Cuarto intento

284 24 16
                                    

No puedo dejar de pensar en lo de ayer. Es decir, no terminó de decir lo que quería, pero es fácil suponerlo. ¡Le gusto a Isaac! El tímido, inseguro, callado y –es importante resaltarlo– mi mejor amigo, Isaac. Eso me lleva a pensar, ¿fue acaso él quien escribió la carta de ayer? Por un momento consideré que haya sido Tiago. Al recordar lo que escribió en clases de matemáticas, relacioné esa casi-nota con la que el anónimo dejó en mi casillero. Pero... él no es para nada romántico ni mucho menos tiene una letra legible y prolija como la de la carta. La caligrafía de esa nota es casi perfecta... es decir, cada trazo parece una obra de arte. Ahora, sabiendo lo de Isaac, mis opciones se han expandido. Escribir una nota parece ser, totalmente, algo que un chico tímido como Isaac haría: él es el tipo de persona que puede expresarse perfectamente por escrito... y no necesariamente de forma oral. Lo más lógico sería pensar que fue él. Pero Isaac es un chico inteligente: sabe bien que si hiciera eso, la primera persona de la que yo sospecharía sería él. Algo no encaja muy bien en todo esto. Supongo que la única manera de descifrar todo esto es enfrentándolo.

Antes de empezar la primera clase del día, me dirijo al sitio de Isaac. No nota mi presencia, ya que se encuentra ordenando sus útiles por colores y sus cuadernos por orden alfabético. Le toco el hombre para llamar su atención y grita, lanzando sus útiles por el aire.

­–Supongo que tendré que comenzar de nuevo –comenta, encogiéndose de hombros.

–¿Necesitas ayuda?

–No, está bien. Es algo que me gusta hacer, de todos modos –me dedica una pequeña sonrisa–. ¿Querías decirme algo?

–Sí –debo ser directa–. Ayer recibí una nota anónima. ¿Tienes alguna idea de quién podría ser?

–Depende... ¿qué tipo de nota era?

–Era de un "admirador secreto" –resalto las últimas dos palabras haciendo las comillas con mis dedos–. Curioso, ¿no?

–¿Un admirador secreto? –repite, exaltado–. ¿Segura?

–Sí... era una carta romántica y todo eso.

Isaac frunce el ceño con preocupación.

–¿Y... t-tú crees que p-pudo haber sido de Tiago?

–Es una de las opciones, sí...

–¿En serio? –susurra con algo de tristeza–. Ese chico sí que es obstinado.

–Sí...

Luego de unos minutos la profesora nos manda a nuestros sitios. Me pareció extraño que se preocupara más por el hecho de que pudo haber sido Tiago que por aclarar que él no es el anónimo. Por más que esto refuerza la teoría de que le gusto, descarta la posibilidad de que él sea el anónimo. Entonces, ¿quién es? Vuelvo a considerar a Tiago... ¿quién sabe? Puede que su letra en realidad no sea tan mala si se esfuerza y que tenga un lado cursi oculto. Por cierto, ahora que lo veo... está muy concentrado, fijando su vista un poco debajo de mi cara... Un momento, ¿me está mirando las tetas?

–¿Por qué tan callada, preciosa? –escucho un susurro en mi oído antes de poder protestar–. ¿Acaso estás fantaseando conmigo?

No, el anónimo definitivamente no es Tiago.

–Me haces cosquillas, retrasado –respondo, alejando su cara de mí con las dos manos.

–Mañana es viernes 29. La fiesta de bienvenida...

–A veces me deprime que hayamos entrado al colegio el 24 de febrero. Es decir, ¿qué les costaba esperar hasta el lunes 3 de marzo para empezar clases?

–Por eso está la fiesta, ¿lo recuerdas?

–Lo sé. Va a ser buena.

–No solo "buena", linda. Muy buena –abre un poco más los ojos, como si se le acabara de ocurrir algo increíblemente ingenioso–. Como tú.

–Muy gracioso, Tiago. Pero en serio, va a ser muy buena –comento sin disimular mi emoción–. ¿Sabes cuánto alcohol va a haber?

–Y no solo eso –completa él­–. Alcohol fino. Nada de ron barato de siete soles.

–Exacto –afirmo, alargando la "a"–. Ya me estaba hartando del Cartavio.

Él se ríe y asiente.

Tiago no me cae mal. Para nada. Incluso lo considero un "casi-amigo". Últimamente he estado hablando más con él durante las clases y, cuando no está intentando coquetear conmigo, me entretienen (incluso me divierten) nuestras conversaciones.

–Tiago, Micaela... ¿se puede saber qué les da tanta gracia?

Y el profesor de Historia nos estuvo viendo durante todo este tiempo. Tiago sonríe con malicia y, antes de que diga cualquier cosa (probablemente, un comentario imprudente) suelto:

–Nada.

–Parece que voy a tener que cambiarlos de sitio si siguen así.

Nosotros asentimos en silencio y la clase continúa.

–Me sorprende que no hayas dicho algo como "ten compasión y cambia nuestros sitios, por favor" –comenta mi compañero de carpeta con una risa.

–Y a mí me sorprende que no hayas hecho ningún comentario estúpido.

­–Supongo que la situación ha cambiado.

–Sí...

Tiago y yo nos llevamos bien, es la verdad. Y, de la nada, recuerdo que quería preguntarle acerca de las notas anónimas.

–Por cierto, cambio de tema radical. Ayer encontré un papel en mi casillero.

–Y eso me importa porque...

–Cállate –lo corto–. Era una carta.

–¿Una invitación a un cumpleaños? –pregunta con tono de burla–. Ternura.

–No, idiota. Déjame terminar. Era de un admirador secreto.

Tiago se queda pensativo por algunos segundos.

–Y no sabes quién es –señala lo obvio.

–Exacto.

–¿Y piensas que podría ser yo? –completa, esbozando una media sonrisa–. Lamento romperte el corazón, linda. Sé que te mueres por mí y estás muy ilusionada, pero no soy yo.

–No me gustas, Tiago –repito por milésima vez.

–De igual forma, debería averiguar quién es este anónimo. Sé que nadie es competencia para mí, pero no me gustan los estorbos –se detiene un segundo y vuelve a mirar hacia abajo, es decir, hacia mis tetas. ¿Cómo puede ser tan subnormal?–. Por cierto, ¿qué es eso?

–¿Qué es qué? –repito, extrañada.

–Ese papel pegado que sale por debajo de tu mesa. Lo he estado viendo desde que empezó la clase, pero solo ahora se me ocurrió preguntártelo.

–Oh... no lo había visto.

Ahora todo tiene sentido. Despego la cartulina de la mesa con cuidado y la desdoblo para ver su contenido. Abro los ojos con asombro y creo que incluso dejo caer mi mandíbula. Tiago también parece estar algo perplejo.

En esa hoja hay un dibujo. Y ese dibujo –un excelente dibujo, cabe mencionarlo– consiste en mi cara. Alguien me había dedicado un retrato. Y es obvio que ese alguien es el anónimo que busco. Nos quedamos en silencio por unos instantes, hasta que Tiago decide romperlo:

–Por cierto, también te estaba viendo las tetas.

Stalker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora