Capítulo 1.- Comienzo

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—Buenos días Bocchan— susurró en su oído mientras aspiraba su dulce aroma; olía demasiado bien

—Sebastián— una somnolienta voz lo sacó de su trance — Apártate— empujó ligeramente su pecho debido a su escasa fuerza

—Bocchan— acercó su boca hacia el lóbulo de la oreja ajena — ¿Quiere jugar un rato? — mordió y lamió con la esperanza de que su cordura se viniera abajo junto con su orgullo

—N-No Sebasti- ahh— él se había puesto a gatas mientras que sus labios amenazaban con descender — Para­—

—Déjame besarte... Ciel— pasó su mano por la nívea mejilla. Qué ironía. Ahora el único con falta de cordura era él mismo. Eliminó el espacio que separaba sus rostros, viendo cómo se sonrojaba cada vez más —que ya no aguanto—

—No— susurró

—No juegues conmigo— la distancia entre ambos era demasiado escasa —No sabes cuánto quiero—

Las pequeñas muñecas de Ciel hicieron fuerza para alejarlo pero el demonio las tomó y las puso sobre su cabeza con una mano, dejándolo completamente inocente, frágil y expuesto a cualquier cosa que el Michaels quisiera intentar. Mientras que el susodicho estaba más que deseoso por devorar ese cuerpo tan vulnerable... como tantas veces ya lo había hecho. Y como no había podido esas dos semanas.

FLASHBACK

—Sebastián tenemos que ir a dos tiendas más, deja a ese mugroso gato en paz—

—Unos momentos más Bocchan—

—Ya vámonos— comenzó a caminar sin importarle si ese mayordomo inepto lo seguía o no, lo único que quería era terminar ese absurdo caso de materiales robados -que Scotland Yard debería estar haciendo- y volver a su mansión junto con su pastel de chocolate con menta —Disculpe ¿Usted no ha visto a unos sujetos de aproximadamente 40 años? Ambos albinos— Ese trabajo lo debería estar haciendo el estúpido de Sebastián, no él.

—Oh joven- antes de poder terminar la frase, el menor ya comenzaba a asustarle que descubrieran su identidad, no era muy común o recomendable ver a alguien de la realeza vestido como un pordiosero; dañaría su imagen y de paso su orgullo.

Tres segundos.

Fueron unos malditos tres segundos lo que tardó el mayordomo idiota en estrellar sus labios junto con los de la chica de 17, que al parecer no es de la realeza. Y de paso, esos tres segundos fueron lo suficiente como para dejar atónito al menor; se suponía que él era el único que podía besar a ese demonio. Pero ellos no tenían una relación... ¿cierto? Sólo unos ratos de "eso" y unas cuantas palabras dulces después, no tenía derecho a enojarse, no tenía derecho a reclamarle, no tenía derecho de armar una escena ahí para decirle que se acabó algo que ni siquiera empezó... ¿verdad? No quería seguir debatiéndose con eso. Simplemente giró sobre sus talones y se dirigió hacia su hogar.

— ¿Bocchan? — Agh su voz era lo que menos quería escuchar

—Continúa con el trabajo, estate en la mansión antes de la cena—trató de reducir sus palabras lo más que podía, sabía que tarde o temprano su voz se quebraría.

—Yes, my Lord—

Subió al carruaje y partió directo, no soportaba más, justo cuando creyó que alguien de verdad lo valoraba descubre que era sólo un juego, ¡claro! Él era un demonio; para él, el mundo no tenía secretos. Había experimentado de todo en esos 3 milenios que había de diferencia de edad entre ellos. No sería la primera vez de Sebastián ni la última. Y aunque lo sabía desde un principio, se dejó llevar por el placer, la lujuria e incluso en algunas veces el amor. Antes de darse cuenta su ojo azul cobalto había dejado salir una lágrima fugitiva. Ridículo.

Ya en la noche -después de cenar un bien merecido banquete- se recostó en su cama dejando sus ropas en una silla, quedándose únicamente en camisón. No quería verlo. Su plan era sencillo y fácil. Él entraría, lo vería dormido, acomodaría su ropa, y se iría.

