Seiryū

2. Búsqueda.

Ya era de mañana y aunque no quisiese hacerlo, tenía que levantarse y ayudar a su madre en lo que más pudiera. Ya fuera cuidando de su hermano menor o simplemente con la limpieza de su acogedor hogar. Abrió sus ojos azules, cual hermoso par de zafiros, mirando aún con el sueño en estos su habitación, no tenía nada de diferente a las otras pero era algo así como de costumbre cada mañana que se levantaba, luego de un bostezo y maldiciones por fin se decidió a levantarse y colocar su funtón en el lugar correspondiente. Luego de haber terminado con eso y ya estar vestida con un kimono azul, salió de su habitación recogiendo sus cabellos castaños en el proceso.

Tal vez otra vez se llevaría un regaño por parte de su padre y luego ser "salvada" por sus maravillosos tíos, que a pesar de que ya no era una niña regoderta y tierna, la seguían malcriando como sólo ellos sabían hacerlo después de todo ella era la primera sobrina de todos ellos. Mientras se dirigía a la cocina que alguna vez fue del cuartel general del Shinsengumi iba recordando cada una de las cosas que le hacían querer regresar a su adorada infancia.

— ¡Seiryū! ¡Despierta!.— la chica reaccionó en una fracción de segundos y dirigió su mirada azulina hacia su prima.

— ¿Decías algo, Kazumi?.— preguntó completamente fuera de sí la castaña.

Kazumi sólo suspiro y golpeó la cabeza de su prima con un rollo de papel que tenía en sus manos. A veces odiaba el comportamiento de Seiryū pero nada podía hacer, ella nunca cambiaría y siempre seguiría siendo la niña mimada que sus padres y tíos consentían a pesar de que ya estaba entrando a sus dieciocho años de edad.

— Ouch, ¿y eso por qué fue?.— preguntó confundida la castaña sobándose la cabeza.

— Nada, ya mejor lleva el té a los mayores y no te olvides de buscar a Soujiru de regreso.— ordenó Kazumi.

Seiryū simplemente asintió y tomando la bandeja que tenía las tazas de té salió de la cocina dejando a una malhumorada Kazumi. La castaña no entendía de quien había heredado semejante carácter su prima si los padres de esta eran realmente tranquilos y agradables, bueno su tía Ryuujin no tanto pues cuando estaba cerca de su madre parecía que una guerra estuviese por comenzar. Finalmente llegó a la habitación donde siempre se llevaba a cabo la hora del té y dudando un poco por fin se decidió a pedir permiso para entrar.

— Con permiso.

Deslizó la puerta corrediza y entro sin ningún problema con la bandeja de té. Miro a su alrededor y notó que estaban todos sus familiares conversaban alegremente sobre cualquier tontería que los niños pequeños de su familia hubiesen cometido, eso simplemente le agradó a Seiryū que después de entregar cada taza de té se sentó a un lado de su padre, el gran Okita Souji. 

— Vaya, soy yo o a cada día que pasa nuestra pequeña Seiryū esta más hermosa.— ese sin duda era su tío Sanosuke, quien desde el día en que ella nació había dicho que  sería su futura novia.

Todos los presentes asintieron a las palabras del pelirrojo quien a pesar de que ya habían pasado diecisiete años desde el nacimiento de la hija de su camarada, seguía siendo tan jovial y alegre. Mientras todo seguían conversando sobre el tema  cierta castaña recordó su próxima tarea, así que algo alterada y un tanto molesta se levantó de su lugar ante las miradas curiosas de sus tíos y padres.

— ¿A donde vas, pequeña?.— preguntó Heisuke, ya un poco más mayor.

— Tengo tareas que hacer y una de esas tareas es buscar a mi travieso hermano.— respondió la de ojos azules como quien no quiere la cosa.— Permiso y disfruten del té, los veré a la hora del almuerzo.

Y dicha esas palabras la primogénita de Souji salió de la habitación dejando a todos estupefactos, casi nunca la veían enojada y cuando estaba así era porque su padre le reprendía por cualquier error que cometía. Todas las miradas se dirigieron a un mayor Souji quien simplemente encogió los hombros sin saber la respuesta a tal cosa.