Un vestido

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-Sakura ¡te ves preciosa! –

La voz de Tomoyo dejó su boca con un melifluo casi etéreo, admirada por el resultado de su esfuerzo. Tenía frente a sí una obra maestra, y no se trataba solo del precioso vestido blanco con volados que había confeccionado tan arduamente esa última semana, no, se trataba de su encantadora amiga castaña, que lo modelaba con un aire casi celestial, ¡oh, cuán bonita se le veía! El corte Julieta del vestido lucía perfecto, dando a la silueta un vuelo angelical, los tonos eran delicados, con cintas en rosa pálido bailando aquí y allá en los acabados ¡como una princesa!

Pero aunque en la mente de Tomoyo todo fuera rosa, en cuantos tonos ella pudiera concebirlo, la modelo se encontraba apabullada en vergüenza al ser analizada en el modo en que su amiga lo hacía sin saberlo. Debido al escrutinio sus mejillas tomaron la coloración de las cintas en el volado, no acostumbrada, a pesar de los años, a recibir los halagos de su diseñadora preferida. Ante la petición cantarina de que diera una pequeña vuelta para la creadora, no pudo negarse, que tampoco habría servido de mucho; y así, mirando en el espejo su figura cubierta por el vestido marfilado, solo pudo sorprenderse, era precioso.

-Ay Sakura, es como si solo tú pudieras lucirlo así... ¡tan bonita!- Canturreó Tomoyo, tomando medidas en la tela de la espalda, consiente de los detalles que debía pulir, a pesar de su entusiasmo en cada prenda para Sakura, este vestido era muy especial.

Mientras la diseñadora, dedicada como estaba, retocaba la espalda de la bellísima prenda, Sakura no pudo evitar distraerse un poco analizando los hechos más próximos a su memoria atolondrada y su desarrollo, era cierto que Tomoyo se encontraba, desde hace un tiempo considerable, especialmente pretenciosa en cuanto a su vestuario, particularmente, toda prenda que fuera a usar para un evento concreto: estar con Shaoran. Notar esa coincidencia le fue muy difícil, con lo distraída que era. Era indiferente el lugar, el día, el clima, la actividad; todos y cada uno de sus conjuntos brillaban con encanto propio, eran mucho más elaborados que los fueran destinados a otro tipo de compañía, como Eriol o su propia familia (ya que su amiga había tomado la resolución de ser su estilista auto-declarada para todo, en absoluto). La razón, según la pelinegra, era obvia "debía usar algo tan bello como ella misma y los sentimientos que ponía en el encuentro", oh cuán penoso era recordarla, toda sonriente tomándole medidas, mientras canturreaba ese enunciado tan vergonzoso. Comprendía, hasta cierto punto que quisiera verla usar sus diseños, que eran todos y cada uno preciosos, como una sinfonía de texturas y colores que podían conmover al más ajeno del mundo del vestuario y emocionaban a quienes podían usar siquiera uno. Comprendía, desde luego, que ella estuviese entusiasmada con el vínculo que ahora, a ella, su dulce Sakura, la unía a Shaoran.

Y no era de extrañarse para nada, ni ajeno ni imprevisto por cualquiera, que su relación con el joven Li hubiese florecido del modo en que lo hizo desde la escuela, de la que hace ya varios años se habían graduado en una emotiva celebración, que viene al caso ya que ese día, Shaoran le había pedido que, formalmente, fueran una pareja. Era un calorcito agradable el que la llenaba cuando pensaba en la felicidad que la embargó ese día, el recuerdo dulce de la mirada de su novio en la adolescencia con un precioso ramo de brillantes flores de Nadeshiko pidiendo un corazón que ya era suyo, todo eso se derretía en la boca de su estómago y alimentaba las mariposas que, aún 7 años después de aquello, revoloteaban incansables cada vez que le veía. Era irreal para ella, aunque su hermano se gastara la vida diciendo que era muy obvio para todo el mundo, tanto así, que incluso su padre pudo reír un poco mientras afirmaba que él, mucho tiempo atrás, ya lo sabía.

"Qué vergüenza..." se susurraba de vez en cuando, pero ser distraída, aunque ni eso ella lo notara, era parte de su encanto. Recordaba cada minuto al lado de Li, esos 7 años habían sido más que maravillosos, para ambos y sus familias. Recordaba especialmente la boda de Tomoyo y Eriol, con quien había abierto una galería de arte recientemente, que había sido un evento para el deleite de quienes los querían, además de algo divertido al ver a Shaoran tratando de bailar con ella, siendo pisado en incontables ocasiones, pero jamás pidiéndole que se sentara, solo porque sabía que ella quería bailar. Y, aunque Sakura no lo notase, para Shaoran había sido una señal decisiva, señal que se volvió obvia para todo el mundo, excepto y, de nuevo, para su querida novia.

Las cosas habían tomado un giro importante cuando otra boda fue anunciada: Su hermano, Touya, iba a casarse, con nada más y nada menos, que su mejor amigo de toda la vida: Yukito. Era idílico que nunca lo sospechase del todo, aunque lo hizo por momentos. El evento iba a darse en un templo con la ayuda de Kajo, quien, tras recibir el comunicado de que nacionalmente sus amigos podían casarse, buscó bajo cada piedra opciones para hacer de ese un evento irrepetible. Y por eso se sorprendió al ver a Tomoyo abalanzarse sobre ella con cintas métricas y telas de mil colores la semana pasada, pues ya había confeccionado el vestido que llevaría para el evento tan valioso en la vida de su hermano, la pelinegra alegaba que habría un evento extra, pero que no iba a darle más detalles; después de eso, Shaoran la llamó pidiéndole que se encontraran esa semana. Y el día pactado era mañana,  a las 4 pm, bajo la noria, en pleno invierno. Le tomó mucho pensar que el vestido fuera para encontrase con Shaoran, pero no podía descartar la idea y, aunque no lo fuera, ella misma había decidido usarlo para su cita.

-¡Esta listo, querida Sakura!- La voz de Tomoyo estaba más que satisfecha, despertándola de sus reflexiones y haciendo que cayera, por la sorpresiva intervención, directo al suelo. Trató de levantarse con cuidado, aterrada al pensar que había dañado la prenda, observó a su amiga que, sonriente, reía frente a ella.- Oh, no debes preocuparte Sakura, he previsto todas las situaciones posibles, la tela es muy resistente ¡puedes caerte con completa tranquilidad!-

La castaña no supo si reír o apenarse de que su amiga ya supiera que iba a pasar más del 50% de su día en el suelo. En cuanto se puso de pie, no pudo sino sorprenderse, era muy bello. Deseaba, con verdaderas ansias, que Shaoran pensara lo mismo en su cita de mañana, los dos juntos, bajo la nevada fría en la torre, sopesando el frío por la llama danzante del gran amor que compartían por el otro.


"¡Me encantas!"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora