Tres meses, siete de mayo. Sigo con la idea de que a lo mejor puede que vuelva pero tampoco le diré que quiero que lo haga, ya que no creo que sirva de nada. Verle es como si en mi cuerpo haya una tormenta, el corazón me late a mil por hora y tiemblo como una idiota, todo por miedo. Nunca superaré el hecho de que no sea capaz de decirle las cosas, también es demasiado estúpido que me desahogue escribiéndole algo que leen personas que ni siquiera me conocen, no lo sé, es la única manera que tengo de expresar mi dolor.
Me enamoré una vez pero jamás había temblado al ver a alguien, jamás había sentido esa sensación de impotencia al querer hablar y no poder cuando le miro, quererle se me está yendo de las manos y ahora más que nunca...
ESTÁS LEYENDO
Revolución de sentidos.
PoesíaHablando de dolor fui capaz de describirte a ti, hablando de gloria fui capaz de describir tu cama.