Resistencia parte 2

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Mi mente reconoció el lugar como una habitación normal de un establecimiento médico. Un hospital. Los azulejos del techo eran blancos con motas más obscuras. Las luces eran rectangulares y del mismo tamaño que los azulejos, con los que se alternaban a intervalos regulares. Las paredes eran de un verde claro - un color calmante, aunque también era el color de la enfermedad. Una elección poco inteligente, según la rapida opinión que me acababa de formar al respecto.

La gente que me observaba era mas interesante que la habitacion. La palabra doctor resono en mi mente tan pronto como fije los ojos en el Sanador. Llevaba unas ropas holgadas, de color azul verdoso que dejaban sus brazos libres. Y unos matorrales... Tenía pelo en la cara, de un extraño color que mi memoria denominó como "rojo".

¡Rojo! Había pasado ya por tres mundos desde la ultima vez que había visto el color o cualquier otra cosa similar. Pero incluso este dorado jengibre me lleno de nostalgia.

Su rostro me pareció genéticamente humano, pero el conocimiento que albergaba en mi memoria le aplicó la palabra amable.

Un bufido de impaciencia hizo que mi atención se volviera hacia la Buscadora.

Era muy pequeña. Si se hubiera quedado quieta me habría llevado más tiempo percatarme de que estaba allí, al lado del Sanador. No atraía la mirada, era como algo obscuro en la habitación brillante. Vestía de negro desde la barbilla hasta las muñecas, un traje conservador con un suéter de seda, de cuello de tortuga, debajo. También tenía el pelo negro. Le llegaba hasta la barbilla y se lo sujetaba detrás de las orejas. Su piel era más morena que la del Sanador, de un tono oliváceo.

Los pequeños cambios en las expresiones de los humanos eran tan sutiles que resultaban muy difíciles de interpretar. Sin embargo, mi memoria también podía designar la expresión del rostro de esta mujer. Las cejas negras, que se curvaban sobre unos ojos ligeramente saltones, ofrecían un diseño que me era familiar. No era exactamente ira. Intensidad. Irritación.

-¿Y esto sucede muy a menudo?- inquirí, mirando de nuevo al Sanador.

-No muy a menudo- admitió el.

- Últimamente disponemos de muy pocos huéspedes adultos... Los inmaduros son del todo maleables. Pero usted indicó que prefería empezar como adulto...

-Si.

- La mayoría pide justo lo contrario. El ciclo vital humano es mucho más corto de lo que está acostumbrada.

-Estoy bien informada de todo eso, Sanador.¿Se ha encontrado usted antes con este...tipo de resistencia?

-En mi caso, sólo una vez.

-Cuénteme los hechos del caso- hice una pausa.

-Por favor- añadí, al darme cuenta de que a mi orden le faltaba cortesía.

El Sanador suspiró.

La Buscadora comenzó a tamborilear los dedos sobre su brazo. Signo de impaciencia. No deseaba esperar para averiguar lo que le interesaba saber.

-Eso ocurrió hace unos cuatro años- comenzó el Sanador -. El alma en cuestión había pedido un huésped macho adulto. El primero que pudimos encontrar fue un hombre que había vivido en un reducto de resistencia humana desde los primeros años de la ocupación. El humano... sabía lo que ocurriría si lo capturábamos.

-Igual que mi huésped.

-Hum, si- se aclaro la garganta.

-Era apenas la segunda vida del alma y procedía del Mundo Ciego.

-¿El Mundo Ciego?- pregunté, inclinando la cabeza hacia un lado, en forma reflexiva.

-Oh, lo siento, seguramente no conocerá nuestros nombres coloquiales. Aunque ese planeta era uno de los suyos, ¿no?-. De su bolsillo extrajo un dispositivo, una computadora que consultó con rapidez. -Si, su séptimo planeta. En el sector octogésimo primero.

-¿Mundo Ciego?- insistí de nuevo, con un matiz de reproche en la voz.

-Si, bueno, algunos de los que han vivido allí prefieren llamarle el Mundo Cantante.

Asentí lentamente, eso me gustaba mucho más.

-Y los que no han estado allí nunca le llaman el Planeta de los Murciélagos- masculló la Buscadora.

Volví los ojos hacia ella, sintiendo como se entrecerraban mientras mi mente rebuscaba una imagen clara del feo roedor volátil al que ella se refería.

-Supongo que usted es una de los que jamás han vivido allí, Buscadora- comentó en tono desaprensivo el Sanador-. Al principio, llamamos a aquella alma Canción Mensajera, lo que era una traducción libre de su nombre en el... Mundo Cantante. Pero pronto decidió adoptar el nombre de su huésped, Kevin. Aunque, dada su procedencia, fue destinado a una. Vocación en Interpretación Musical, dijo que se encontraría mucho más cómodo si continuaba en la anterior línea de trabajo de su huésped, que era la de mecánico.

-Para su Acomodador asignado estos eran síntomas preocupantes, aunque estaban dentro de los límites normales.

-Entonces Kevin comenzó a quejarse de que se quedaba en blanco durante ciertos periodos. Me lo volvieron a traer y le hicimos unas pruebas completas para asegurarnos de que no había fallas ocultas en el cerebro del huésped. Durante las pruebas, varios Sanadores advirtieron notorias diferencias en su comportamiento y en su personalidad. Cuando le preguntamos sobre el asunto, afirmó que no tenía recuerdos de ciertas afirmaciones o acciones. Continuamos observándolo, junto con su Acomodador, hasta que por casualidad descubrimos que de forma periódica, el huésped tomaba el control del cuerpo de Kevin.

-¿Tomar el control?- se me dilataron los ojos.

-¿Y el alma no se daba cuenta? ¿El huésped recuperaba su cuerpo?

-Si, tristemente. Kevin no era lo bastante fuerte para suprimir a su huésped.

No era lo bastante fuerte.

¿Sería que también ellos me consideraban débil? ¿Era yo tan débil que no podía forzar a esta mente a contestar mis preguntas? ¿Tan débil como para que sus pensamientos vivos perduraran en mi cabeza donde no debería haber otra cosa que recuerdos? Siempre me había considerado fuerte y esta idea de debilidad hizo que me estremeciera. Me avergonzaba.

El Sanador continuó.

-Ocurrieron ciertas cosas, y se decidió...

-¿Qué cosas?

El Sanador bajo la vista sin contestarme.

-¿Qué cosas?- exigí de nuevo.

-Creo que tengo derecho a saber.

El Sanador suspiró.

-En efecto. Kevin...atacó físicamente a una Sanadora mientras no era... el mismo-tembló ligeramente. De un puñetazo dejó a una Sanadora inconsciente y después le quitó un escalpelo que llevaba encima. La encontramos sin conocimiento. El huésped había intentado cortar el Alma y sacarla de su cuerpo.

Tarde un momento en poder hablar. Incluso entonces, mi voz apenas fue más que un susurro.

-¿Qué les ocurrió?

-Afortunadamente, el huésped no había logrado estar presente en la conciencia el tiempo suficiente para infligir un daño serio. Kevin fue recolocado, esta vez, en un huésped joven. No hubo forma de reparar al huésped defectuoso, y se decidió que no tenía caso salvarlo.

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