El último comienzo

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 El sol brillaba con una luz cálida y hacia que el rocío de la mañana subiera a los cielos para contemplarlo, el viento movía a las hojas de los árboles que se agitaban con elegancia. En aquella mañana los aromas de las flores evidenciaban el inicio de la primavera. Las personas salían de sus casas para dirigirse a sus trabajos.

—Hola Diana, ¿te vas a la Sede?— pregunta un hombre ya anciano, con una barba larga y puntiaguda, ojos verdes claros y rostro alargado, llevaba una camisa gris oscura, pantalones negros con un cinturón del mismo color pero con la hebilla dorada, sus zapatos oscuros brillaban como siempre.

—Así es Brian, hoy despiertan los últimos humanos que están hibernando— le responde, mirándole con sus ojos marrones, sus cabellos dorados resplandecían con la luz del amanecer, así como los ribetes de su blusa verde, sus zapatos y calza de cuero negro le daban una imagen muy agresiva.

—El camino es largo y tedioso, ¿quieres que te acompañe?— le dice mientras señala en sendero que se alargaba hasta el horizonte, estaba hecho de una madera de color ámbar, algunas zonas ya desgatadas por el continúo uso, era el lugar donde transitaban todos los habitantes.

—No es necesario, gracias, el teleporte está a unos metros.

—Sigo pensando que es necesario que los Delegados construyan uno más cerca de nuestras casas, o quizá uno en cada hogar, eso seria fantástico— menciona Brian con una sonrisa mientras tiene su mirada perdida en la faz de su oyente.

— ¡Ay Brian!, tú y tus sueños— le dice mientras lanza un suspiro al aire—, primero, hacer un teleporte no es como construir una casa, segundo, hacer deporte es bueno y tercero, los Delegados hacen lo mejor para nosotros, si no existe un teleporte cerca es por algo.

— Concuerdo, pero ya soy viejo y no puedo caminar durante más de veinte minutos.

— Lo que no puedes es dejar la pereza por más de 10 segundos, mira ya llegamos, ves no son ni cinco minutos de caminata— le expone mientras señala el teleporte, una especie de cabina cilíndrica muy grande, de unos 5 metros de alto y 10 de radio, lo suficiente para que entre un elefante  y sus crías. El color blanco relucía con un centelleo dorado. Aunque la fila para teleportarse era gigante, en minutos le tocó a Brian viajar y luego a Diana.

 La teletransportación era más rápida que cualquier otro vehículo, más segura y eficaz, era sencilla de usar, solo pronunciabas el lugar al que quieres ir y en el tiempo de un parpadeo te ubicaban, sin embargo su construcción era dificultosa, cada módulo se conectaba con otro para que la materia y la energía puedan viajar a través del espacio, y cada cabina violaba las leyes de la física en aquella dimensión.

 Cuando Diana llegó a la entrada de la Sede miró a lo alto, como lo hacia desde la primera vez, con la esperanza que ver la cúspide, sin victoria alguna que contar. La Sede Común o La Sede, como se la llamaba popularmente, es un  conjunto de tres edificios unidos, uno más dominante que otro, su forma de lanza perforaba las entrañas del cielo y nadie había alcanzado a ver su final, por fuera se podía vislumbrar el inigualable color amarillo de las edificaciones que imitaba a la perfección el tono del Sol y hacia que cada centímetro de la Sede refulja con un poder cegador. La Sede Común era el lugar donde todos trabajaban, ya sea como granjero o como contador, como matemático o como leñador, allí la gente hacia lo que más le gustaba, "todo sus servicios son útiles para la población", según decían lo Delegados, los sabios que controlaban la Sede y por tanto la ciudad, jamás alguien los vio, se conoce sus voces, cuando se comunicaban sus palabras se escuchaban por doquier, hasta ahora se han dejado oír tres, pero nadie sabe cuántos son.

 La primera de las tres construcciones se llamaba Ovir, en ella se encargaba todo lo relacionado con la alimentación y la naturaleza, la segunda Ubher y se ocupaba de la parte de administración de los recursos, era la más importante y por eso era la del medio, como si fuera el hermano mayor de las demás, la tercera y última la nombraron Gasha y su tarea era la de cuidar el bienestar de los pobladores, alrededor de las tres obras se crearon laboratorios, granjas, hospitales, y detrás de ellos las casas de los moradores. Diana era doctora en Gasha y dirigía la operación para despertar los humanos restantes.

— Doctora Diana, bienvenida— le saludó Roberth cuando entró a la sala de reanimación, mientras le entregaba una bata blanca como las nubes. Él era el coordinador del proyecto, alto y con una excelente postura, ojos marrones y pelo castaño, vestía el traje típico en aquel lugar, un bata nívea, calzados y pantalones negros.

— Gracias, ¿cómo va todo?— interrogó a su compañero al mismo tiempo de que vestía la prenda.

— Inmejorable, el último humano espera ser despertado, los demás ya lo hicieron y están en la fase de iniciación, deseamos que usted los haga— le dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

— Será un placer— dijo mientras se dirigía a la camilla. En ella se encontró con un chico de su misma edad, con el pelo totalmente negro, estaba vestido con el traje de hibernación, una ropa totalmente blanca que cubría todo el cuerpo menos la cabeza y las manos—. Yo me encargaré de mostrarle el lugar.

— Como desee, no puede estar en mejores manos.

 Colocó una serie de electrodos en la cabeza y corazón del paciente, y en una pantalla al lado de la cabeza del chico, pulsó una parte de ella para que el ser que estaba dormido se levantará con una velocidad digna de una pesadilla en la noche.

— Calma, estás a salvo, no temas— intentó tranquilizar al sujeto poniéndole una mano en el pecho, su respiración acelerada y su mirada curiosa indicaban un temor muy grande.

— ¿Quién eres?¿Dónde estoy?¿Cuál es mi nombre?— las preguntas que hizo eran infinitas pero la doctora las respondió todas.

— Soy Diana, una doctora, estás ahora mismo en el Centro de Reanimación de la ciudad de Karcko, no tienes nombre ni apellidos, eres libre de elegirlos, pero ahora debemos hacerte pruebas de rutina, ¿puedes mover todos tus dedos?.

— Jon, Jon Ivanóv, ese es mi nombre— dijo mientras completaba las pruebas.

— Es bonito, bienvenido— le alagó mientras miraba a sus ojos azules intensos.

Bailes del Destino: Un Nuevo DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora