Prólogo

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Auradon la tierra de los finales felices, donde todos los sueños se vuelven realidad.
Lugar donde el amor triunfa sobre el mal, así pierdas tu zapatilla de cristal al escapar de un baile a las 12, o si una hechicera te convierte en una horrible bestia para que aprendas a amar o si un hada malvada en su ira hechice a una recién nacida con una maldición de muerte solo con pincharse el dedo con una rueca.

Como verán esté hermoso Reino parece ser lo mejor ¿verdad? Bueno solo lo es si fuiste buena persona.

Con la unificación de los reinos, la coronación del Rey Adam (o mejor conocido como Bestia) y la reubicación de los villanos, secuaces y otros delincuentes peligrosos a un conjunto de islas remotas en medio del mar de La Serenidad. Los ciudadanos solo podían pensar en cómo de ahora en adelante vivirían en paz y tranquilidad, sin embargo, los villanos habían jurado venganza contra el Reino, para mantener la calma, el Rey Bestia había decidido aumentar la seguridad de la isla con una barrera protectora que impediría el uso de magia malvada en dicho lugar, la barrera había creada con la varita del hada madrina de Cenicienta, quien era considerada la hada buena más poderosa, aún que estaba igualada en poder con la Emperatriz del Mal, Maléfica, la hada malvada que antes de ser encerrada en la Isla de los Perdidos había lanzado una maldición al Reino del Páramo para que nadie entrara allí e invadiera su lugar.

2 años después de dichos eventos, los Reyes de Auradon, Adam y Bella, habían oído que un villano en la isla había tenido un hijo, eso no le agrado para nada a la reina puesto que ese lugar no era nada bueno para un bebé indefenso. Sin embargo, a su esposo le preocupaba más el hecho de que los villanos tuvieran descendencia y pensaran en utilizarlos en el futuro para escapar por lo que decreto que todo bebé nacido en ese lugar sería llevado a Auradon y criado por una familia allí.

Los bebés fueron llegando con solo meses de diferencia, muchas reinas habían optado por adoptar a los pequeños ya que creían que sería lo mejor para ellos, entre ellas destacaban Cenicienta y Ariel que fueron las primeras en tomar bajo su tutela a unos pequeños.

Con el paso de los años muchos tuvieron hijos propios pero el programa siguió vigente por todo ese tiempo, diversas familias adoptaban y eran ayudados por el Estado, solo se esperaba que esos niños crecieran en hogares llenos de amor, un hogar dónde jamás se enterarian de la sangre podrida que corría por sus venas.

¿De Quienes Somos Descendientes? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora