Era una noche fría y oscura, donde desde la calle se observaba una gran algarabía. Era un barrio donde se observaba la prostitución como algo común, frente de cada casa había alguien ofreciéndose al mejor postor. Quien lo observa se escandaliza, pero quien nace viendo cómo este oficio ayuda a pagar las cuentas es algo de lo que ya es una costumbre. Lo veo desde la ventana porque hoy no es mi turno, cada quien tiene su horario y sus clientes fijos.
Veo en el espejo el reflejo de lo que quisiera ser, es tanta la amarga realidad que por momentos mi inconsciente me transporta y transforma la situación, en perspectiva en una realidad que podría desear. Quizás esto es lo que hace que no entre en depresión, ya no estoy cuerda, la realidad se transforma en ficción o bueno ya no sé qué es real y que no. Cada día es un patrón, una rutina que se programó. Mi cuerpo está aquí, pero mi mente ya no sabe ni quién soy. ¿Por qué escribo esto? -no lo sé-. Quizás es mi último resquicio de conciencia a la realidad (pero a qué realidad me pregunto yo). Quizá mañana seré la afortunada señora de la mansión. También podría ser como esos días en el que el hombre soy yo.
Ya no hay género para mí que determine lo que soy, hay días en que soy consciente pero hay días en que no. Aprovecho esta nota para decirle al portador que lo que tiene o que cree poseer es un cascarón. Soy el cuerpo que tuvo un espíritu que perdió su rumbo entre la realidad y la ficción, mi mayor droga fue la imaginación, la junte con el convencimiento pero heme aquí hoy ya no sé ni quién soy, pero tranquilo lector no quiero regresar porque quiero conocer al lugar al que voy. Fue un placer escribir para ti esta noche oscura y fría: llena de perversión.
Me despido, recuerda pasar esta nota al siguiente portador, para que conozca de mi condición, le espero en el mismo lugar en otra ocasión, no olvide traer la mente abierta para cada ocasión.
-No sé quién soy-