Meditabunda en una fría mañana como tantas, una misteriosa presencia me inquieta.
¿Estás aquí o sólo te estoy imaginando? Eres una reminiscencia de mi sueño más amado.
Lentamente una estilizada silueta de entre las sombras emerge y se torna más clara.
Ahora ya puedo contemplarte, élfica ha de ser tu ascendencia, sublime criatura alada.
Resplandecientes perlas he hallado en tu boca, el vaivén de las olas se te escapa en miradas.
Entre tus cabellos un primaveral y tórrido anochecer de marzo permanece reposando.
Semblante vaporoso de seráfica sonrisa, tez diamantada con las primicias de una copiosa nevada.
Caminas al compás de algún vals ancestral, con gráciles movimientos de celestial elegancia.
Tu caricia vibrante despreocupadamente me dibuja sinuosos paisajes en el vientre.
Tu cálido resoplido anhelante recorre mi espalda una y otra vez hasta hacerme tiritar.
Con tus dedos de infinita tibieza esculpes mis corpóreos horizontes con gran vehemencia.
Cascadas de tus traviesos besos me arrancan de lo profundo del alma un sollozo suplicante.
Quiero pronunciar tu nombre, intento gritarlo, pero aprisionado en la garganta se me ha quedado.
Caigo en cuenta de que nunca lo supe, o al menos soy completamente incapaz de rememorarlo.
Extrañamente avergonzada me apresuro a inquirir de ti solícitamente que me lo hagas saber,
mas te niegas a ello con firmeza, repentinamente tu iridiscente halo se tiñe de oscuridad sepulcral.
Tras de ti aparecen las ennegrecidas compuertas de un espacioso santuario para las ánimas en pena.
Me miras con total fijeza, sumergiéndome así en un tenebroso trance de episodios delirantes.
De toda energía vital soy despojada, en pálida y moribunda mi otrora saludable fisonomía se transforma.
Azrael triunfalmente con su misión ha cumplido y de este mundo por fin hoy me despido...
