Hoy me paso para hablarte de algo que he descubierto.
He aprendido una gran cantidad de cosas a raíz de una no tan grande cantidad de sucesos. Cosas como que ahora las flores son solo para los muertos, que un beso en los labios ya no significa "Te quiero" y que una sonrisa es más díficil de ver que un billete de quinientos. En definitiva, que la felicidad que yace en lo sencillo ya solo yace, incauta y casi sin vida. Que lo simple y a la vez bonito se pudre. Nosotros también. Incautos y podridos (putrefactos si lo prefieres).
Ayer mismo (fíjate que buen ejemplo o escusa para hablar de ti) me encontré con una compañera de hace tiempo. Su pelo rubio, sus ojos azules, su extrema delgadez y todo su ser me recordó a ti. Y sé que te preguntarás el porqué; yo también me lo pregunté. La respuesta tardía fue que ella era un atractivo estereotipo hecho carne, y no me gustó para nada. Era tu antónimo. Sin asomo de dudas. Sus adjetivos eran negativamente superlativos, y tú eras superlativa sin más.
Deberías saber algo más triste que tú un domingo por la tarde; debería decirte sin rodeos que mis camisas han dejado de esperarte por las mañanas y mis camisetas por las noches. Ahora solo se quedan en un profundo pesar, por no rozar tu cuerpo, metidas o encerradas en el armario, a veces durante todo un fin de semana porque, por lamentable que suene, me he mirado al espejo y me he dado cuenta de que no me quedan como a ti.
Tuve miedo de que fueras para siempre, aunque al mismo tiempo siempre lo deseé. Eres una persona que invita a quedarse de manera inconsciente e inevitable. Tuve miedo de que, siendo tan jóven, fueses la única en mi vida. Primera y ultíma. Te quería (todavía tengo mis dudas respecto a si aún lo hago), pero el miedo y la inseguridad formaron una alianza contra el amor difícil de superar, y por muy fuerte que el amor sea, dos contra uno es un combate amañado.
No sé si recordarás (creo que sí, espero que no) "El cementerio de la buena música", aquel cuaderno marrón en el que íbamos escribiendo nuestras canciones favoritas, raramente las favoritas de algún otro. Era un cuaderno en el que se escribían recuerdos con un máximo de cinco palabras. Era una especie de diario breve, en el cual solo tenías que leer el título de una canción y la historia se reescribía sola. Era un diario sin candado y sin peligro. Pero últimamente pasó a ser un diario a regañadientes. Antes de que todo se volviese un desastre recuerdo que el cuaderno estaba en las últimas. Que casualidad. Nosotros también (otra vez). Y tenía un miedo irracional a que eso ocurriese, a que se acabaran las páginas del cuaderno, a que terminase la historia. Al final y al olvido. Se podía comprar otro, sí, pero algo me decía que no era buena idea (gracias, algo). Un segudo libro conlleva a una segunda parte, y las segundas partes nunca fueron buenas. Y antes de que se acabará el cuaderno se acabó lo nuestro. Pensándolo bien una cosa trajo a la otra (lo segundo a lo primero).
De pequeño creía que el amor era una mierda, como los niños es su gran mayoría. Y he fallado en muchas cosas en mi vida, y he creído erróneamente en otras tantas, pero en esta acerté de lleno.
Y por desgracia o por desgraciado esta fue la triste historia de tú cuerpo sobre el mío.
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El cementerio de la buena música
Historia CortaEl extraño y dudoso caso de cuando el amor se acaba. Me gustaría aclarar que una de las frases que aparecen está sacada del título de un libro y queda reservado el derecho de autor o lo que quiera que sea en ese caso concreto. Cualquier parecido con...