Entrenamiento.

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—Vamos Tsunayoshi tú puedes—grito Reborn mientras veía  aquellos cabellos castaños moverse con el viento.

Tsuna sólo sonrió y empezó a correr más rápido, con agilidad logro esquivar varias trampas, cabe decir que trampas para bobos, lo estaban considerando un bobo. Aunque no lo era, pero si era un poco torpe.

—¿Es necesario?—pregunto deteniéndose unos cuantos momentos, pero mala idea, muy mala.

Reborn al verlo detenerse termino tirándole una mini bomba. Lo que ocasione que él menor terminara saltando como gato asustado al ver la caer cerca de él, algo gracioso y a la vez muy peligroso, vaya que si fue una mala idea.

—¿En serio? ¡Reborn!—grito él castaño al bajar de donde se había trepado de forma rápida.

—Lo siento, bueno tal vez no—contesto él azabache con una sonrisa sádica—. Pero vamos a casa, creo que ya es mucho por hoy—dijo notando la cara cansada del pequeño.

Tsuna al escuchar aquello salió corriendo y abrazo al mayor. Se restregó. Vaya que era adorable, eso era lo que él mayor pensaba en momentos como esos al ver al chico restregar su carita contra su pecho como si fuera un pequeño minino en busca de calor.

—Vamos a casa—le dijo con un toque de cariño.

Él castaño asintió de forma afirmativa y rápida.
Camino a casa, silencio, nada más que eso, un silencio tan pesado y perturbador que a muchos les incomodaría lo gélido que puede llegar a ser un silencio entre dos personas. Él mayor observaba al pequeño caminar, mirarlo era una tentación con esas delgadas y lindas curvas. Por el amor de todo lo santo, era él omega más lindo que había conocido en toda su vida.

—¿Oye Reborn?—pregunto curioso él menor.

—¿Si?

—¿Haz encontrado tú pareja destinada?—pregunto nervioso, casi se podría decir que estaba rojo como un tomate y le salía humo por las orejas.

—No, pero a la vez si—confeso siguiendo su camino sin ver como le partía el corazón al menor—. Es como un amar pero sin destino. Por que puedo verlo ir por la vida con el corazón roto pero nunca me atreveré a decirle lo que en verdad siento—suspiro con una sonrisa triste—. Es inevitable corazón clandestino amor, y me duele no poder gritar su nombre a toda libertad, bajo sospecha hay que callar, eso es lo que siento no poder verlo a los ojos—se dio la vuelta buscando la mirada del menor.

—Ya veo—él chico tenía la mirada baja.

Él mayor lo tomo de la barbilla obligándolo a verlo. En serio necesitaba de esa mirada acaramelada sobre él, no tenía mucho de conocerlo, pero sabía que la atracción y el hecho de estar destinados a estar juntos era lo que influía en sus sentimientos. Pero no podía evitarlo, mientras más lo observaba, más perfecto lo notaba. Era inevitable casi como respirar. Lo miro a los ojos, necesitaba esa mirada, el universo conspiró inevitable amor. Era inevitable, casi juraba que sus latidos tenían una sincronía especial. Se le caía el cielo de tanto esperar, ya no podía aguantar. No quería engañarse, no quería mentirse, lo necesitaba. Ya no tendría miedo a lo que pudiera suceder.

—Algún día lo mirare a los ojos—confeso con una sonrisa—. Y le diré un me gustas como a ti te lo estoy diciendo con cada acción mía—le dijo al castaño para luego soltar su barbilla de manera delicada y sonreír de lado esperando que en algún momento él chico captara la indirecta.

Tsuna se puso rojo, no sabía en que sentido tomar aquellas palabras. No sabía en que sentido sentir que su corazón dejaba de latir. No sabía si tomar en serio aquello. Pero vaya que unos años más se daría cuenta de la verdad, un par de años más notaría que el amor le llego de manera tan lenta y poco notable, que se arrepentiría de no hacerle caso antes. En el destino estaba que fuera así. Eso era lo que estaba escrito y permanecería de esa forma sin importar quien intentará separarlos. Por que cupido se apiadó de ellos, les dio lo que necesitaban y sólo era cuestión de esperar, sólo era cuestión de confiar.

—Vamos a casa—le animo él mayor con una gran sonrisa.

Él lo siguió, por que nadie se esperaba que fuera así, no esperaba que fuera él, no podía estar seguro de lo que vendría, pero si podía asegurar que él de patillas siempre estaría ahí ahogando sus miedos con una dulce voz así le llego un amor, amor del bueno. Lo miro, esto era el destino conspirando para darle algo que se aseguraría de no perder.

—Como dice mi mamá, esto es amor del bueno—murmuró él pequeño castaño mientras seguía al mayor con una gran, enorme y linda sonrisa.

«Perdóname si te causo dolor, pero no puedo evitar amarte» sonrió de lado ante sus pensamientos él mayor. Lo amaría toda la vida y después de esa vida lo seguiría haciendo. No se aferraría a un imposible, por que conseguiría que eso sea posible aunque le costara la vida. Ahora sólo tenía que ir caminando a casa con el amor de su vida. Disfrutaría todo esta tranquilidad antes de que la marea fuera subiendo y todo el camino se fuera en picada. Por que no todo dura, hay cosas que están hechas para romperse y repararse con el tiempo. Y Tsuna era alguien hecho para romperse mil veces y siempre reparase mil veces más, era una de esas personas que necesitan sufrir para ser feliz.

Nuestro destino (En edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora