Cartas a Andrés

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Esta carta no empezará dulce ni bella.
Y al admitirlo se me rompe un poco el alma porque siempre crei firmemente en las cartas de amor. Pero sólo un poco al fin y al cabo.
Ayer me miraste a los ojos y dijiste que querías arreglarme, y ¿sabes lo que pensé? Que eras un completo imbécil ¿arreglarme, dices? Cariño no soy una silla que se le quebró una pata. Soy una jodida persona. Más específicamente una mujer, somos peligrosas así que no te fíes tanto.
Te detesto por querer curarme con tú psicologia barata de caja de cereal, porque crees que lo que tengo es una enfermedad de autoestima o una torcedura de corazón cuando en realidad es una inflamación, muy grande de ego.
Detesto que te hagas el galancillo valiente conmigo, es de tan mal gusto, como todos los demás.
Aborrezco que creas saber que pienso y que quiero, me hace sentir débil y enferma.
Así que en estas líneas te pido que pares. Para este cuento que has inventado de hadas y finales felices. Para con tu poesía empalagosa y tu admiración fantasiosa.
Me purga que me creas princesa cuando soy una ramera y que me hables como si fuese a romperme.
Entiende de una vez. Eso no va conmigo.
No quiero que me hables de amor ni de relación, quiero que pases de largo y no me veas. Es mi culpa por creer que entendíamos los dos que era un juego de vanidad.
No quiero que me atés, porque para mi eso representa tu aclamado amor. Amo mi independencia, mi soledad y no por miedo al rechazo si no por mi autonomía que no quiere que me quieras por lo que crees ver en mí.
Así que amor mío, alejate y no te acerques a mí, a no ser que de verdad me trates como una mujer real y no como tu fantasía de una noche.

Besos, tu princesa

Cosas que nadie leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora