Prólogo

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Marianne se despierta en la camilla de un hospital, en compañía de una bella mujer de ojos azules, tranquilos como el agua en calma. Su pelo del color de un gran roble, toda ella irradiando vida y alegría. Al verla sonríe y se levanta de la silla

-Hola querida. Estaba tan preocupada por ti-. Su cara y sus gestos indicaban que en realidad había estado velando por la niña, pero ella se sube las mantas, protegiéndose de la desconocida.

-Quién eres?-pregunta un tanto asustada, la aludida ríe un poco.

-Soy Caroline- le responde con suavidad.- Conocí a tus padres. Eramos buenos amigos, incluso estuve en su boda.

-Mamá solía decir que fue bellísima-. Responde la pequeña cogiendo un poco más de confianza.

-Lo fue, linda. Fue la boda más bella de toda la historia-. Hace una corta pausa, pensando como decir lo que necesitaba comunicarle a la inocente criatura.- No tienes hambre?

-No- responde la niña.- Papá dijo que saldríamos a comer un helado, prometió comprarme lo que yo quisiera. Hablando de papá, donde está?- La dulce sonrisa de la mujer se desvanece y sus ojos se tornan tristes y melancólicos.

-Marianne, tu padre fue un buen hombre. Siempre puso su amor a tu madre y a ti antes que cualquier otra cosa en el mundo. Lamento-una lágrima empieza a correr lentamente  por su mejilla,- lamento tanto no poder haber estado para evitarlo. Tu padre ya no está-. Ahoga un sollozo y mira a la niña a con los ojos aguados.
-Se ha ido, como mamá? Ha muerto?- sorprendida por las palabras de la niña, Caroline la mira con extrañeza.
-Si cariño, ha muerto.
Con estas palabras el corazón de la pequeña se rompe, entendiendo que su vida no era normal. Aún sin conocer realmente a esta mujer se tiró en sus brazos y lloró, desconsolada, la muerte de su padre. Ambas se abrazaron hasta que Marianne calló dormida. Por su lado, Caroline sonrió en alguna parte su ser al saber que una parte de su vida seguía en pie.

***

Ya pasados casi dos años Marianne y Caroline eran inseparables. Esa noche estaban de fiesta en la casa de Care, como la niña llamaba a su amiga de cariño, así que ella también se encontraba allí. Estando a la mesa, después de comer todos, tenían la mirada puesta en Caroline esperando a que diera el anuncio que toda en la casa esperaban. Mientras la pequeña engullía el tercer pedazo de el pastel, la joven habló

-Marianne, ya que has estado todo este tiempo con nosotros queríamos preguntarte si de pronto...tal vez tú quisieras quedarte con nosotros como parte de la familia. Te gustaría?

La niña tragó sonoramente y no podía hacer más que sonreír y asentir con la cabeza repetidas veces. Toda la mesa se hizo un revoltorio de risas y lágrimas aliviadas. Ahora estaba con ellos, y ninguno pensaba dejarla ir. La única sobreviviente de esa familia debía ser protegida. A cualquier costo.

Nota:                                                                                                                                                                                        Bueno, aquí vamos de nuevo. Espero que les guste volver a ver a Marianne. Los invito también a que se pasen por la otra historia "A los que no pertenecen"; es una colaboración con unos amigos y me encantaría que le dieran un vistazo.                                                                                                  Un abrazo

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