—Joven amo, sé que está despierto y que se ha abotonado el camisón mal—

Sus ojos se abrieron con sorpresa pero luego suspiró —Vete, yo lo haré—Era imposible engañarlo

—Joven amo—ronroneó en su oído, ¿cuándo se había acercado tanto? — ¿Le parece si también nos divertimos esta noche? —le acarició lentamente los cabellos mientras sentía como esa delicada figura se estremecía ante su tacto

—No— Una respuesta seca, típico de él.

—Ciel— Un escalofrío corrió por su espina dorsal — ¿Seguro? —

Le dio la vuelta, ya que estaba de espaldas a él, dejándolo boca arriba, mirando directamente al techo; pero esa visión no duró mucho ya que el mayordomo se colocó sobre él aflojando un poco su corbata.

—Quítate Seb- Sólo lo calló con un beso, de esos que volvían loco a Ciel, los que incluían lengua, mucha saliva y un poco de dientes; mientras que una mano vagaba con descaro por los muslos blanquecinos de su amante

El pequeño Phantomhive estaba a punto de ceder, de ceder ante los expertos movimientos de Sebastián, pero recordó que de la misma forma había callado a la campesina. Forcejeó eso fue lo único que hizo, aunque seguía correspondiendo al ardiente beso. Eso sorprendió al otro, usualmente –por no decir siempre- no se resistía, mucho menos intentaba librarse del contacto.

— ¿Ocurre algo? —

—Déjame en paz— viró su cabeza hacia otro lado dejando expuesto su cuello, Michaels solo pensó en que una mordida se vería muy bien... demasiado bien.

—¿Qué sucede? —

—Sólo aléjate—

Lo tomó del mentón obligándole a mirarle; vio como de sus ojos amenazaban salir lágrimas —ya déjame Sebastián—

Asintió y se redimió a pararse mientras se arreglaba unos detalles en su ropa —Pero capte esto, joven amo— dio media vuelta hacia la puerta y miró sobre el hombro con sus ojos escarlata —la próxima vez no sé si podré contenerme—

Ciel hundió su rostro en la almohada al verse completamente sonrojado, el imaginar lo que su mayordomo haría. Le daba mala espina. Pero claro, él era masoquista. Oyó como la puerta se cerró para soltar después un largo suspiro; demonio imbécil de quinta.

Tras varias noches el demonio resistía cada vez menos, no podía pasar de unas simples caricias, porque al ver esa mirada le entraba algún remordimiento que no le dejaba seguir; aunque se moría de ganas por oírlo decir su nombre a gritos.

FIN DE FLASHBACK

—No me mires así—

—Ya no puedo con esto— tras esas pocas palabras, lo besó de una forma tan feroz para remarcarle que él era suyo, introdujo su lengua en la cavidad bucal ajena pero Ciel la mordió por lo que se vio obligado a separase— eres un chico muy malo Ciel—

—Déjame ir Sbeastián— su respiración seguía entrecortada, que inconscientemente excitaba al pelinegro

Suspiró y se puso de pie; sin duda ese mocoso algún día lo llevaría al límite de la locura. —Debemos seguir con su itinerario, permítame vestirlo—

—Está bien, no intentes nada extraño, y no vuelvas a hacerlo— se sentó al borde de la cama —Ya no tienes derecho— susurró, mas sin embargo se escuchó perfectamente.

Tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no lanzarse sobre ese maldito mocoso y enseñarle que le pertenecía, que podía hacer lo que quisiera con él; pero de algo que tenía antojo era de hacerle recordar cómo su actitud cambiaba cuando el placer lo dominaba, cómo esa criatura fría y amargada suplicaba por más perdido en la lujuria.

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Hola! esto ha sido todo por hoy, trataré de publicar semanalmente o algo así; espero les haya gustado!

Si desean enviarme ideas para el progreso de la historia estaré al tanto y trataré de incluirlas a la historia si van a la par con el transcurso :3 

Yu Kato 


Good Morning, My love (SebasCiel, Yaoi/Gay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora