Capítulo 1

9K 329 21
                                    

POV PAULA

La persiana continua bajada por completo, sumiendo mi habitación en una cálida penumbra , mientras un montón de libros de psicología se apilan sobre mi mesa. Desde el interior de mi cama, sopeso la idea de levantarme y hacer algo con ellos, pero la fuerza que me mantiene en la misma posición desde hace horas hace que me hunda un poco más en mis sábanas. Me cuesta respirar, pero no puedo moverme, mi cuerpo no me lo permite. Como si de un mecanismo de defensa propia se tratase, cada imagen de su sonrisa viene acompañada de un incontrolable llanto, tras el cual me encuentro a mi misma repitiendo una y otra vez que he hecho lo correcto. Y con cada pensamiento, mayor es el llanto, y más me hundo en todos los sentidos. Giro ligeramente sobre mi misma en mi cama, y como una bofetada me llega su olor. Sigue ahí desde la última noche que pasamos juntas, desde entonces no me he atrevido a pasar la línea imaginaria que separa ambos lados de la cama, por si su olor se fuera también con ella. Hundo mi nariz en el colchón, y comienzo a llorar de nuevo. Estiro la mano para alcanzar mi móvil, en el que observo que no hay mensajes suyos. A pesar de todo, espero que me hable. Puede que sus mensajes no estén ahí, pero me basta con entrar en la galería para volver a sonreír al verla, al ver su sonrisa, al ver esa foto en la que me mira como... como si estuviera enamorada de mi realmente. Y vuelvo a llorar.

Pienso que debería hablar con alguien, que debería pedir ayuda, consejo... pero no hay nadie. No quiero que nadie me diga que todo va  a estar bien, que he hecho lo que debía y que pronto cesaran los llantos. Eso también me lo puedo decir yo... necesito que alguien me diga que soy una gilipollas, que debería haberme hasta casado con ella y que si, que claro que estaba enamorada de mi. Y sé con quién quiero hablar, sé quién quiero que me diga todas esas cosas. La única persona que sé que jamás lo hará: Ella.

Me levanto de la cama, casi arrastrándome, para dirigirme al baño. Cuando entro, me encuentro con el reflejo de lo que realmente soy. Tengo los ojos hinchados y rojos, y un gesto triste que me temo tardará en desaparecer. Ya poco o nada queda de lo que solía ser cuando estaba con ella, cuando éramos felices... cuando las etiquetas  no eran importantes y los sentimientos, todavía inclasificables. Aún puedo observar una pequeña marca en el lado izquierdo de mi cuello, que me recuerda al fin de semana que pasamos juntas, hace apenas unos días. Recuerdo que ella se rió cuando le dije que estaba enfadada por lo que me había hecho, y recuerdo también como me miraba, divertida, como si quisiera verme así el resto de días de su vida. Casi inconscientemente me muerdo el labio al recordarla, y encuentro algo de mi, de lo que era, en la imagen del espejo. Bajo la vista.

Cuando regreso a mi habitación, miro a la gran estantería blanca. Allí, como si todo siguiera como siempre, descansa la única foto que tengo enmarcada. Una foto juntas, en la que sonrío como una idiota al verla a ella poner morritos. Y aunque está en blanco y negro, al cerrar los ojos recuerdo perfectamente cada gota de color de aquel día. Nuestro primer fin de semana juntas. Poco después de nuestro primer beso. Parecíamos felices, tranquilas, sin saber todo lo que se nos venía encima... Irónicamente, reposando al lado de la imagen, está el último regalo que me dio. Un pequeño patito amarillo, Patito Limón. Ella solía llamarme Patito. Cuando lo compró la dependienta le dijo que así lo llamaban en la tienda. Antes de regalarmelo oficialmente lo roció con su colonia, y lo peinó como ella. Me dijo que era para que me acordara de ella cuando lo viera... como si no la recordara con cada brisa de viento, o con cada sonrisa aparentemente sin justificación. Agarro a Patito Limón, con cuidado, y lo olisqueo. Como una idiota, repito lo que me gustaría decirle a ella : "Te quiero, mi amor", antes de dejarlo de nuevo en su sitio. Me duele el alma, me siento vacía. Debajo del marco y del peluche, y al lado de una hucha de un pato, pintada a mano por ella misma, está la caja azul. La observo, tentada de abrirla y leer una y otra vez todas las notas que me escribió durante el tiempo que duró el amor, pero ni si quiera me atrevo a abrirla. No quiero derrumbarme más, creo que no puedo. De nuevo me meto en la cama, con cuidado de no levantar demasiado la manta de su lado, y cierro los ojos. Recuerdo su sonrisa, sus labios, la forma que tenía de mirarme, de abalanzarse sobre mí cuando yo me tumbaba boca abajo. Se que no estará ahí, pero tengo la necesidad cada vez que recuerdo eso de mirar a los pies de la cama. Efectivamente, me encuentro sola. Nadie saltará sobre mí, ni me preguntará que hago con esa vocecilla que tanto me gustaba, ni me besará el cuello para que me giré y poder hacerlo en los labios. Ya nada de eso volverá a pasar. 

Y, a pesar de que son las 8 de la tarde, me quedo dormida. Y sueño que ella viene a buscarme, que en algún momento de mi entrenamiento giro la cara y la encuentro allí, en la parte inferior de las gradas, pronunciando sin sonidos que me quiere. Y yo, corro hacia ella, y me besa, y me pide que no me vaya nunca. Y despierto una hora más tarde, empapada en lágrimas y con unas ganas todavía mayores de desaparecer para siempre. Supongo que a veces es mejor que los sueños sean eso, solo sueños.

Nota de la autora:

Hola! Ya está aquí la segunda parte, y creo que esta vez no tardaré mucho en actualizar. Este capítulo ha sido un poco corto, pero creo que era necesario dedicarle un solo capítulo a esto, para poneros en situación. He cambiado en el reparto a Paula, ya que creo que esta actriz representa mucho mejor lo que yo os quiero mostrar. Espero vuestras opiniones!

Nubes con sabor a tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora