Adiós, Bobbie.

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Bobbie Newman, 15 años, 1871.

Hoy es un día caluroso de verano, mis padres están trabajando en sus tierras y solo se me ocurre coger un libro de literatura española para matar el aburrimiento.

Matar...

Hace varios días un pareja fue asesinada mientras cenaban, mis amigos me han invitado hoy a hacer invocaciones en la casa, ahora abandonada. Por supuesto yo me negué, nunca he creído en esas cosas, pero respeto que haya alguien más allá escuchando lo que pienso.

La curiosidad mató al gato, decían mis familiares cuando les conté lo que me habían dicho mis amigos. Sería interesante ver como mis amigos morían estrangulados o de cualquier otra manera como decía en los libros, creo que no sería mala idea ir si yo no participo en la invocación.

Decido salir de mi pequeña casa rumbo a la de la fallecida familia Hudson. No estoy seguro de si será buena idea, yo no voy a hacer nada, no tiene porqué pasarme nada.

El sol está a punto de ponerse cuando llego a la casa abandonada, efectivamente mis amigos se encuentran dentro alrededor de la mesa con las manos hacia adelante, como si estuvieran esperando algo.

Al abrir la vieja puerta, los ruidos agudos que provienen de esta no llaman la atención a nadie, parece que solo lo he escuchado yo cuando ellos están a 2 metros de mi. Me asusto un poco al ver que una de mis amigas, Melanie, gira su cabeza hacia mi con los ojos cerrados, acto seguido lo hacen los 4 restantes, al igual que Melanie, con los ojos cerrados.

Haciendo caso omiso de lo que acabo de ver, me siento en la silla vacía que hay junto a uno de los chicos que aún sigue mirando hacia la puerta por donde acabo de entrar.

Pasan los minutos y mis ojos empiezan a cerrarse, no tengo sueño, pero será mejor que me vaya a casa. Los chicos están de nuevo mirándose frente a frente unos con otros, ya no miran hacia la puerta, aunque siguen teniendo los ojos cerrados, creo que ellos ya están en el otro lado, invocando a dios sabe qué.

Procedo a levantarme cuando me doy cuenta de que John, mi mejor amigo se pone en frente de mi, no consigo ver casi nada porque mis ojos están cada vez más cerrados, pero veo que lleva un puñal de casi 50 centímetros en la mano, el está con los ojos abiertos, pero los tiene completamente negros, eso me alerta y por lo que he leído entiendo que John está poseído.

Empiezo a correr hacia la puerta trasera pero tropiezo con mis propios pies, callendo de cabeza y dejándome inconsciente, se que John no lo hará, John no será capaz de apuñalarme ni estando poseído.

Efectivamente creía mal, noté un fuerte dolor en mi estómago, se que eso fue el puñal gigante que tenía John entre sus manos.

Ahora me encontraba atado a una silla, en medio del bosque, con el mismo puñal en la barriga y chorros de sangre corriendo por mi piel, ya no sentía dolor, ahora me notaba más vivo que nunca.

Pasaron semanas, meses y yo seguía atado en la silla, había animales royendo mis carnes muertas, muchos pájaros se posaban en mi para comerse los gusanos que en mi herida habitaban y todo eso lo notaba, pero no sentía dolor, yo seguía vivo, no tenía sueño, no tenía hambre, simplemente estaba vivo.



Las histórias de Cayla Adams. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora