Capítulo 1.

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Entró dentro del edificio en ruinas. Estaba lleno de humedades en las paredes, sucio y con cosas destrozadas por el suelo. Su jefe era muy astuto, así pasarían totalmente desapercibidos. Se colocó bien su gorro gris y subió las escaleras con una sonrisilla pícara en los labios. Se encontró enfrente de un pequeño pasillo que llevaba a una puerta blanca. Abrió la puerta y había una sala perfectamente decorada, con un tono beis en las paredes y el suelo de parqué. Un escritorio en medio de la sala y su jefe sentado en la enorme butaca negra.

-Louis Tomlinson, que alegría verte. Pasa, hombre, no te quedes ahí – dijo poniendo los pies en alto apoyándolos en la mesa. El muchacho dio tres pasos al frente.

Un hombre musculado y con expresión de pocos amigos cerró la puerta a sus espaldas. Su jefe le señaló la silla que tenía enfrente para que se sentara. Luego cogió un puro y lo encendió saboreándolo.

-Bueno, Louis. Has hecho un gran trabajo esta semana ¿sabes? Has ganado más de lo que esperaba, como siempre haces. – le dio otra calada al puro – 2.500 libras. Impresionante. Mañana llegara más mercancía. Quiero que primero vendas la cocaína, luego ya te daremos otro tipo de droga y te diremos dónde venderla – el chico asintió.

-Es un placer trabajar para vosotros. – el hombre sonrió satisfecho. – Si solo era eso me voy. – dijo levantándose de la silla.

-Siéntate Louis. Esta semana quiero pedirte algo más complicado. Necesito que te encargues de alguien – el muchacho frunció el ceño – Como bien sabes nos persigue la policía, por eso nos tenemos que esconder en esta basura de edificio. La policía ha contratado a alguien para que nos persiga y consiga información. Es un detective profesional y necesito que lo encuentres y me lo traigas aquí, vivo.

-¿Pero eso no lo hacía Carl? – dijo algo confuso.

-Así es, pero esta semana ya tiene mucho trabajo, y he pensado que tú podrías hacerlo, ¿no?

-Si, por supuesto.

-Perfecto, chico. – dijo enseñando sus amarillos dientes – Recuerda traérmelo vivo.

-¿Qué le haréis?

-Oh, ya sabes. Le torturaremos un poco para que nos diga todo lo que sabe y luego acabaremos con él. – abrió un cajón del escritorio y sacó un papel entregándoselo al muchacho. – Aquí tienes su dirección. Ve a su piso y atrápalo, lo metes en el maletero del coche y lo llevas a esta otra dirección. Allí tendréis un piso y lo retendrás ahí los días que hagan falta. Aquí tienes la llave del piso – dijo entregándosela. – Te llamaremos e iremos a buscarlo para acabar nosotros la faena. ¿Ha quedado claro?

-Sí, no se preocupe.

-Así me gusta, chico. Puedes irte.

Louis se levantó del asiento, el matón de su jefe le abrió la puerta y salió de ese espantoso edificio. Creía que se le caería encima estando dentro. Nunca había tenido una vida fácil, quizá por eso había acabado ahí, pero no le daba importancia, se dedicaba a vivir la vida y mantenerse vivo. Salió a la calle y se abrochó la chaqueta. Londres era muy frío en esa época del año. Se metió dentro del coche y arrancó. Condujo por las calles de Londres intentando encontrar la dirección que le habían dado. Giró a la izquierda y vio en una placa la calle. Bingo. Aparcó y cogió su pequeña mochila con todo lo necesario. Al llegar al portal correspondiente llamó a un piso cualquiera.

-¿Quién es? – dijo una voz de anciana. El muchacho sonrió.

-Buenos días, señora. Soy un técnico que vengo a reparar la luz del portal, si es tan amable ¿podría dejarme entrar?

-Oh, claro que sí, joven.

Vía libre para entrar. Entró y subió por las escaleras. 5º 1ª, estaba enfrente de la puerta. Se puso unos guantes negros y sacó un fino metal de la mochila y lo introdujo por el agujero de la puerta. Empezó a moverlo hasta dar en el clavo. Al sonar el “clac” sonrió y empujó muy suavemente la puerta y entró lo más cuidadoso posible. Cerró con el mismo sigilo y observó el panorama. Estaba en un pasillo. Caminó hasta lo que era el comedor. En la mesa vio unos papeles y unas cuantas fotos. Los papeles eran oficiales de la policía y las fotos eran de algunos de sus compañeros, hasta se pudo ver en una. Cogió todo y lo metió en la bolsa. Oyó un ruido proveniente de una habitación. Había caído en su trampa. Escondido esperaba a que su víctima pasara de largo para lanzarse al cuello. Sacó de su mochila el cloroformo y un pañuelo. Con el arma preparada espero.

