Saqué del cofre unas fotos viejas, me coloqué bien los lentes. Hice el esfuerzo de no llorar cuando note las personas que posaban felices, sentí como una parte de mi alma volvía a su lugar, como mis recuerdos fugaces que había tenido minutos antes se aclaraban.
Unas de las fotos fué tomada en navidad, había mucha gente en casa. Pero me detuve en ella, mi gran amor, mi vida entera, la madre de mis dos hijos, mi compañera, mi mejor amiga, mi esposa. ¿Cómo pude olvidarla? Recordar nuestra historia de amor fué paz y puñalada en mi alma. Paz por todo lo vivido, todo lo que me dió, hasta una simple sonrisa de ella, en todo encontraba paz. ELLA ERA PAZ.
Puñalada por aquellas noches en el hospital, aquellos medicamentos que la dejaban sin aliento, cómo aquel tumor me la arrancó sin piedad de mi vida, ella se fué jurandome su amor y pidiéndome perdón.
Que manía aquella de pedir perdón! Nunca hizo nada malo, por más que quisiera ella era perfecta, ella era la única y me amaba.En otra fotografía estaban abrazados dos niños sonrientes, perdón, mis dos hijos sonrientes, Guadalupe abrazaba contenta a Santiago, quien cumplía años el día que tomaron la foto. Tenía un gorro de cumpleaños y sostenía en sus manitos un hámster, le gustaban esa clase de animales, los más desagradables, y las plantas. En eso salió a su madre.
Dios eligió a Guadalupe como hija única.
Santiago con quince años de edad tuvo un accidente automovilístico, salieron de una fiesta con sus amigos y sucedió, estuvo un gran tiempo luchando por su vida.
Ella siempre se culpó por no prestarle más atención a nuestro hijo, yo siempre me culparé por hacerle creer que ella tuvo la culpa, no me pregunten como hicimos para seguir, quizás nuestra Guada nos iluminó el camino, y entonces me pregunto ¿Cómo una persona tan pequeña te hace sentir tan grande? Con mi pequeña sentía que nada me destruiría, sentía comprensión, sentí todo el amor y paciencia que un hijo puede regalar a su viejo padre.
Obviamente llega el día en el que los pequeños se crecen, en el que las enfermedades aparecen, en el que las piernas se nos duermen, en el que los planes y metas desaparecen. ¿Desaparecen? Y si, ya somos ancianos a punto de cumplir su tiempo aquí en tierra, no podemos soñar con un futuro, ya que sabemos que no estaremos.
Saco de la caja una de las tantas cartas que había, aunque no tengo idea de que dice, me parece que se me olvidaron las letras o palabras, lo que sea, no recuerdo como leer.°
Una lágrima corría por mi mejilla, justo cuando el mocoso término de leer una simple carta, sencilla, pero con mucho significado:
Hija mía, adorada, pequeña:
No me he sentido del todo bien, ser anciano no es fácil, más si sales a comprar y no recuerdas donde es tu casa, no quisiera interrumpir con tu vida, sé que me amas y que quisieras venir a cuidarme.
Por ello he decidido mudarme a una casa de descanso en donde me tratarán bien y habrá muchas personas en mis mismas condiciones. No te preocupes, estaré bien. Te amo mucho, te amo infinito. Saludos a Rodolfo, besos.Puedo decir que lo he recordado todo, ella me vino a ver después de todo. Estoy seguro de que quería llevarme a casa, quizás se desilusionó al ver que no la reconocí, ojalá que no, espero que siempre siga siendo mi pequeña.
Seco mis lágrimas, cierro la caja y me acuesto.
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EL VALOR DE LA VIDA
Teen FictionCuando creemos que hemos caído, que no tenemos nada, que estamos solos. Llega un ángel y se hace ver en una persona (como es este caso), en una planta, en una expresión artística, en una mascota. Solo debemos abrir nuestro corazón para salvarnos.