugar, el aroma y la gente me hacía volver a mi vieja casa en Italia, con mamá, papá y mi hermana en el jardín.
Como lo extrañaba mi jardín, como extrañaba a mis padres.11:30 am
Faltaban solo treinta minutos para mi hora de almuerzo y ya Anna me había llamado para avisarme que cenaría con sus amigas de la universidad en la noche y llegaría tarde.