Entonces entró en el comedor. Él instintivamente se lanzó al individuo e intento ponerle el pañuelo en nariz y boca pero recibió un puñetazo en la barriga. Entonces la vio. Era una chica más o menos de su edad  con el pelo liso, castaño oscuro y ojos color miel. Al verle no dudó en ir hacia la cocina para coger cualquier cosa con la cual atacarle, pero él fue más rápido y la atrapó. Ella gritaba y pedía ayuda en vano porque ya tenía el pañuelo en la cara. Poco a poco fue cerrando los ojos y dejándose caer hasta el suelo.

Louis, la dejó en el suelo y se levantó. Se puso las manos en la cabeza. Una chica. Él no esperaba una chica. Su jefe habló en masculino, ¿Por qué no le dijeron que era una chica? Pero tenía que hacer el trabajo, sino a quien mataran será a él. La cogió del suelo y se la cargó al hombro. La llevó al sofá y ahí sacó de su mochila cinta aislante y le ató pies y manos. Luego le colocó un trozo en la boca para que no formara escándalo. Al acabar con eso, se puso a registrar el piso para encontrar más información. Todo lo encontrado lo metió en la mochila. Miró por la ventana, era un barrio con poca gente, con un poco de suerte nadie le vería. Cargó a la chica al hombro y salió. Antes de salir del portal comprobó que no hubiera nadie. Entonces corrió y la metió en el maletero del coche. Arrancó el coche a toda prisa.

La zona donde estaba el piso era algo desolada. Louis aparcó el coche y sacó a la chica del maletero, aún seguía dormida. Dos vagabundos le miraron, pero sabía que no diría nada. Subió los escalones hasta llegar a la puerta de ese apartamento. Parecía de un motel. Metió la llave y la hizo girar. Dejó a la chica en una de las habitaciones, encima de la cama y cerró la puerta. Miró el apartamento, realmente era un asco. Se sentó en el sofá y se puso las manos en la cabeza. No le gustaba hacer esas cosas. Ya la fastidió una vez. Realmente tenía un pasado oscuro. Cogió su mochila y ojeó todo lo que había conseguido.

Arya se despertó en esa cama. Miró a su alrededor y frunció el ceño. Desesperada empezó a moverse, intentando deshacerse de lo que la ataba. Se incorporó como pudo y se sentó al borde de lo que se suponía que era una cama. Era un colchón mugriento y un cojín que no parecía muy cómodo. ¿Quién la había secuestrado? Intentó abrir la boca pero no pudo. Se levantó y dando saltitos se fue a la puerta y puso la oreja para ver si escuchaba algo.

-Ya estoy en el apartamento con ella. – oyó decir a alguien – Tenía muchas cosas sobre nosotros. ¿Qué hago con ello? ¿Lo quemo? – puso más atención – Perfecto. ¿Y con la chica?  … Vale.

Luego oyó unos pasos y como una puerta se cerraba. Quizá su secuestrador se fue. Saltando se dirigió a la ventana de la habitación y subió la persiana como pudo. En la rajilla que dejó abierta vio a un chico con un gorro gris quemando todo su trabajo y depositándolo en un contenedor. Trabajaría para esos traficantes. Aprovechó que estaba fuera para intentar escapar. Provo suerte a ver si la puerta no estaba cerrada con llave ni nada. Al ver que podía abrirla alzó las cejas sorprendida. Fue a lo que parecía la cocina. Necesitaba desatarse. Abrió un cajón y encontró un cuchillo. Lo cogió y empezó a rasgar la cinta aislante. Al no ver lo que hacía se cortó más de una vez la muñeca, pero ella seguía rasgando. Una vez liberada de las manos se quitó la cinta de la boca de un tirón ahogando un grito y luego hizo lo mismo con la de los pies.

-Vaya, te has escapado – dijo el chico del gorro gris. Ella se giró y le amenazó con el cuchillo. Él formuló una pequeña risa y dio un paso al frente.

-¡Atrás! ¡O te clavo el maldito cuchillo, cabrón! – él paró en seco y sacó algo de su bolsillo.

-Aquí tengo la dirección de lo que parecen tus padres, junto con su número de teléfono y sus nombres. Nacional Street, 30. Kate Harrison y John Harrison. – leyó en el papel - ¿Acaso quieres que llame a mis superiores y les diga que los mate? – Jessica le miró horrorizada – Te juro que yo no te haré daño, así que dame ese cuchillo.

-No. – dijo negando con la cabeza y apretando los labios.

-Dámelo – dijo con una mirada aterradora. – Está bien.

De su bolsillo trasero sacó una pistola y la apuntó. Arya aterrorizada dejó caer el cuchillo al suelo y levantó levemente las manos. Louis, alcanzó el cuchillo con el pie y lo apartó del alcance de Arya. Ella reprimía las ganas de llorar, no iba a llorar delante de él. Apretaba los labios. Él bajó la pistola y le miró algo comprensivo.

-No quiero hacerte daño, así que quiero que me hagas caso a todo lo que te diga. Ahora, quiero que entres en la habitación donde estabas. No vas a gritar ni a intentar escaparte de nuevo porque si no tendré que atarte de nuevo. ¿Entendido? – ella asintió sin poder controlar que una lágrima le caiga.

Skinny love. (Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora