-Debes de estar muy orgullosa de tu padre-Me dice Darla, la zorra que trabaja como su asistente-Siempre se ha esforzado demasiado por ti.
La escucho sólo para no hacerla pasar la vergüenza de que se quede hablando sola. Después de todo no soy tan mala como todos los presentes creen. Pero no puedo evitar la risa que se escapa de mi garganta antes de que la pueda detener, lo que me hace acreedora de más de una mirada de desaprobación de las viejas cotorras que están con nosotras.
-Es cierto-dice la peor de las cotorras, la señorita Sinclair, la anciana y lame-culos secretaria de mi padre. Ha estado a su servicio durante tanto tiempo, que creo que la conserva solo por ser la reliquia de la empresa.
-Si- les digo con la la sonrisa más condescendiente que puedo regalarles a estas brujas- Ha hecho tan buen trabajo conmigo, que soy una hija de perra sin corazón, ya saben lo que dicen "de tal palo"-continuo con la sonrisa en mis labios ahora mas amplia al ver sus rostros regordetes y con exceso de maquillaje volviendose un par de tonos más rojos de lo que los tienen-Así que Darla- digo poniendo cara de pena mientras me dirijo a la zorra cazafortunas-De verdad te recomendaría que dejaras tus intentos de conquistar a mi padre, ese hombre solo vive para hacer dinero, no para que se lo quiten.
Término de hablar, y me retiro con una pequeña, educada y muy fingida reverencia de princesa, dejando a las brujas cotorras y a la zorra trinando de vergüenza e ira.
Sintiéndome totalmente satisfecha conmigo misma, me dirijo a la barra que está en la sala de mi casa, en donde Adolfo nuestro anciano mayordomo esta sirviendo bebidas. Me mira, y soy consciente de que acaba de ver lo que he hecho, entonces cuando me mira percibo la ligera sonrisa que juega con las comisuras de sus labios.
-Tequila doble-le digo, sabiendo que no me lo dará.
-Té helado doble, es más de lo que obtendrás de mi dulce niña- me dice extendiéndome un enorme vaso con hielo y hojas de te nadando en la fresca bebida.
-Bueno, valía la pena tratar- le dije riendo-Ahora que cuando te haga la misma petición en un par de meses no podrás decir que no- le sonrió radiante, ante el anhelo que me genera que en menos de 2 meses es mi cumpleaños numero 18, lo cual me convierte en mayor de edad.
-Aun así dudo que te de mas que un delicioso y fresco té helado-me dice con su tierna sonrisa.
Adolfo, es lo mas cercano a un abuelo para mi. Dado que mi madre era huérfana e hija única, y mi padre esta distanciado de su familia que consiste en mi abuela, que es la mismísima reina del hielo, un tío, al que si conozco, no recuerdo y dos primos a los que nunca he tenido el placer de conocer, Adolfo es el único ser humano en esta casa que no se ha olvidado de mi existencia, y se ha encargado de alimentarme, se ha preocupado de que haga los deberes y le importa de verdad si me encuentro triste. El es la única persona que podría llamar familia en esta casa.
-Debes dejar de intentar meterte en problemas-me dice levantando una ceja, y sé que se refiere al episodio con las cotorras-No le des motivos a tu padre para cargar su mano contra ti.
-De verdad que lo intento Lolo- le digo nombrándolo por el apodo cariñoso por el que lo llamo desde niña- Pero esque esas mujeres horribles no me lo ponen fácil.
No puede hacer más que reírse de mí comentario, poniendo delante de mi, mi poco anhelada bebida.
-Espero que hayas puesto algo un poco mas fuerte en este té, sólo lo suficiente para que me ayude a llegar al final de la velada sin arrancarle la cabeza a alguien o que me la arranquen a mi- le digo en medio de una sonora risa que se me escapa.
Lo veo negar divertido con su cabeza y entonces alguien lo llama, lo cual lo hace retirarse dejándome de nuevo en mi soledad.
Comienzo a sumirme en mis pensamientos cuando Christopher se acerca a mi lado pasando un brazo alrededor de mi cintura, apretandome contra su cuerpo, haciendo que suelte un sonoro suspiro.
-No comiences a ponerte pesada conmigo bonita-me dice dándome un rápido beso en la mejilla para después sentarse en el banco al lado del mio- Vengo a sacarte de aquí.
Y con estas palabras obtiene mi absoluta atención.
–Y bien... ¿qué tienes en mente?–le pregunto ansiosa. En este preciso momento preferiría ir a levantar animales atropellados en la carreteta que estar aquí, pero no se lo tengo que decir, porque me conoce tan bien que él lo sabe.
–Es sólo una fiesta, chicos universitatios, alcohol gratis... A mí me suena como un plan, no sé que opines tu- termina de decir con su sonrisa de medio lado.
–A mi me suena a que es suficiente- le digo poniéndome de pie de un salto y tomandolo de la mano- Vamos, no quiero llegar tarde.
Lo jalo para instarlo a moverse más rápido y se ríe de mi comentario. No me preocupa lo que diga mi padre al marcharme... Bueno al menos no si me voy con él. Mi padre bien podría ponerse a bailar de alegría cada vez que me ve salir con él, obvio, si no fuera el mismísimo rey helado.
Intento apresurarme a la puerta de principal, y pasar desapercibida pero fracaso inmensamente.
–¿A dónde crees que vas Cristall?–me dice Iceman, mejor conocido como mi padre.
–Solo iremos a dar un paseo–interviene Christopher antes de que pueda articular una palabra–Criss necesita relajarse un poco y la estoy llevando a un sitio más tranquilo–dice mientras toma mi mano y me da un pequeño beso en el dorso, mientras yo quiero abofetearlo por su ñoñez.
–De acuerdo–dice mi padre–Cuida bien de ella.–termina de hablar y sin esperar respuesta, da media vuelta y continúa su conversación con quienquiera que está hablando.
Como si le importara un céntimo mi bienestar, menudo hipócrita es mi papaíto. Tomo una profunda respiración y cuento hasta diez en mi cabeza, porque justo aquí como me ha dado la espalda y me ha dejado parada, me entran unos deseos enormes de gritarle dos que tres verdades a mi padre. Pero por fortuna, Christopher, que puede sentir la tensión irradiando de mi cuerpo, me toma más firmemente de la mano y me atrae hacia el, rodeándome con su brazo por la cintura.
–Eh, bonita–me habla al oído, haciendo que una serie de escalofríos, me recorra deliciosamente, me da un beso bajo la oreja y me insta a que lo mire a la cara–Déjalo ya. Vamos, que la noche es joven y tenemos planes geniales por delante–me dice sonriendo de esa manera tan sexy suya, y maldita sea si recuerdo lo que estaba pensando hace tres segundos. Si, ese efecto tiene la sonrisa de este caza fortunas con su maldita sensualidad.
Me mantiene presionada a su costado mientras salimos de la casa, y no puedo dejar de pensar, que si las circunstancias fueran otras y el no fuera un bastardo interesado, quizá creería de verdad que está interesado en mi.
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Besos de Cristal [#BuscandoTesoros]
Teen FictionCristall Wyatt ha vivido la mayor parte de su vida bajo el brazo protector de su padre. Pues al haber perdido a su mamá tan inesperadamente, al ser sólo una niña de 6 años, haciéndola acreedora de una jugosa herencia tras su muerte, necesitó siempre...