En verdad hay pocas cosas que puedan perdurar en el recuerdo de una persona sin sufrir la indiferencia de los años. Las victorias siempre módicas, las oportunidades no aprovechadas, algún amor inconcluso o demasiado concluido, además de las intoxicaciones idílicas, eran los recuerdos más comunes. Sebastián demoraba su asistencia a clases en esta reflexión. Tenía que decidir como catalogar el dolorosísimo recuerdo de una llamada perdida.
Hacía dos meses él no había atendido su celular por cualquier motivo. La llamada perdida se indicaba luminosamente con el nombre de Esteban, su amigo de la facultad. Que a las horas de aquel desencuentro, con sus posteriores notificaciones ignoradas, el cuerpo sin vida de Esteban fuera encontrado al edificio donde vivían le parecía una injusticia.
¿Podrían algunas palabras suyas cambiar cualquier decisión de Esteban? Sebastián estaba convencido de la imposibilidad de eso como del supuesto suicidio de su amigo, aunque los diez pisos del edificio eran irrefutables para demasiada gente. Ellos no habían conocido al muchacho flaco y nervioso que fue Esteban Honig. El corte militar ordenando sus cabellos cobrizos, su piel pálida y su andar decaído nunca llamaron más la atención que sus ojos azules, de una oscuridad oceánica. Casi lo podía ver en el primer día del cursillo de ingreso, más derecho que un palo de escoba en su banco y sin fijarse en sus costados. Los profesores ejercían sobre el colorado una atracción tal que apenas despegaba su vista del frente. Se conocieron en ese momento y tras descubrir que vivían en el mismo edificio, con sus idas y venidas en conjunto, fundaron una especie de compañerismo. En ese momento los dos sabían que no eran amigos. Los reunía el ansia de adaptarse a la facultad, a sus ritmos. Esto era lo que se decían, pero había más. Sebastián siempre tenía plata para fotocopias, libros, material de estudio; a fin de cuentas. Esteban no tenía esa suerte, venía de una familia demasiado humilde, con demasiados hermanos y las becas nunca alcanzan. Por este problema Sebastián decidió prestarle sus apuntes ni bien los terminaba de leer.
Ahora ellos habían vuelto. Su presencia en la pieza era increíble para ser tan solo un montón de papeles. Los padres de su amigo habían traído las cajas cuando vinieron a la capital a buscar las pertenencias de su hijo. Ante su puerta quisieron preguntarle algunas cosas, que como era Esteban y si lo notó raro en sus últimos días. Él no supo decir nada más que lo esperable: "Su hijo era muy aplicado y muy retraído, capaz la presión del estudio fue demasiada." Eso ocurrió el día después de la muerte y Sebastián no salía del asombro. Había mentido con una tranquilidad terrible ¿Esteban Honig presionado por el estudio? Más bien era él el que presionaba. En cada clase con un comentario puntual, en toda tutoría con una duda precisa, fundamental. Sus trabajos prácticos y sus parciales eran kilométricos, infalibles. Cada fotocopia que le prestaba volvía con anotaciones por cada párrafo, en sus márgenes. Con una sonrisa recordó su expresión ante un apunte nuevo. Desconcierto, disgusto, con la posterior advertencia: "ojo que marcar palabras difíciles no es leer eh..." y se acomodaba sus anteojos con una sonrisa pícara.
Sebastián se levantó de su cama acercándose a la caja de sidras La Farruca, que contenían sus fotocopias. Antes hubiera divagado en el hecho de la caja. Si esta había sido traída por los padres de de su amigo o si Esteban tomaba sidra sin contárselo. Tal vez ya lo había hecho hasta el cansancio, tanto que ahora le daba igual. Revisó aquellas hojas por primera vez desde que las trajeron. Uno diría que dos meses es mucho tiempo apartado de sus lecturas y estaría diciendo la verdad. Lo que sucedió para que Sebastián se alejara tanto de aquellos papeles era que había sacado otras idénticas. No quería admitirlo pero le daba pavor acercarse a cualquier cosa que hubiera tocado Esteban en los últimos tiempos. La sombra de la muerte, como la de la tristeza, era larga y contagiosa. Él quiso evitarla, pero de alguna forma comprendió que ya no podía hacerlo.
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Los Bailarines
RandomUn muchacho pierde a su amigo y sufre su ausencia de manera fantástica