Amanda Sullivan, 9 años, 1875.
En mis tiempos libres suelo probarme los corsets y vestidos de mi madre, que aunque me queden enormes yo sigo viéndome guapa. Hace unos días le rompí uno sin querer, todavía no se lo he dicho porque se que va a enfadarse mucho conmigo. No se que hacer.
Mi abuela solía decirme que cuando no sabía qué decisión tomar que hablara con Dios, él me daría la respuesta. Desgraciadamente mi abuela sufrió un ataque al corazón y como en mi pequeño pueblo no hay medicos, ella acabó falleciendo.
Mi madre decía que ella estaba un poco loca porque hablaba con personas que ellos no podían ver, pero yo si puedo verlas, ellos son malos conmigo, y también lo eran con mi abuela.
Ahora me aburro, no tengo nada que hacer, ya me he probado la ropa de mi madre y también la que dejó mi padre cuando murió en la guerra, yo no le quería, ojalá se hubiera muerto cuando nació.
Escucho que uno de esas personas que solo yo veo me dice "ven, Amanda" y para pasar el rato voy, no tengo nada que perder.
Este hombre, alto, delgado y atractivo me guía hacia la habitación de mi abuela que se encuentra cerrada desde que ella murió.
Al parecer me equivoco al ver que la puerta de la habitación esta abierta y muy alborotada. El hombre que antes me había guiado hacia aquí ahora se encontraba de pie frente a la cama, mirando hacia ella como si hubiera alguien bajo las mantas, me acerco y, efectivamente hay alguien. Mi abuela está allí.
Doy un grito sobresaltado al verla, creía que ya la habían enterrado, se que la habían enterrado porque yo fui a su entierro. Ahora se encontraba pálida, sus labios estaban cosidos entre sí con gordos hilos de lana, sus ojos estaban negros como la más profunda noche y ella tenía sangre por todo el cuerpo.
Me dispongo a salir de aquí con lágrimas en los ojos, pero alguien me está agarrando, no me deja moverme, veo que las paredes de la habitación se cubren de sangre y al darme la vuelta mi abuela se encuentra de pie, al lado de mi maldito padre. Él también tiene la boca cosida y los ojos negros, pero tiene sangre solo en las manos.
Un fuerte dolor en mi espalda me asusta, más aún. Escucho una risa aguda detrás de mi, conozco esa risa...es mi madre. Me doy la vuelta de inmediato y allí se encuentra ella, de la misma manera que los dos anteriores. Noto dolor en mis dedos, están fuera de su lugar, están todos rotos y ensangrentados. Mi boca, no puedo abrir la boca, mis labios entán cosidos, y no veo absolutamente nada, solo un gran abismo negro con gente rara, hablando sola y arrancándose las pieles.
Llevo años aquí, ayudadme.
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Las histórias de Cayla Adams. #Wattys2016
HorrorEllos están esperando su lugar en tu conciencia. Cayla Adams, 13/06/1893.