Ya he tenido dos orgasmos con el Sr. Rosa esta noche. Habían sido buenos. Normales y lo suficiente para liberar algo de mi tensión. Pero no habían sido el Sr. Henderson. Él sabe cómo comer a una mujer hasta que estoy balanceándome al borde del éxtasis. Estoy allí, en la punta del orgasmo, alcanzando y estirándome por él como si fuera a morir si no me corro. Él gruñe contra mi coño, su lengua follándome, lamiendo, dando golpecitos y mordisqueando mi clítoris. Cuando toma algo de carne llena de nervios entre sus labios y chupa, me corro sobre él, mi cuerpo tensándose y relajándose en oleadas. Cada nervio está vivo y cantando.
Cuando finalmente vuelvo a ser yo, mi mirada choca con la suya, y él casi gime haciéndome pensar que está decepcionado porque no chorreara por él.
—Necesito una polla —le digo.—Vamos a intentarlo con esto —Empuja al Sr. Rosa en mi coño y lo enciende. Sin preámbulos y directo a la parte buena.
Me sacudo, mi cuerpo tenso, el zumbido familiar de mi juguete aliviándome. Mi vibrador es uno de los caros. No hace ningún ruido que pudiera revelar que alguien secretamente está teniendo algo de diversión sucia. Pero revolotea en mi interior, entregándome la sensación pecaminosa que siempre anhelo. Me retuerzo mientras me folla con el Sr. Rosa.Dios. Esto es bueno. El Sr. Rosa es un vibrador grande y no puedo tomarlo todo. Incluso cuando lo meto y la punta besa mi cerviz, es solo la mitad de su longitud.
El Sr. Henderson trabaja con el vibrador hasta que estoy llena. Está jugando con el interruptor, causándome más vibraciones poderosas que se precipitan a través de mí. Lo frota y lo folla en mi interior de una manera que puedo sentir otro clímax retumbando hacia mí. Éste baila a lo largo de mi columna, rodeándome como si fuera un gato de selva listo para saltar. Cada musculo tenso, apretado y a punto de estallar mientras se construye, arrastrándose, corriendo y bailando hacia el final.
Es uno grande. Enorme. No puedo averiguar cómo voy a amortiguar mi grito. El Sr. Henderson acaricia mi clítoris con su otra mano, estimulándome, mientras susurra, esa voz profunda barriendo a través de mí.
—Eso es, mi pequeña zorra. Tómalo. Toma esta enorme polla. Ruégame por la mía. Levanto mis caderas.
—Sr. Henderson... —Es demasiado. Me corro al instante, sus palabras colgando en el aire. Prácticamente me doblo a la mitad mientras me corro.Duro. Chorreo mis jugos, probablemente cubriendo su mano con mi placer.
Desliza el vibrador de mi coño y jadea ante mis jugos cubriendo el juguete y su mano mientras lucho por mantener mi cordura.
—Mmm —ronronea el Sr. Henderson—. Sabes tan bien.