Hoy es mi cumpleaños pero también había pasado un mes exacto desde que me castigaron por ir a la fiesta de bienvenida. Durante ese mes, había estado haciendo tareas extra para enmendar mi falta con mamá, pero sentía que mis esfuerzos no daban fruto.
Apenas me dirigía la palabra, y cada día parecía más distante. Mientras bajaba las escaleras hacia la cocina, el silencio de la casa me envolvía, acentuado solo por el aroma del café recién hecho que llenaba el aire. Mi corazón latía rápido de nerviosismo y esperanza al pensar en lo que podría encontrar al llegar.
Al cruzar el umbral de la cocina, la vi esperándome en el comedor. Ya estaba sentada, con su taza de café frente a ella, la mirada fija en la taza y junto a ella otra esperando por mi, o eso suponía.
Mama tenía que ir al trabajo, pero se había tomado el tiempo para sentarse conmigo, y aunque era temprano, el ambiente estaba cargado.
— Buenos días.— dijo bajo intentando no levantar el humor.
—¿ y lucia?— pregunté mientras mezclaba el azúcar en su café.
— hoy entra más tarde a la escuela.
–¡ah!— no tenía nada más que decir, me sentía mal de verdad.
—Lourdes, quiero hablar contigo —dijo, aclarando su garganta. Mi estómago se hizo un nudo al instante. Me mordí el labio, nerviosa, y me senté frente a ella. Levanté la vista con cautela, esperando lo que tuviera que decir, mientras mis manos inquietas jugueteaban con la taza que había servido para mi.
—Sí, mamá —respondí en voz baja, sorbiendo un poco de café, intentando disimular mis ansias.
—Quiero levantarte el castigo —anunció, con una suavidad que casi me hizo derramar el café. El impacto de sus palabras fue tan grande que me quedé mirándola, incrédula, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—Sé que no eres una chica mala —continuó—. Sí, me enfadó mucho que te fueras a esa fiesta de... bueno, de drogadictos incontrolables. Pero lo que más me dolió fue que no confiaste en mí lo suficiente para preguntarme si podías ir. Yo solo quiero que confíes en mí, Lourdes. Estoy aquí para ti, y para tu hermana —dijo, posando su mano sobre la mía, acariciándola con ternura. Sus ojos, llenos de una melancolía que me hizo sentir como la peor hija del mundo, se clavaron en mi— Cuando me necesites, incluso cuando no lo creas, yo soy tu madre y también puedo ser tu amiga, ¿okay?
Respiré profundamente y asentí varias veces, sin atreverme a hablar. No podía creer lo comprensiva que estaba siendo, tan calmada y decidida. Se levantó para cubrir el espacio entre nosotras y, cuando me tuvo al pie, besó mi frente antes de envolverme en un fuerte abrazo. «Oh mamá, cuánto lo necesitaba», pensé mientras rodeaba su cuerpo con mis brazos, apretando fuerte.
—Lo siento mucho, mamá —murmuré con la cabeza baja—. No lo pensé... No quiero volver a preocuparte de esa manera.
—Mi niña hermosa, te amo mucho —respondió, levantando mi rostro con sus manos y acariciándome con suavidad—. Quiero que lo sepas —sus ojos brillaban con un resplandor celestial.
—Y yo a ti, mamá —le dije, abrazándola de nuevo con fuerza. En ese momento, Lucía entró en la cocina con un pequeño pastel de fresas en las manos.
—¿Y para mí no hay abrazo? —preguntó, estirándose.
—¡Oh Dios mío!— me cubro la boca con ambas manos, no lo puedo creer.
— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!— dicen al unísono, mamá se acerca a quitarle el pastel de las manos para posarlo en el mesón.
— Gracias.— les agradezco con los ojos llenos de lágrimas, me sentia sumamente feliz sobre todo después de haber hablado con mamá.
ESTÁS LEYENDO
Silencio.
RomanceLourdes acaba de romper con su novio de toda la vida. Su último año de escuela ahora es una oportunidad para dejar atrás el dolor y sumergirse en experiencias alocadas. Ansiosa por exprimir cada momento, Lourdes se lanza a la vida nocturna, asistien...