La puerta prohibida

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Al día siguiente escucharon un ruido en la puerta, el momento sofocante de los pasillos había llegado y nadie sabía cómo lo iba a tomar el nuevo.

-Está aquí, ella está aquí - grito Berta haciendo un gesto de angustia con la muñeca.

- ¡Shh, cállate, mujer! No ve que te puede oír - Miguel señaló hacia la puerta.

Berta aguantó la respiración mientras observaba cómo don Francisco le abría a Juan, el nuevo inquilino; el aire se tornó denso a lo largo del pasillo y casi era imposible escuchar bien las palabras. Don Francisco lo notó y exhaló con fuerza los últimos globos de aire que le quedaban en los pulmones; sonrió levemente y con un ademán le señaló a Juan que entrara. Todos lo miraban sin que se diera cuenta; Juan parecía un niño perdido, su vista era distraída y despreocupada, pero lo miraba todo con angustia y recelo, como si esperara algo, o a alguien.

- Parece que no se ha dado cuenta - susurró Miguel.

- Eso es bueno, ojalá que nunca se de cuenta - dijo Berta al tiempo que se persignaba.

Don Francisco le sirvió de guía, le mostró el edificio, le señalo la cocina, el cuarto de ropas, las habitaciones de sus vecinos, las escaleras de emergencia y demás cosas que consideraba importantes. Juan asentía a todo; el muchacho parecía perdido, como si estuviera en otra dimensión, no le hablaba a Don Francisco ni siquiera cuando éste le dirigía una pregunta.

- ¿No te parece que este muchacho es como raro? - Le susurró Doña Claudia al oído a su esposo. Don Francisco miró a Juan con curiosidad y luego dijo: "vamos a ver qué pasa".

Después del recorrido y una presentación formal con los vesinos, Doña Claudia hizo la invitación del almuerzo.

-¿Pero, y mi habitación? ¿Qué hago con todo esto? - Juan señaló las maletas.

- No se preocupe muchacho que ahora se la enseñamos, por ahora no, que no es un buen momento. -Inquirió Miguel tratando de retrasar el asunto.

- Es mejor que haga caso - dijo Berta nerviosa - no vaya a ser que por el hambre vea cosas que no son.

- ¡Berta!- le grito Doña Claudia entre los dientes. Luego se dirigió al muchacho y lo ubicó en el costado derecho de la mesa.

- ¿Aquí se sentaba el inquilino anterior?

Todos palidecieron, cómo era posible poder hablarle de ella. Las miradas de admiración se clavaron en Juan y hubo un leve instante de silencio alrededor que, Don Francisco, al darse cuenta, tuvo el placer de romper.

-¿Por qué la pregunta muchacho?

- No quisiera desacomodarlos

-No te preocupes, hombre - lo palmeó en la espalda - aquí ya andábamos desacomodados desde antes - y soltó una gran carcajada. Todos se relajaron de inmediato. Doña Claudia sirvió el almuerzo y todos se dispusieron a comer.

- ¿Escucharon eso? - Gritó Berta como un acto reflejo.

-Debe ser ese maldito gato.

- Ojalá que se vaya pronto - dijo Doña Claudia

Mientras todos estaban concentrados en el ruido Juan preguntó de nuevo sobre su cuarto, advirtió que se encontraba bastante cansado y que sólo se quería acomodar.

- ¿Entonces estás seguro de vivir aquí? - Le preguntó Miguel angustiado.

Juan asintió con la cabeza y no se dijo más; Don Francisco lo guió, junto con todos los demás a la habitación, ésta era la última del pasillo del tercer piso, era una puerta verde pastel un poco desaliñada y manchada la perilla; tenía los números 313 en la parte superior y debajo de un tragaluz en la parte de arriba.

-Aquí están las llaves - Don Francisco se las mostró - recuerde cuidarlas bien, yo tengo una co...

Dentro de la habitación se escucharon pasos y ruidos, todos callaron por un instante mientras su sentido de la audición se aguzaba.

-Seguro el gato está adentro - señaló Juan tomando las llaves para abrir la puerta. Pero, Don Francisco se las arrebató de las manos y dijo: "¿Por qué no espera a que se vaya solo?"

- Perdón, necesito descansar y el gato no será molestia, me gustan, son una grata compañía, el gato al igual que ustedes, lo será.

Sin decir más le dieron la llave, lo abrazaron y le dieron las bienvenidas correspondientes. Uno a uno en la medida en que lo abrazaban salían de la escena por las escaleras. Al final, Juan, el muchacho, quedó solo delante de la puerta que ya le parecía más grande, insertó la llave dubitativo y escuchó el chasquido de la puerta que se abría.

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2016 ⏰

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