Prólogo:
― Yo siempre te dije que si seguías portándote así, ella se podría cansar.
― Son cosas que son parte de mi forma de ser. Yo no lo hacía por hacerla sentir mal.
― Dependía de ti hacerlas o no. Nunca intentaste medirte.
― ¿Crees que necesito que me regañes?
― Lo necesitas. No puedes seguir pensando que tú eras la víctima en esa relación.
― ________ sabía cómo era yo. Lo sabía y aun así aceptó andar conmigo.
― Sí, tienes razón. Ella sabía cómo eras. Pero cuando tú empezaste a salir con ella. Le demostrabas totalmente lo contrario a lo que ella había visto en ti. Pero luego hiciste que ________ cayera nuevamente y sin paracaídas a la realidad, otra vez al verdadero tú. ―Mario tenía razón con todo lo que me había dicho. Volteé a ver la pared, sentía que mis ojos se llenaban de lágrimas. No quería llorar, sentía que si lloraba es como si ya no hubiera marcha atrás y en serio la había perdido. Luchaba con mis propios ojos para no pestañear, pero una lágrima ganó.
― La amo; Mario ―No pude evitar el entrecortar de mi voz.
Soy sincero. Cuando conocí a ________, mis primeras intenciones con ella no eran serías. Siempre he pensado que la vida es solo para divertirse y no tomar las cosas en serio. En mi vida he andado con muchas chicas y muy pocas, por no decir ninguna, fueron mi novia; prefería algo libre, solo una aventura.
Cuando por primera vez pretendí a ________, por más que a ella yo le atraía no accedió y bueno no volví a intentar. Volví a verlas muchas veces, a kilómetros podía notar que a ella yo le gustaba, pero ninguno de los dos hacíamos nada, hasta que después de un tiempo, por una rara y graciosa razón ella necesitó de mí.
No quiero que todo lo que he vivido con ella tenga que terminar así, ni de ninguna otra manera. Ahora que estoy perdiéndola, veo cuanto es lo que la amo. Que debí aprovechar cuando la tenía, cuando fui su hombre.