Estaba acostado en mi cama de hospital, me diagnosticaron cáncer de pulmón y según parece me quedaba poco tiempo de vida. Oigo la puerta abrirse mientras entra un poco de luz en la habitación y la veo por primera vez. Era simplemente bella: alta, delgada, pelo negro como la noche y piel pálida como la luna. Se sentó a mi lado y me dijo que era el momento de irnos, la miré por un segundo y le dije que aún no, no era el momento, aún tenía cosas por hacer. Ella me toma la mano y me dice que ya hice todo lo que debía, y si no hubo tiempo para más es porque lo desperdicié. Toda la razón, desde que era un simple niño que desperdiciaba el tiempo.
Al levantarme cada mañana lo único que hacía era jugar y jugar sin preocuparme por nada, no hacía mis tareas y aún así me lo permitía mi padre que daba y dio todo lo que tenía y tuvo por mí, así mismo cuando llegué a la pubertad seguía siendo irresponsable, me dormía en cada puta clase y me la pasaba yendo con amigos a cualquier lado, me enamoré de una chica y cometí idioteces, ninguna grave como embarazarla y abandonarla pero sí muchas otras que, aún hoy, me arrepiento. Quise seguir literalmente la ideología Punk de "vivir rápido, morir joven" pero no la entendí hasta ahora. Vivir rápido no quiere decir apurarse a vivir todo lo que se deba vivir y apurarse en cada segundo sin preocuparse por nada ni prestar atención al entorno, sino que hay que vivir aprovechando cada segundo de la vida y luchar momento a momento por ser feliz tomándose el tiempo para admirar la belleza de la vida. Tampoco quiere decir que morir joven es morir antes de cumplir los 40 lleno de cicatrices y de drogas pero sin arrugas ni canas, sino que mantener la pequeña llama de juventud en nuestra alma y nunca quedarnos estáticos en un punto hasta que muramos es lo correcto.
Ahora a mis 47 años veo atrás en el tiempo y pienso en que le dejo a mis hijas, mi hijo y a mi esposa. O mejor dicho ¿Qué les dejé?, porque en los 2 meses que estuve acá solo vi pasar a mis 2 hijas de 17 y 23 años y mi hijo de 20 unas 3 o 4 veces, está bien, ellos estudian todo lo que pueden para ser mejores de lo que fui yo, un hombre que pasó los últimos 30 años fumando y aún no pudo parar, un hombre que si bien nunca se emborrachó de verdad, estaba también tomándose una cerveza cada noche, tanto que ya fue natural para ellos, mis hijos. Ahora los veo y si bien son estudiosos, veo que mi hijo también fuma y toma como su padre, que mi hija mayor solo fuma a veces y que mi hija menor fuma a escondidas y le da vergüenza admitir que fuma, pero aún así igual veo que mi vida no fue mala y también le dejé buenos valores a mis hijos. Les enseñé a ser independientes y solidarios, a que la felicidad de uno no está en otro, sino en uno mismo y que no hay nada mejor que ayudar al otro por el simple hecho de hacerlo, fui un padre regular y espero que ellos sean mejores de lo que fui yo, espero que me recuerden con mis aciertos y también con mis errores.
Pero aún no quiero irme. Quiero quedarme a remendar algunos errores y enseñarles a mis hijos a ser mejores, quisiera recuperar a la mujer que alguna vez me amó y que mi hijita de 17 años, Oriana, me perdone por no poder estar a su lado tanto como quise, que me perdone por centrarme en el trabajo y no darle mi atención, que me perdone por perderme toda su adolescencia y que me perdone por no darle el afecto que quise, quisiera decirle que la últimas palabras que le dije no eran de enojo hacia ella sino hacia mi, que la apoyo en su decisión y que realmente la amo como solo un padre puede amar a su hija. Quiero que mi hijo Sebastián no siga mis pasos, quiero que estudie y que sea el mejor hombre en todo el mundo, quiero que pase más tiempo con su familia y que no descuide a su novia ni por un segundo, que la apoye y proteja siempre, que sea atento, amable y cariñoso, que nunca pida imposibles y que siempre sea sincero, que no la cague a ella y no la cague en general, que viva bien y que viva feliz. Quiero que Tamara, mi hija mayor, triunfe en su vida que es la danza y que también me recuerde como su héroe, quiero que me perdone por negarle tanto antes y que sepa que no le tengo rencor por alejarse para vivir su sueño, que soy feliz por ella.
Tanto que uno quiere y que no se puede dar. Aún no señorita, aún no quiero irme de acá. Por favor suélteme un instante y déjeme vivir un rato más en los recuerdos de lo que fui y déjeme arrepentirme de lo que no pude hacer y no pude ser, aún no quiero morir. Pero la otra mujer ya me está soltando, su mano cálida de a poco me va dejando, solo escucho el incesante pitido, solo veo como mi sábana se tiñe de rojo con la sangre que me abandona, solo siento como un frio recorre mi cuerpo hasta dejar de sentirlo, solo miro a mi lado a la mujer que me va tomando cada vez más fuerte con sus manos heladas y me va arrancando de mi propio cuerpo, y ya sin fuerzas para luchar ante la inevitable verdad, me dejo llevar. Ya no siento nada, no siento dolor, no siento calor ni frio, no siento el suelo o el aire, no siento absolutamente nada.
En mis últimos momentos como un alma con mente decido ir a ver a las personas que amo, mis hijos. Veo a mi Oriana estar en casa con su novio viendo una película abrazados cuando suena el teléfono y su madre, la mujer que amé en vida, atiende sorprendida y asustada para luego caer en llanto mientras mi hija se abraza fuerte a su novio y él pausa la película y llora a su lado demostrando que de verdad me apreciaba. Luego voy por mi hijo, está estudiando duro para un examen que debe hacer dentro de 3 semanas, suena su celular y atiende algo tranquilo, pero luego de unos segundos su libro de química avanzada cae estrepitosamente y despierta a su novia quien lo abraza fuerte mientras el llora en silencio sobre el escritorio. Por último voy con mi hija mayor, ella atiende su celular de inmediato y para su práctica casi como si supiera de que trata, y al parecer lo sabía, ella no lloró tanto porque no hubo tiempo, cayó sobre un asiento y casi desmayada se quedó inmóvil. Segundos después la señorita que me tomaba de la mano me mira y me dice que ya no iba a ver nada más, mi conexión con mi mente se estaba desvaneciendo y con una sonrisa burlona me dice -¿aún no?-. Casi como un susto me despierto en mi cuerpo de hace 15 años, con mi esposa al lado, la cuna de mi pequeña Oriana de 2 años a unos metros, y una caja de cigarrillos en la mesa de luz. Miro esa caja y solo la tiro a la basura, me dí cuenta que todo fue una pesadilla, aún no había tenido cáncer, aún no había perdido a mi esposa, aún no había dado mal ejemplo a mis hijos, aún no había sido un mal padre, aún no me había llevado la muerte. Simplemente aún no pasó nada de eso y ahora se que no pasará. Aún no estoy muerto, aún no.
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Historias Sobre La Muerte y El Tiempo
Short StoryLa Muerte está siempre presente, esperando en cada rincón del universo hasta que nos llegue el tiempo. El Tiempo, su hermano, corre imparable en su total eternidad. Azrael, el ángel de la muerte, se encarga de cosecharnos una vez que nuestro momento...