quince

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La maestra de química no parecía querer callarse ni un momento. Mi mirada estaba perdida en un punto fijo mientras pensaba en la inmortalidad del cangrejo.

No sé cómo actuar hoy en la noche con la visita de la pareja de mamá en nuestra casa. Es como si algo me dijera que todo resultará un desastre.

...

La hora del descanso por fin había llegado, y con ella mi hambre incontrolable.

—Has estado muy rara hoy— la voz de Alan me sacó de mis pensamientos.

—Es por mi madre.

—¿Pelearon?

—Algo así— me encogí de hombros—. Últimamente trata de ponerme demasiadas reglas respecto a nuestra relación.

—Nunca le he agradado del todo. Parece que cada vez su odio hacia mí aumenta— rió.

—No te odia, sólo está..., sentida por lo que pasó hace unos meses.

—¿Hablas del accidente?

—Así es. Ella creé que me hiciste algún daño. Creé que me volví más “rebelde”— hice comillas en el aire—. Además, ella sabe que su nuevo novio no me agrada.

—Apuesto que no lo conoces ni un poco, ni de vista al menos.

—No— sonreí de lado—; pero eso no quita la idea de que puede ser malo para ella.

—¿Que tal y tu madre está feliz con él?, si está enamorada...

—Me niego a creer eso— dije molesta.

—Sé que extrañas a tu padre; pero deberías darte una oportunidad de conocerlo. Puede que sea un bien tipo. Y que lo trates un poco no significa que cambiará el amor que le tienes a tu papá.

Sonreí ante su comentario. Él tiene razón, no soy nadie para juzgar.—Tienes razón. Haré lo que pueda, por mamá.

—Nat..., me la pasé increíble contigo ayer. Fue algo maravilloso que me encantaría repetir— dijo cambiando radicalmente de tema.

—Yo también la pase genial— admití.

—Nunca me cansaré de decir que eres la mujer de mi vida— tomó mi mano y dejó un cálido beso en el dorso.

Después de todo lo que pasó, todo lo mal que sentía por la llegada de Fernanda a nuestras vidas; ahora había quedado por fin atrás. Es como si mi relación con Alan hubiera dado un vuelco brusco; pero para el bien de los dos. Nuevamente me sentía plena a su lado, tan feliz...

—Eres el mejor del mundo— sonreí.

—Oh, eso ya lo sabía— dijo con aires de grandeza.

Ambos reímos.

—Y bien, ¿quién dejó esa carta en tu casillero?— cuestionó un poco irritado.

—No tengo idea. Creo que la desecharé— me encogí de hombros.

—¿No quieres leerla?

—Si no es tuya, no me interesa.

—Que no sea por mí. Estás en todo derecho de saber de que se trata si así lo quieres.

El timbre para volver a clases sonó, interrumpiendo nuestra conversación.

Ambos nos pusimos de pie—. Lo pensaré mejor.

—Está bien— me dio un beso en la frente—. Por cierto, hoy no podré irme contigo, salgo dos horas antes y prometí pasar por Karen a la escuela.

El Casillero 2 | Alan NavarroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora