A diferencia del salón de arcade, la cafetería tenía una cantidad bastante considerable de gente.
―Esta vez sí pagaré yo ―dijo Daniel mientras esperaban en la fila. No le molestaban las largas esperas, y tampoco tenía demasiada hambre, por lo que le era indistinto estar ahí.
―De acuerdo ―contestó él. Wagner tampoco parecía irritado por la cantidad de gente. Recién en ese momento el menor se dio cuenta de la altura que se llevaban; perfectamente podía apoyar la cabeza sobre su hombro, cosa que no pensaba hacer pero le resultó curiosa. Alrededor de tantas personas Daniel siempre recordaba su baja estatura, no porque se sintiera acomplejado si no porque le costaba ver entre todos los que estaban frente a él. "Si tan solo no tuviera que ponerme de puntitas todo sería más fácil", pensó, intentando leer la carta de la cafetería desde la fila. La pregunta de Christophe lo sacó de sus pensamientos―. ¿Qué vas a comer?
―Uhm, déjame ver primero qué hay ―respondió Daniel dudando. Por un momento creyó oír al mayor riéndose bajo su aliento.
―¿Quieres que lea el menú por ti? ―preguntó el otro.
―Puedo solo, gracias ―se negó él. Había alcanzado a leer que servían chocolate caliente, pero la cabeza de un hombre que parecía no tener mejor pasatiempo que cubrirle la carta de postres no le dejaba ver con qué podía acompañarlo.
―Por si quieres hacerte una idea, yo tomaré un café con croissants. ¿Quieres preguntar por algo? ―insistió Christophe. "¿Por qué tanta amabilidad...?", se preguntó Daniel. No lo veía como alguien servicial.
―Lo pediré cuando nos toque ―contestó, dejando de pararse para quedarse en el suelo. Le pareció a él que la fila avanzaba cada vez más lentamente, pero continuó esperando que se despejara y avanzaran para poder pasar. El aroma a café y dulce que había a su alrededor ya estaba tentándolo; por suerte lo atendieron unos minutos después.
―Buenas tardes. ¿Qué van a querer? ―preguntó el hombre detrás del mostrador. En ese momento, Daniel ya podía ver perfectamente las comidas que había en la carta. Se decidió enseguida su merienda y la habría pedido enseguida de no ser porque Wagner la pidió primero.
―Café y croissants ―pidió el de gafas―. ¿Ya decidiste?
―Sí, chocolate caliente y un muffin de vainilla, por favor ―dijo Daniel. Se recordó a sí mismo que debía dejar su costumbre de comer apurado cuando estuviera con alguien que no fuera su hermana, de otra forma no sabía cómo reaccionaría su compañero.
―Perfecto. Tomen asiento, les llevaremos su pedido enseguida ―asintió el empleado. Los dos salieron de la fila para dirigirse a una de las mesas de la cafetería, frente a una de las paredes de cemento de aquel lugar. Estaban enfrentados frente a la mesa de madera, y Christophe se limpió sus gafas empañadas con una servilleta. Daniel jugaba con sus manos debajo de su abrigo, intentando pensar un tema de conversación casual para eliminar el silencio. De nuevo le pareció que el pelirrojo tardaba demasiado tiempo en limpiar las pequeñas lentes rectangulares que estaban en su marco negro; ni siquiera podía permanecer quieto, por lo que se balanceaba sobre su asiento mirando hacia la derecha.
―¿Pasa algo, Hunt? ―preguntó Christophe.
―No, nada, ¿por qué preguntas? ―dijo él, sin dejar de moverse sobre la silla.
―Te veo inquieto. ¿Pasa algo? ―repitió.
―Nada ―repitió Daniel en respuesta. El aroma ya estaba poniéndolo ansioso, y habría seguido así de no ser porque el mozo les había traído una bandeja con dos tazas blancas de cerámica y ambos platos.
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Detrás de la pantalla [Gay]
Teen FictionDaniel Hunt no era una persona a la que le gustara hablar con la gente. Pero, dentro de su computadora, su vida era totalmente diferente. Los videojuegos eran la parte preferida de su vida; entrar en aventuras de otros mundos, poder manejar todo a s...