Para mi suerte, nada me sucedió durante la noche que estuve sola para necesitar la ayuda urgente de mis queridos vecinos. Y más suerte todavía, Daniel estaba demasiado agotado cuando llegó a casa como para despertarme con su irritante humor mañanero.
Pero toda esa dicha no me haría olvidar el suceso que se avecinaba a mi apacible vida: una fiesta de bienvenida. Una fiesta que nunca pedí y menos aún deseé. Además iba a ser estupenda, no, maravillosa, porque conocería al resto de vecinos de enfrente. Y eso no me hacía la más mínima ilusión, más si significaba tener a Liam en mi casa después de rechazarle deliberadamente la noche anterior, si es que eso se podía llamar rechazo, y a Kyle. A ese menos todavía tenía ganas de verle.
Estuve dando vueltas en la cama hasta que me dormí, incapaz de dejar de pensar en esos dos chicos que habían irrumpido en mi vida sin permiso. Liam era jodidamente adorable, pero no tuve valor de dejarle entrar en mi casa e invitarle a un piscolabis. ¿Por qué era tan cagada? Y Kyle... bueno, después de verle con su estúpida y sensual sonrisa mirándome desde la ventana cerré de un portazo y ya no pude sacármela de la cabeza. Me mantuvo cabreada pensando que no quería cruzarme con ese egocéntrico chico nunca más. Aun y así su imagen aparecía en mi mente atormentada.
¿No podría haber tenido unos vecinos normales? ¿Una pareja de ancianos o unos calvos solterones? Daniel debería haberme avisado de esto. Sí, todo era por su culpa.
Después de dejar a Daniel durmiendo en su cuarto —a pesar de que pensé en asesinarlo—, me decidí a ir a una biblioteca cercana. Qué puedo decir, me gustaban más los libros que a un niño un caramelo. Cuando salí los nervios se instalaron en mi cuerpo pensando que, por estas del destino, podría toparme con alguno de mis vecinos. Me escabullí con rapidez del edificio y por suerte, no fue así.
Cogí el bus esperando no equivocarme de parada y acabar en el peor barrio de la ciudad. Llegué a la biblioteca después de caminar por la misma calle en la que se encontraba tres veces sin verla. Me quedé impresionada cuando entré. Era mucho más grande que a la que estaba acostumbrada en mi zona de Phoenix.
Me acerqué a la sección de novela histórica. Siempre tuve pasión por las historias ambientadas en siglos pasados, historias de amor imposibles entre miembros de clases diferentes, las guerras, las cambiantes situaciones políticas y económicas, etc. Desde que era pequeña mi madre me había leído cuentos de todo tipo, me enseñó el amor por la lectura, y me empujó a leer esos libros históricos que ella tenía en su haber. Cuando devoré todo lo que había en casa no pude más que pasar media vida en la biblioteca y en las librerías para crear mi propia colección. Gran peso con el que contaba mi maleta se debía a mis libros.
Mientras ojeaba en la estantería que se encontraba más cerca del mostrador, divisé algo que me hizo clavar los pies en el suelo. Kyle estaba en el dichoso mostrador, con un brazo apoyado casualmente en él mientras hablaba con la bibliotecaria con una sonrisilla de suficiencia en la cara. ¿Tenía que estar precisamente en esta biblioteca a la misma hora que yo? Mierda y más mierda. Le observé de reojo comprobando que no había notado mi presencia. Oh, no. ¿Estaba ligando con esa mujer? Si no era eso, básicamente se la estaba metiendo en el bolsillo. Podía escuchar brevemente su tono seductor, y encima ella se retorcía de vergüenza. Por Dios, podría ser su madre. Rodé los ojos y dejé con cuidado el libro que sostenía en su sitio. No quería que me viera, pero tampoco podía huir. ¿O sí?
—¿Novela histórica, eh?
Su voz prácticamente en mi oído derecho me hizo pegar un respingo y por poco logró que me diera un infarto.
Me había quedado embobada y ni me había dado cuenta de que se había acercado. Me giré para encontrarlo de frente. Era la primera vez que me hablaba directamente. Kyle bajó la mirada para encontrarse con la mía. Sus ojos eran preciosos. Además, olía genial.
ESTÁS LEYENDO
Al otro lado © (Primeros 3 capítulos)
Novela JuvenilEmma Parks se muda a vivir a San Francisco con su extravagante primo Daniel, mientras duren sus años de estudio de la carrera de medicina. Lo que no esperaba ni de lejos, era tener como vecinos a ocho chicos. Jóvenes, guapos y a cada cual más raro...