-¿Entonces aquí es donde llegan las cajas?-Pregunté volteándome para mirarla.-Si-Asintió y corrió hacia la orilla hasta pararse a unos metro de mí-Justo aquí las consigo siempre.
-¿Y tú las llevas hasta la cabaña?-Cuestioné incrédulo-Son al menos dos kilómetros hasta allá.
Esa caja pesaba al menos 20 kilos, no creía posible tal hazaña viniendo de tan pequeña persona.
-Por supuesto que la llevo yo, tonto-Respondió riéndose-¿Quién más si no?
-¿Y cómo lo haces?
-La arrastro hasta la pendiente y pongo varias hojas de plátano ¡Las más grandes que consiga!-Exclamó emocionada-Y luego ya es más fácil así...
-¿Y con los escalones del porche?
Volvió a reír, girando alrededor de mí en círculos.
-Pues la voy volteando escalón por escalón hasta tenerla arriba, algunas son más pesadas que otras porque contienen ropa, libros y otras cosas, pero siempre consigo subirlas.
Me mareé al estar girando con ella para poder verle la cara, así que desistí el seguirle el ritmo y me detuve.
-¡Deja de actuar como una niña!-Grité exasperado-Hazme el favor de... Espera ¿Qué? ¿Hay ropa?
-Si.
-¿Y entonces por qué rayos tienes que usar esa jodida bata y enseñármelo todo?
-No digas groserías...
-¡No estoy en tú puta casa!-Grité a punto de un colapso mental-¡Mientras esté afuera puedo decir lo que me plazca!
Me miró molesta, cruzando los brazos por debajo de sus pecho y yo me obligué a mantenerle la mirada y no bajarla para ver sus pezones.
Sus claros y rosados pezones con unos suaves y tiernos picos que me atraían y llamaban la atención, clamando ser conquistados por mi boca y manos...
¿Y qué decir de su entrepiernas?
Maldición.
Podía ver la sombra de vello de un rubio oscuro, que se notaba a través de la diáfana tela del camisón que llevaba.
Podía sentir la espalda cubierta de sudor, y no se debía a la alta temperatura del lugar, sino por la candente imaginación que aquella hermosa mujer hacía que mi cerebro tuviera.
-¿Acaso te das cuenta del calor que hace aquí?
-Si...-Murmuré dándome por vencido y viendo sus tiernas montañas que se burlaban de mi.
-Entonces ahora entiendes el por qué ando así, Alexander.
-Llámame Alex-Dije, sintiendo que el deseo le cedía el paso a la rabia.
-Alex-Repitió pensativa, probando mi nombre entre sus lindos labios, para después sonreírme aprobándolo-Me gusta, va más contigo.
De pronto se puso seria y viendo hacia el cielo, me dio la espalda y salió disparada tomando la misma dirección por donde habíamos llegado.
-¿Para dónde vas?-Pregunté extrañado, yendo detrás de ella lo más rápido que mi pierna me permitía.
-¡Es hora de mi baño!-Respondió mirando sobre su hombro y aceleró el ritmo, dejándome rezagado por andar descalzo.
¿La hora de su baño?
¿No eran los bebés los que tenían horas fijas?
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ALEX
RandomHombres De Manhattan #2 ¿Quién diría que el destino de Alex Hardy, se encontraba en una isla del Atlántico? Pero lo descubrió de la manera más increíble, al meterse en los asuntos turbios de Diego Gómez, así que, cuando despierta en un remota y casi...